3 STEVE TREVOR

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Steve Trevor media 1.80 de alto y tenía el cabello rubio con ojos verdes. Se podría decir que era el hombre promedio del estado de Missouri. Creció en un rancho a las afueras de la ciudad, donde fue formado por las conductas de su padre, un hombre que a pesar de ser bueno, lo único que conocía era la vida en el campo. Steve no quería arraigarse a un solo lugar, pues el muchacho quería ver el mundo y tener aventuras, y no solo tener el limitado punto de vista de su padre.

Cuando cumplió 18 años y término la preparatoria, se enlisto en el ejército. Su padre, aun a su disgusto, sabía que el destino del joven no tenía que ser como el suyo. El día en el que partió, le dio el reloj de la familia, que era uno de los primeros relojes de pulsera que habían inventado. El señor Trevor se lo daba para que recordara que habría una hora, un momento, cuando Steve volviera... se lo tenía que devolver.

Steve Trevor lo tomo y agradeciéndole a su padre, se marchó, con la promesa de volver algún día. Cuando Estados Unidos entro a la Segunda Guerra Mundial después del ataque a Pearl Harbor, Steve fue reclutado por la Oficina de Servicios Estratégicos, con quienes a lo largo de la guerra realizo operaciones encubiertas alrededor de Europa y el Pacifico. Trevor era piloto, podía desactivar bombas, conducir tanques, también era un maestro en el combate cuerpo a cuerpo y un experto en armas y podía hablar cuatro idiomas.

Ahora, justo cuando la guerra estaba a punto de terminar, Steve se dirigía hacia una última misión. Una que podría cambiar el curso de la guerra.

El avión C-47 surcaba los cielos de Alemania. Cuando la luz verde se encendió, Steve supo que era la hora de saltar, por lo que reviso su equipo, ajusto su paracaídas y salto. Al llegar a tierra se quitó el paracaídas y los arneses de soporte, al igual que alisto su Thompson. A través de los setos, busco una motocicleta escondida por un arbusto y cuando la encontró, arranco con ella a través del inhóspito camino. Después de conducir un rato, llego hasta una granja donde había un hombre sentado en el porche con una escopeta. Trevor se bajó de su motocicleta y se acercó al hombre.

-Mi jardín está lleno de malezas este año, y el herbicida no está funcionando – dijo Steve en alemán –

-Quizás deberías usar tijerillas para cortar las malas hierbas – el hombre respondió. Definitivamente esa era la contraseña –

El hombre le apunto con el pulgar hacia adentro. Steve entro y se dirigió a la puerta de una despensa. Había otra puerta secreta que bajaba las escaleras. Debajo había una estación de espionaje secreta construida por agentes estadounidenses y la resistencia alemana.

-Wayne... – Steve saludo al hombre que tenía frente a él. El sargento Adam Wayne era un hombre de alcurnia, de las mejores familias de Gotham City. Estudio en el colegio militar de West Point y después fue asignado a inteligencia, pero fue degradado por golpear a un oficial, por "no seguir ordenes estúpidas". Ahora comandaba un escuadrón de soldados renegados al que los alemanes llamaban como "Los Perdedores" – ¿Qué noticias tienes para mí? – pregunto Steve, saludando al sargento Wayne –

-Mi escuadrón atacó a la fuerza de vanguardia alemana que intentaba invadir la guarnición en el Rin. Durante la pelea, un agente doble se enteró de un acuerdo de armas en Bremerhaven – Wayne le paso un dossier a Steve, donde había fotografías del fuerte alemán – Tu misión es conseguir la Intel del lugar. Averigua quién está vendiendo las armas a esos nazis y mételes una bomba en el trasero.

-Esperaba que dijeras eso – Steve sonrió – ¿Pero cómo voy a llegar allí?

Fue entonces cuando un hombre que llevaba una camisa con un rayo amarillo y un curioso casco con unas alitas en él, salió de las sombras.

-Yo te daré ese paseo – dijo el desconocido –

-Capitán Trevor, te presento a...

-Jay Garrick, o mejor conocido como Flash – interrumpió Steve, dándole la mano al hombre – Creí que solo aparecías en los comics y en las estampillas de la USO.

-Por supuesto que soy real – respondió Jay – ¿Quieres que te firme una revista? – Jay se movió a la velocidad del rayo y apareció con una pluma y un comic –

-Si les soy sincero, chicos... – Adam Wayne interrumpió – Sera mejor que se pongan manos a la obra.

-¿No puedes ser más paciente, Wayne? – dijo Trevor –

-No vamos a ganar la guerra siendo pacientes – dijo el experimentado sargento – Hay un Hitler ahí afuera, y debemos de destruirlo.

Bremerhaven

Aun sin comprender como Flash usaba esa "fuerza de velocidad", Steve fue dejado a unos kilómetros del lugar del intercambio de armas. Corrió por el campo hasta los muelles del pueblo y subió a un edificio. Fue ahí donde preparo su cámara fotográfica y sus binoculares. Sin esperar mucho, aterrizo un avión sumamente avanzado del cual salieron agentes alemanes, pero eso no fue lo más extraño. La cosa se puso rara cuando salió del agua un vehículo tecnológicamente avanzado que parecía un cohete V-2.

Hombres vestidos con armaduras verdes y doradas como peces salieron del barco cargando cajas. Steve apenas pudo escuchar a la distancia.

-Así que las leyendas de los habitantes submarinos son ciertas – dijo un hombre en alemán. Steve podía entender lo que estaban diciendo –

-Traemos saludos del rey Nereus de Atlantis – dijo unos de los hombres de las armaduras verdes, enseñándoles a los alemanes las cajas, donde claramente, había armas tecnológicamente más avanzadas – Estas armas asegurarán que su Füher gane la guerra.

-Quiero una demostración – respondió el oficial nazi con más alto rango –

-Las armas funcionan con agua dulce y salada – El hombre con armadura de pescado saco una gran pistola verde y dorada de la caja. Disparo el arma y exploto un almacén –

Steve tomo las fotografías necesarias, le saco el rollo a su cámara y saco una granada. Después de quitarle el seguro, la lanzo y esta exploto matando a tres de los alemanes e hiriendo a dos de los atlanteanos. Luego corrió por el techo y se balanceo con la cuerda de una grúa hasta el punto de intercambio. Agarro rápidamente un arma y derribo a los habitantes del agua, como él los identifico.

-Wow, me gusta esta pistola – dijo Steve mientras se dirigía al avión y despego después de matar al piloto a bordo – 

HABIA UNA VEZ... UNA PRINCESA AMAZONAWhere stories live. Discover now