CAPÍTULO 3

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Destrozado


En un pueblo alejado de la ciudad vive Zamire Ortega, una joven de dieciocho años, extrovertida, cariñosa, alocada y muy segura de sí misma, hija menor de cuatro hermanos. Carolina Suarez y Aurelio Ortega son sus padres, trabajan las tierras, son productores de plátanos y otros frutos. Les dan el mejor bienestar a sus hijos, pero con más interés a Zamire ya que su sueño es convertirse en licenciada para educar los niños y adolescentes del pueblo; ella viaja los lunes a la ciudad para residenciarse, regresa los viernes por la tarde a su morada.

Ella tiene un gran amigo que le presta ayuda cuando puede, él es Marcos, lo conoció cuando tenía trece años por Facebook, entablaron una amistad profunda, a pesar de que era virtual, platicaban de sus anhelos y sueños.

Tres días después de lo sucedido la noche del viernes en casa de Marcos, llego el lunes. Venia ella con su caminar resplandeciente, moviendo su perfecta silueta de guitarra, con su cabellera recogida, mirando con esos ojos negros perlas, la seductora piel morena—Amigo ¿Cómo estás? Te estuve escribiendo el fin de semana y no me respondes, que malo eres. ¿Cómo sabes que hablaría de Sergio?—acerco su pómulo al de él, proporcionando un beso.

—Zamire no todo gira a tu alrededor—dijo Marcos sentándose en el banco de la plazoleta.

—Marcos porque dices esas palabras ¿Qué te paso?—se sentó a su lado, le coloco la mano en la pierna, mirándolo fijamente.

—Mi papá me quito el teléfono, lo estrello contra el piso—ella pudo sentir la voz de su amigo un poco apagada.

Ella retiro las gafas de sol que el joven tenía.

—¡DIOS! ¿Y ese golpe? no me digas...

—Si él me golpeo, se enteró de todo, completamente de todo, sobre mis charlas con alguien, y me boto de la casa como una basura, le da pena que sea su hijo, ahora no sé qué hacer—Su voz se terminó de quebrar y de sus ojos salieron lagrimas como un rio. La tristeza que lo poseía era muy grande.

—Amigo tu padre es un homofóbico, disculpa mis palabras, lo odio, imagino que te dio con un cinturón, y también puedo ver que te cacheteo—el movió su cabeza confirmándole a su amiga—Desgraciado él no debe maltratarte de esa manera—se levantó del banco, la rabia la absorbía—Amigo olvida todo eso, hablare con mis padres para que rentemos una casa para los dos y te alejes de esa porquería de padre que tienes.

Él sonrió, mientras secaba sus lágrimas—Mi mamá me dijo que buscara algo que ella me ayudara a pagarlo, yo tampoco quiero dejar mis estudios, pero tendré que trabajar.

—Es que no los dejaras, recuerda nuestras conversaciones de hace tiempo atrás, tú ser un gran administrador y yo una licenciada, soy alocada, pero siento cabeza cuando es necesario. Recuerda nuestros anhelos de viajar a Madrid juntos, amigos nunca te dejaría solo.

—Gracias Zamire por siempre estar cuando más te necesito.

***

Sumergido en un fuerte sueño, entre sabanas que le cubrían la piel blanca al joven. Un cuerpo delgado pero deseado por muchos, ahí estaba el dormido, seguro soñando con un amor que no había podido conseguir, buscando el calor que guardaba entre sus piernas; el pecado perfecto, sus labios ansiaban besarlo.

—Lucas Díaz, levántate tienes que ir a la universidad, ya tienes veinte años y todavía te tengo que levantar— expreso su madre. El joven estudiaba mecánica, Teresa Milán su madre, su padre falleció hace tres años, hijo único, solitario, poco conversador, tímido, pero muy bueno en las materias.

Love At HomeWhere stories live. Discover now