· c i n c u e n t a & d o s ·

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No dormí nada esa noche

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No dormí nada esa noche. En mi cabeza solo veía a Kai, con unas maletas y camino a la universidad. Me arrepentía una y otra vez de no haber aprovechado la oportunidad para al menos despedirme de él. Pero al mismo tiempo había sido su decisión romper cualquier tipo de relación conmigo.

Lo que me llevaba a... ¿y si le hubiese besado allí después de que me curara la herida? ¿Me habría devuelto el beso o me hubiese rechazado?

Traté de sentirme algo mejor usando una de mis faldas preferidas y tapando las ojeras con maquillaje, pero mejorar mi apariencia no significaba mejorar mi ánimo. En lo más mínimo.

Emma estaba esperándome en la entrada del instituto con una chocolatina y una pequeña sonrisa, intuyendo lo difícil que era ese día.

—Si quieres podemos saltarnos la primera clase e ir a desayunar fuera —me propuso.

Sacudí la cabeza pero forcé una sonrisa como agradecimiento. Descolgué la mochila del hombro y, mientras avanzábamos por el concurrido pasillo, saqué un libro de la biblioteca. Tendría que haberle devuelto la semana anterior, pero se me había olvidado. Kai me distraía cada vez que entraba.

—Tengo que llevar esto —le informé.

Dejamos de caminar y los ojos de Emma se tornaron con preocupación.

—¿Te acompaño?

Sabía lo que estaba pensando. Esta sería la primera vez que entraría a la biblioteca sin que él estuviese allí. Un lugar que, con el paso de los días, se había convertido en un punto de encuentro entre los dos.

Un lugar donde siempre esperaba encontrarlo.

Un lugar donde nunca más lo encontraría.

Sacudí la cabeza y me alejé de ella sin esperar a que replicara. En el fondo sabía que enfrentar aquella biblioteca vacía sin él era el siguiente paso para superar el dolor. Un recordatorio más de que se había ido. De que todo había terminado.

Sumida en mis propios pensamientos llegué hasta la puerta. Tomé aire, y decidida a no recrearme más o sería peor, abrí de un tirón.

El escritorio con el ordenador donde apuntaban los libros estaba prácticamente al lado, y la sorpresa quedó reflejada en mi cara cuando mi cerebro procesó la imagen que encontré.

Kai Yoshida estaba ahí plantado, hablando con uno de los profesores, y sonriendo educadamente. Casi me da un vuelco el corazón al verle. ¿No se iba hoy? ¿Qué hacía aquí, entonces?

¿Y si...?

¿Y si se había arrepentido y al final se quedaba?

Ni siquiera me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración hasta que alguien se quejó detrás de mí, porque entorpecía el paso a la biblioteca. Me aparté y fui ahí cuando los ojos de Kai se posaron sobre los míos.

Una Traviesa VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora