14 LA CACERIA POR VANDALO SALVAJE

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Berlín Occidental

31 de diciembre de 1972


Diana sabía que tenía que dejar de fumar.

No como en el sentido de que era adicta a las cosas, pero casi se acababa un paquete ella sola. Si se le acababan los cigarros, no podría detener el ataque de nicotina que resultaría de su aburrimiento. Y ciertamente no podía beber mientras estaba en misión.

Diana solo deseaba que Steve se apurara para que pudieran terminar con esto y regresar a sus vidas comunes y corrientes.

Consulto su reloj. Menos de diez minutos para la medianoche, momento en el que se abriría su ventana de oportunidad. Necesitaban el ruido de las celebraciones de Año Nuevo como tapadera.

La carrera política de Richard Nixon estaba en declive, debido a escándalos y decisiones controversiales de su administración, pero hasta ese momento quería enmendar un mal que asolaba los últimos años de su administración: Vietnam.

La inteligencia reciente confirmó la identidad de uno de los líderes terroristas que ayudó a contrabandear armas desde Laos y Camboya hasta Vietnam del Norte. Dimitri Svoloch tenía un pasado con los grupos activistas políticos vietnamitas y con antiguos desertores de la Union Sovietica. Desafortunadamente, la CIA desconocía actualmente el paradero de Svoloch. Afortunadamente, había un eslabón débil en su cadena de mando que podía indicarles la dirección correcta, y su nombre era Qasim Javadi, que era uno de los muchos jóvenes enojados que se apegaron a la causa terrorista de Svoloch. Si la operación de esta noche salía bien, Qasim se orinaría en los pantalones y renunciaría a Svoloch en un santiamén.

La multitud en el bar comenzaba a inquietarse. La gente hablaba en alemán sobre cosas ociosas, y además estaban fumando, bebiendo, bailando... como si todo estuviera bien. A Diana no le importaba lo que hicieran mientras no la molestaran directamente.

Let's Stay Together de Al Green empezó a sonar en la radio. Diana pensó que al menos en el bar tenían buen gusto musical.

La puerta del bar se abrió y entró Steve, quien a pesar de tener cincuenta y ocho años, aun se veía bien y estaba en forma.

-¿Nerviosa? – pregunto Steve, sentándose junto a Diana y sacando un paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta de cuero. Encendió uno y le dio una calada –

-Todo despejado aquí – respondió ella – Te tardaste... ¿Qué sucedió?

-Bien...bien – dijo Steve, dando otra calada a su cigarrillo – WildCat está explorando el perímetro y Penny-One estará aquí pronto.

-¿Qué pasa con Wilson? – Preguntó Diana –

-Esta poniéndose en posición. No te preocupes, nos cubrirá el trasero – le aseguró Steve. Luego metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña fotografía de su objetivo antes de entregársela a Diana –

-Qasim... – Diana murmuró – Deberíamos matar al maldito y terminar con esto.

-Todo a su debido tiempo – dijo Steve – Ya casi termina nuestra misión.

-Lo que tú digas, cielo – dijo Diana, sacando su encendedor y prendiendo fuego a la fotografía antes de tirarla en el cenicero sobre la mesa. Consultó su reloj; cinco minutos para la medianoche – ¿Estás seguro de que podemos confiar en la policía, Steve?

-Hans ha hecho más por menos. Mirará para otro lado – aseguró Steve, y un momento después, otro hombre entró en el bar con una gabardina oscura. Diana sospechaba del individuo antes de que Steve hiciera un movimiento para relajarlo. El hombre debía de ser Hans –

HABIA UNA VEZ... UNA PRINCESA AMAZONAWo Geschichten leben. Entdecke jetzt