Podemos tener nuestras diferencias y a veces deseo matarlo pero soy la primera persona en verlo el día de su cumpleaños y debo felicitarlo como tal. Además, él ha dejado todo para venir a buscarme por un par de mensajes.

Alzo la cerveza y la pongo entre medio de ambos.

- Por nuestros cumpleaños.

- ¡Por nuestros jodidos cumpleaños! – Choca su botella con la mía y no tarda en empinársela para beberla.

Imito su actuar y bebo largos sorbos de cerveza, dejando que le líquido refresque mi garganta. Después de esa, viene otra. Y otra, y otra. Para cuando vuelvo a meter mi mano en la conservadora y palparla, sin hallar nada, ambos estamos sentados en la manta mirando el mar.

- Lamento informarle que no hay más alcohol, almirante.

- Hace un rato creí ver dos lunas en el cielo, capitana. Tal vez sea lo mejor. – Estallo en risas como si fuese el mejor chiste que he escuchado. El cuerpo de Caín vibra mientras ríe y lo sé porque, de alguna forma u otra, acabamos muy juntos.

Me atrevo a mirarlo a la cara y sostener la mirada después de un largo rato. Mientras bebíamos y cada cierto tiempo, lo ojeaba pero al cabo de unos segundos dejaba de hacerlo. El corazón me da un vuelco cada que detallo su varonil rostro y quedo embobada, por lo que temo ser descubierta y burlada.

Caín mira el horizonte y el aura que lo envuelve es distinta a cualquier otra que lo acecha. Por primera vez no tiene el ceño fruncido o una expresión de preocupación en el rostro; Respira plácidamente, con sus gruesos labios juntos pero no en una línea de seriedad, sino en una especie de sonrisa tímida. Tiene rasguños, moretones y heridas curadas en el rostro pero nada de eso le resta belleza. Se ve intimidante pero no se siente así estar con él. Me siento segura. La barba decora su mandíbula y le hace aún más creíble su edad. De seguro sin ella luce cual niño. Tiene las rodillas flexionadas y sobre estas sus brazos, los cuales expuso al arremangar su camisa. Lleva pantalones de vestir y zapatos de charol, resaltando por su atuendo tan desacorde al lugar.

- Un minuto más y comienzo a cobrarte. Estas vistas no son gratis, preciosa. – Su mirada se encuentra con la mía pero yo la quito, avergonzada. Jugueteo con el cierre de mi bota cuando una pregunta, la cual quiero hacerle desde que lo vi, vuelve a mi cabeza.

- ¿Cómo me encontraste, Caín?

- Nada es imposible cuando tienes un puesto como el mío, Edén.

- Lo sé pero nadie sabía que estaba aquí. – Señalo donde estoy sentada. – Solo Mariah y...

- Lans. – Gruñe su nombre. – Di con la rubia en el estacionamiento y le bastó con verme para confesar todo. Creo que me tiene miedo o algo por el estilo.

- Todos te tiene miedo. – Suelto el comentario con naturalidad pero al segundo me arrepiento. – Lo siento, no quise decir eso.

- ¿Tú me tienes miedo, Edén?

Volvemos a cruzar miradas pero esta vez no puedo quitarla. Sus ojos negros como la misma noche me someten y puedo observarlos recorrer mi rostro. Sus cejas pobladas se juntan en el centro, esperando una respuesta de mi parte. No sé si es mi impresión o culpa del alcohol pero siento que nuestros rostros comienzan a acercarse y por alguna extraña razón, me pongo nerviosa. Como si él no conociese toda tu anatomía.

- Te lo dije aquella vez en el avión, cuando me ahorcaste, y vuelvo a decírtelo ahora; No te tengo miedo, Caín.

- Tal vez deberías.

- O tal vez tú deberías. – Rebato y sus cejas se alzan, formando pequeñas líneas de expresión en su frente.

- ¿Es una amenaza, capitana?

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora