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Lo que más amaba de trabajar en la antigua tienda de regalos de sus abuelos era que había aprendido demasiadas cosas, tanto de los objetos materiales que la gente solía obsequiar, como de las personas en sí. Había aprendido a conocer, de alguna forma, a los clientes mediante los regalos que elegían, y dentro de todas las tareas que aprendió a desarrollar, con bastante facilidad, no había nada que le gustara más que estar en el pequeño departamento de decoración, aquél que estaba encajonado detrás de un mostrador, ancho y pesado, por dos amplios estantes, uno lleno de papel de regalo, y otro de bolsas de regalo por igual, así como listones, moños, globos, tarjetas y demás pequeños detalles que siempre eran una fascinación para él; en definitiva, gracias a la paciencia de su abuela, se había vuelto bastante bueno en las manualidades, ya no le era difícil hacer un moño elaborado, o inflar globos con decoraciones adentro.

-Hola, buenas... ¿Tardes? Todavía son tardes, creo... -Murmuró, dejando una caja de perfumes en el mostrador.

-Buenas noches, eh, creo que ya se ocultó el sol a esta hora. –Corrigió, sonriente, tratando de ser algo simpático.

Pero lo que definitivamente le gustaba mucho más de su actual trabajo, era ese cliente en particular, aquél que visitaba la antigua tienda de regalos de sus abuelos. El corazón le latía fuerte y rápido cada que lo veía, y a escondidas del mundo, escribía en un pequeño calendario de bolsillo los días que iba al lugar, conociendo algunos cumpleaños o aniversarios, queriendo deducir si los regalos femeninos serían para su madre, alguna hermana, o incluso novia, pues bien, desde la primera vez que lo había visto, hasta la actualidad, ya habían pasado casi tres años en los que Taekwoon se esmeraba en no sonreír como un estúpido enamorado cada que veía al chico de piel morena frente a sí, pero, sin falta, cada que lo veía irse, corría a refugiarse al sanitario para sonreír como adolescente que acababa de conocer al idol de sus sueños.

Le encantaba verlo, en definitiva, porque siempre iba bien vestido, con un buen peinado, algunas veces daba un aire tierno en su aspecto, y otras tantas, lucía bastante atractivo, por no decir seductor. Era cortés al momento de hablar, y vaya que lo hacía con facilidad y elegancia, portaba todo un equilibrio que él consideraba perfecto, casi irreal.

-¿El listón rojo está bien entonces?

-Sí, es perfecto, gracias~.

Y ahí estaba de nuevo, sus ojos brillantes, sus labios en una sonrisa bonita y cortés, sus buenos modales, ese muy sutil tarareo que hacía al revisar el teléfono. Y ahí estaba de nuevo, él mismo, apretando las muelas para no sonreír por su presencia, haciendo sutiles ejercicios de respiración para calmar el acelerado latido de su torpe corazón.

Y ahí estaba... De nuevo... La lucha interna contra ese impulso que era por demás inapropiado pero que estaba adueñándose de sus pensamientos una vez más... ¿Y si se atrevía a darle su número de teléfono? NO... No, no... No era correcto, no tenía el valor además. Pero, de todas formas, tomó una tarjeta de regalo, aquellas donde se deseaba un feliz día con el pequeño logo de la tienda en una esquina, y volteó dicha tarjeta, escribiendo el número en el reverso, con una diestra algo temblorosa , volteando a ver al moreno, quien sonreía un poco al ver el teléfono y tecleaba algo rápidamente... Aprovechó la distracción, escribió "Jung" pero antes de que pudiera escribir su nombre, dejó la tarjeta de lado en el mostrador junto al bolígrafo cuando escuchó su voz, tan suave y preciosa.

-Muchas gracias por tu trabajo. –Le sonrió entonces, amplio y feliz en lo que tomaba la caja de regalo ya lista.

-De nada... Fue un gusto. –Sonrió algo tímido por igual. –Mi abuelo puede cobrarte en caja-...

-"En el primer piso". –Terminó la frase a sabiendas de lo que diría, soltando una risilla fresca y asintiendo. –Claro, muchas gracias nuevamente~. –Se despidió con la mano al aire, y luego miró el pequeño desorden que estaba en el mostrador, por su culpa, abriendo los ojos en sorpresa y tomando la tarjeta de regalo que deseaba un feliz día, la cual estaba al lado de un bolígrafo, y volvió a despedirse rápidamente de él antes de apresurarse a bajar las escaleras.

Taekwoon sentía que la sangre se le iba al piso, y quiso correr rápido detrás de él, pero por alguna razón sus piernas no reaccionaban, solo sentía su mundo venirse abajo, siendo aplastado por una culpa enorme cuando al fin pudieron reaccionar sus rodillas en conjunto con sus pies, bajando al primer piso pero viendo al moreno arrancar su auto, yéndose no solo con un regalo bonito y bien adornado, sino con su número de teléfono.

La leyenda era corta, solo estaba escrito "Jung" y justo debajo el número "82-2-24-5-2012", el primero en notarlo fue Jaehwan, al querer acomodar la tarjeta entre el moño de la caja de regalo para la señora Cha, a lo cual arqueó un poco la ceja y volteó a ver a Hakyeon quien estaba atento conduciendo, haciendo una pequeña mueca con los labios.

-¿Será algún proveedor? –Preguntó cuando lo creyó prudente, ante una luz roja del semáforo, ganándose así la atención del otro y mostrándole el reverso de la tarjeta.

-¿Oh? Probablemente, no lo había notado~. –Murmuró, quedándose algo pensativo. –Creo que es mejor deshacernos de la tarjeta, alguien podría usar ese número para hacer alguna estafa o bromas. –Y con una sonrisa enamoradiza en los labios, sonrió después de recibir un inesperado beso. –Cuatro años de novios y sigues haciendo eso como el primer día.

-¿Tiene algo de malo~? –Preguntó en un berrinche exagerado e infantil. –Verde~.

-Nada de malo. –Sonrió algo tímido, conduciendo camino a casa de sus padres, cantando a la par de su novio quien, al ritmo de una canción pop de momento, rompía en pequeños pedazos la tarjeta de regalo.

LO SENTIMOS...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora