7 EL PRIMER ATAQUE

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Había llegado el momento de que Steve se fuera. Muy a su pesar, Diana lo llevo a los muelles donde le tenía preparado un pequeño barco que lo llevaría a Inglaterra.

-Te voy a extrañar, "princesa" – dijo Steve en tono de broma –

-Yo también te extrañaré, Steve Trevor – Diana sonrió – Quizás cuando alcance la edad de ascensión te visite en América.

-¿Cuándo llegas a la edad de la Ascensión?

-En otros veinticinco años.

-¿No te importa que te pregunte cuántos años tienes? – definitivamente él estaba confundido –

-Ciento cuarenta y seis.

-Ciento cuarenta y seis... – el rio – No estoy en contra de salir con mujeres mayores – Diana se rio y lo beso en la mejilla. Era evidente que entre ambos había una atracción. Steve estaba a punto de abordar el barco cuando sonó una bocina. Parecía que un águila chillaba – ¿Qué es eso?

-Una advertencia. Alguien ha atravesado la barrera – y sin decir más, Diana y Steve salieron corriendo hacia las defensas en la playa –

Hipólita estaba en sus aposentos poniéndose su armadura y corona de guerra. Aun pensaba en donde se encontraba su hija y el piloto extranjero.

-Mi Reina... – pregunto la general Artemys entrando a donde estaba su reina – ¿Debo convocar a las legiones?

-¡No! La Guarnición de la Playa puede contener al enemigo – ordeno Hipólita – Pero resguarden las reservas y haz que todas las guerreras estén en sus puestos. ¿Dónde está mi hija?

-Ella fue a los muelles para escoltar al humano Steve Trevor.

Y sin decir más, Hipólita salió de su cuarto y preparo a su caballo. Con un grito de guerra, la reina salió de la ciudad con setenta de sus guardias reales. Subieron por el camino hacia la playa oeste, donde las Amazonas ya estaban preparando las catapultas y otras defensas.

Las fuerzas invasoras habían salido de Yugoslavia con un crucero de batalla alemán. Solo fue una embarcación, ya que los barcos americanos y británicos ahora controlaban los mares del mundo. Sin embargo, Felix Fausto le aseguro a Hitler que solo con el alcanzarían la victoria. Ciegamente, el los guio a la isla de las amazonas, y justo cuando la tripulación y las tropas se habían rendido y tomado como un loco, encontraron la isla.

Mientras las tropas alemanas tomaban las embarcaciones, Felix estaba de pie junto a Cheetah mientras el coronel alemán se reía a sus espaldas.

-Estas mujeres solo tienen catapultas, arcos y flechas – dijo el coronel, viendo a través de los binoculares –

-No subestimes a las Amazonas, Coronel – Felix miro al alemán con repugnancia. Ignorando las palabras del brujo, el alemán volvió a hablar –

-¡Envíen la primera ola! No son rival para el poder del Reich.

-Estos hombres son una distracción para que podamos ganar el verdadero premio – Cheetah susurro –

Todos observaron cómo los primeros barcos de transporte llegaron a la playa, y cuando los soldados desembarcaron fueron recibidos con una lluvia de flechas. Cayeron muertos ante el primer ataque de las amazonas. Los soldados que sobrevivieron al primer ataque prepararon sus ametralladoras, pero sus balas rebotaron y se rompieron contra los escudos de las amazonas.

Algunas de ellas usaron sus brazaletes para desviar los disparos, y cuando los soldados alemanes se quedaron sin balas, las guerreras aprovecharon y lanzaron un segundo ataque con flechas y lanzas. Fue una buena bienvenida para los invasores. Incluso, uno de los transportes fue destruido por una jarra de brea en llamas de una catapulta.

HABIA UNA VEZ... UNA PRINCESA AMAZONAWhere stories live. Discover now