20 🐺 Descubriendo a la verdadera enemiga: Adrienna

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—No me considero tan buena en lo que hago.

—No te sabotees a ti misma, Mille —confesó Amos—, eres muy buena y eso nadie lo puede discutir, sobre todo con tus emociones y estados de ánimos.

—Cambia el clima —afirmó Orso—. Si quiere, nos puede destruir.

—Sí, pero no está en mis planes hacer esas cosas —rio por lo bajo—. Terminen de desayunar, pronto saldremos.

Millennia tomó una caja en sus manos y salió de la finca para guardarla dentro del maletero del coche, Onice salió también para vigilar la zona. Mientras la joven y Amos iban, y venían a poner todo dentro del vehículo, Fabrizio y Orso se quedaron en la cocina charlando y terminando el té que les había preparado Millennia.

—¿Quién crees que fue? —Se refirió su cuñado al ataque que tuvieron días atrás.

—No lo sé, pero es factible que nos quiere destruir, a nosotros y a ellos —comentó Fabrizio dando a entender que era a la manada de Amos también.

—No conozco a ningún otro enemigo nuestro y de la parte de Amos, éramos nosotros sus enemigos y viceversa, pero parece que las cosas cambiaron y ahora estamos frente a un enemigo en común que no sabemos quién es —manifestó Orso terminando su infusión y dejando la taza dentro del fregadero.

El matrimonio entró a la finca junto con la loba y Millennia escuchó las últimas palabras que había dicho Orso, por lo que se puso frente a ambos y les habló;

—Le comenté en su momento a Amos que quien hizo eso ha de ser alguien de una manada enemiga que los conoce muy bien, una manada que está dispuesta a erradicarlos para ser la única, si tocó el arma blanca, entonces de seguro usó guantes porque de otra manera jamás pudo haberla tocado porque se envenenaría también, la herida contenía una planta venenosa conocida como matalobos que provenía del arma blanca con que a tu cuñado lo hirieron —declaró ella.

—¿Quién crees que sea entonces? —interrogó Orso.

—No lo sé, pero está claro que no le tembló el pulso para hacer lo que hizo y lo hará de nuevo —manifestó y Fabrizio la miró con atención—, ¿qué sucede? —Le preguntó con intriga.

—Recordé algo de lo que dijiste, quien me atacó fue una mujer y llevaba guantes, no pude distinguir bien de qué material eran porque nos atacaron cuando cayó el sol.

—No te preocupes por los detalles, ¿pudiste verle el rostro por lo menos? —Quiso saber Millennia.

Amos se mantenía atento a lo que el hombre decía y de a poco se fueron moviendo para salir de la finca y entrar al coche.

—Tenía pelo oscuro por los hombros y usaba perfume, no era el aroma natural de su cuerpo, claramente era un perfume de los que se venden.

—¿A qué olía? —inquirió una vez más la joven argentina.

Su instinto le dijo con claridad de quien se trataba, pero quería saber por Fabrizio a qué olía la mujer.

—No lo sé bien —negó con la cabeza también—, mareaba un poco, parecía de esas flores que si las hueles por demasiado tiempo te termina doliendo la cabeza.

—Te dolía el entrecejo, ¿verdad?

—Sí, exactamente.

—¿Olía a jazmines con algo más? Como si estuviera mezclado con anís.

—Sí.

—No quiero decirlo, pero es la ex de Amos —apretó los labios con molestia en su voz.

—¿Adrienna? —cuestionó Fabrizio.

El Siberiano de Génova ©Where stories live. Discover now