· t r e c e ·

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· T R E C E ·

El resto de semana pasó más rápido. Llevé mi propio coche el jueves y viernes al instituto, y solo volví a ver a Kai cuando le acerqué una nueva bebida isotónica al campo el viernes.

Allí aprovechó para preguntarme si quería ir a la fiesta que daba Taylor Jenkins el sábado. Al principio dije que no, pero me hizo sentir un poco mal cuando mencionó que el chico la organizaba para integrarse en el equipo. Jugaba de pena, y había empeorado después de que alguien pintara de verde su equipo deportivo para después prender fuego a los vestuarios.

Básicamente había hundido el ánimo del pobre chico. Sin ser chantaje del todo, porque de verdad me sentía mal por ello, accedí a ir con la condición de poder llevar a mis amigos. Él aceptó, y eso significaba que iría en mi propio coche.

Lo que no esperaba es que ellos me dejasen plantada. Liam se iba con su familia de fin de semana y Emma visitaría a Jane en su casa para cenar con sus padres. Durante un momento pensé en echarme atrás y decir que me había puesto enferma, pero hice a un lado la idea. Había dado mi palabra.

Solo tenía que estar media hora, que la gente me viese con Kai para mantener la fachada de pareja frente a Ben, y después podría irme.

Y eso me llevaba a la situación en la que me encontraba. Metida en mi coche, aparcado a unos diez metros de la casa donde se celebraba la fiesta y sola. Me había arreglado para ir allí, pero la idea de aparecer sin amigos me ponía nerviosa.

Tendría que haber avisado a Kai que iría sola.

El pensamiento me sacudió, y yo intenté alejarlo mientras ponía la mano en la manija del coche y me decidía a salir.

Mis esfuerzos por mantener mi cabeza lejos de Kai y el beso no fueron exactamente fructíferos.

En realidad, no lo fueron para nada. Había fantaseado con ese momento cada noche antes de irme a dormir desde que había sucedido, y eso no era una maldita buena noticia.

Me uní a unas pocas personas que se acercaban a la casa, donde la música sonaba fuerte desde el interior y el sonido de voces de estudiantes cantando y gritando se entremezclaban.

Nadie se percató en mí o en cómo iba sola, lo que me facilitó el poder abrirme paso por la sala en busca de una cara conocida. O al menos una que fuese amable.

Cuando llegué al jardín trasero, atraída por los gritos de "¡Bebe! ¡Bebe! ¡Bebe!", encontré a un grupo del equipo de fútbol rodeando un barril. Sujeto desde lo alto por dos compañeros, uno de ellos Ben, Taylor Jenkins bebía boca abajo directamente de él.

Sacudí la cabeza en desaprobación cuando el chico no pudo más y los demás lo bajaron entre aplausos y vítores. Entonces encontré a Kai y su mirada se enlazó con la mía, haciéndome vibrar por dentro.

Estaba apoyado contra una viga del porche. Me acerqué a él, intentando no hacer caso a Ben gritando que era su turno, y di la espalda a los chicos del barril.

—Me estoy dando cuenta de que acceder a comprar el barril de cerveza fue una mala idea —comentó, observando la escena con desagrado por encima de mi hombro—. Estos chicos no saben beber.

Había presenciado más fiestas con mis compañeros de clase durante el curso de las que me gustaría admitir, y debía darles la razón. Por lo menos Emma, Mía, Liam y yo solíamos cuidarnos entre nosotros si a alguien le iba mal, pero esos chicos no parecían hacer lo mismo entre ellos.

—¿Cómo te lo vendieron si todavía no tienes los veintiuno? —Pregunté con curiosidad.

—Nunca me piden el carnet.

Una Traviesa VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora