Capítulo 28: Madre.

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— Fantasía cumplida, señorita Morgan — comenta Ava mientras da unos pequeños aplausos.

— Desde luego...

— Y... ¿Cómo te sentiste? — pregunta llena de curiosidad. — A nivel físico y emocional, me refiero — aclara tras dar otro sorbo a su copa.

— Increíblemente bien... Parecía que conociese cada centímetro de mi cuerpo, cómo tocarme... Ha sido increíble. Y no sólo eso... Es la conexión que sentía con él, la que siento cada vez que estoy a su lado...

— Vaya... Algo me dice que esto tiene futuro.

— No nos adelantemos.

— Bueno, aún así, una cosa te digo... Si es capaz de hacerte sentir tan bien usando sus manos y su boca... Imagina cómo te hará sentir cuando te meta...

— ¡Ava!

🥀🥀🥀

Hoy por la tarde no asistiré a clases. Hoy es miércoles, y como suelo hacer todos los miércoles por la tarde... Voy a visitar a mi madre.

Soy la única que va a verla, ya que el resto de nuestra familia falleció y mi padre... Bueno, digamos que prefirió tomar distancia de la situación con mi madre.

Ahora que lo pienso... Llevo meses sin ver a mi padre. Siempre está ocupado por el trabajo, viajando... Algunas veces me llama, pero nuestras conversaciones tan solo duran unos pocos minutos.

Siendo sincera, reconozco que estoy mucho más unida a mi madre que a mi padre. Se podría decir que es una figura paterna ausente a nivel emocional. Mi madre en cambio, a pesar de todas sus dificultades, siempre ha estado para mí... Por eso, ahora yo debo estar para ella.

Llego al sanatorio mental Blessed Help. Bajo del coche y camino unos minutos hasta adentrarme en el lugar.

— Buenas tardes. Vengo a ver a Susana Morgan — le digo a una señora de avanzada edad con el pelo canoso recogido en un ancho moño.

— Dígame su nombre.

— Atenea Morgan.

— Muy bien. Toma. — Me entrega una tarjeta plastificada en la que está escrito "Visitante" y una cuerda azul que permite colgarla en el cuello. La coloco en mi cuello. — Lisa, acompaña a la joven al ala C. — Le ordena la mujer a otra con gafas de pasta roja.

— Acompáñame, cielo — me pide la mujer de gafas. Sonrío y camino tras ella.

Tras subir unas escaleras y recorrer varios pasillos, llegamos a una gran sala de paredes blancas y mesas metálicas.

Ese lugar siempre me ha recordado a una cárcel... Técnicamente es como una, ¿no?.

— Espera aquí — indica la mujer con gafas.

Espero varios minutos y mi madre aparece al lado de una celadora.

Mi madre tiene el pelo rubio, hasta los hombros y liso. Tiene los ojos color hazel, (de ella los heredé). Sus pómulos están hundidos, está más delgada de lo normal... Parece cansada, tiene ojeras...

Creo que nunca la he visto de una manera diferente a esa... Desde que tengo uso de razón la recuerdo enferma... Cansada... Triste.

— Hola, mamá — le digo con una pequeña sonrisa, al mismo tiempo que me acerco para abrazarla.

— Hola, cielo. ¿Cómo has estado? — Me pregunta con su triste sonrisa. Sus delgadas y débiles manos acarician mi rostro, provocando una conmovida sonrisa en mí.

Me duele verla así... Me duele estar lejos de ella, pero no hay otra opción...

Papá tomó distancia y la ingresó en el sanatorio mental cuando cumplí los doce años.

Me muero de ganas por sacarla allí, pero... ¿Qué puedo hacer? No quiero poner su vida en peligro. Que vuelva a...

— ¿Hija? ¿Estás bien? — Vuelvo a perderme en mis pensamientos.

— Sí, mami. Todo bien. — Nos sentamos la una frente a la otra.

— Me alegro, cielo... ¿Cómo van los estudios?

— Bien. Sigo obteniendo buenas notas.

— Mi pequeña cerebrito... — Me revuelve el cabello. — ¿Has hablado con tu padre?

— Hace una semana o dos... Está ocupado con el trabajo, como siempre.

— Siempre lo ha estado...

— ¿Cómo estás tú?

— Con la medicación es más fácil pero ya sabes, cielo... Me cuesta mucho.

— Entiendo, mamá. Aún así, sé que lo estás haciendo muy bien. La doctora Rose me llamó y me dijo qué estás haciendo avances.

— Gracias, hija... — Sonríe con tristeza. — Me alegro mucho de verte. Estás preciosa.

— Tú también, mami.

Nos quedamos hablando durante más de media hora, hasta que una celadora vino y se la llevó a terapia.

Me duele tanto verla así... No puedo evitar derramar una pequeña lágrima mientras camino de vuelta al coche.

¿Por qué tiene que sufrir tanto? No se lo merece...

Llevo mucho tiempo intentando saber cuál es el origen de su enfermedad... Si alguien la hizo daño... Genética, o si simplemente se trata de una lotería del destino. Nadie me lo quiere decir, incluso a veces dudo si mi padre o la doctora Rose lo saben.

— ¡Atenea!

Una voz masculina grita mi nombre justo cuando voy a entrar en el coche. Una voz que no reconozco y no he oído en mi vida...

Tal vez me haya olvidado algo en la sala de visitas...

Me giro para averiguar de quién se trata pero todo se vuelve negro.

¿Qué ocurre? 

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Buenasss.

Como podéis ver estoy intentando hacer los capítulos más largos.

No hay mucho que contar, so...

Bye...

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Eres mía - LR - (+18)Where stories live. Discover now