CAPITULO 24

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ALLISON MILLER

A pesar de haber comunicado a Adam la noticia acerca de mi embarazo, no lograba eludir la sensación de temor que me embargaba. Era consciente de que en el momento en que los hermanos Kozlov tuvieran conocimiento del juicio, nuestras existencias se verían amenazadas con una intensidad mayor a la que ya afrontábamos. Las sombras de peligro se cernían con más fuerza sobre nosotros, como nubarrones oscuros presagiando tormenta, alimentando la inquietud en lo más profundo de mi ser.

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El sol se derramaba en un cálido río dorado sobre el asfalto mientras subía al coche, y allí, como una espectadora ansiosa de secretos compartidos, estaba Alex, esperándome con un brillo de anticipación en sus ojos.

—¿Cómo te fue?—saltó en la conversación de inmediato, su voz como la melodía inquieta de una canción que ya estaba en marcha.

—Le dije a Adam sobre mi embarazo— solté, desatando el manto de emoción que había estado conteniendo.

—¡Qué!—reaccionó Alex, su sorpresa inmediata un eco de las emociones que fluían. —¿Y qué te dijo? ¿Se emocionó?—.

—¡Sí!—solté una risa, permitiendo que la alegría resonara en mi voz como campanas tintineantes. —Si lo hubieras escuchado... gritó varias veces que sería papá. Me abrazó y me alzó en el aire. Era como si la felicidad se hubiera convertido en una ráfaga de viento que me envolvía, besando mi rostro sin cesar.

La emoción danzaba en los ojos de Alex mientras asimilaba mis palabras.

—No puedo creerlo, Allison, reaccionó mucho mejor de lo que esperábamos—afirmó con asombro genuino.

—Lo sé—admití, dejando que la gratitud inundara mis palabras. —Y no sabes cuánto alivio siento al saber que él está al tanto. Era como si hubiera dejado caer una carga pesada.

Una sonrisa suave y comprensiva curvó los labios de Alex, recordando la tristeza que había estado pintada en mi rostro antes. Nuestro recorrido nos guió hacia una dulcería, y de repente, un antojo irresistible se apoderó de mí.

—¿Qué te parece si pasamos por una dulcería?— sugirió Alex, conocedora de mi debilidad por los dulces.

—Me parece perfecto—respondí con entusiasmo, dejando que mis deseos tomaran forma en palabras.

—Lo que ordene mi sobrina—respondió Alex con complicidad, evocando una risa compartida entre nosotras.

—Alex, cuando le conté a Adam la noticia hoy, sentí que el bebé también estaba feliz. Puede sonar extraño, pero tuve la sensación de que reaccionó emocionalmente a la voz de su padre.

—¡Oh, Ali!—exclamó Alex, atrapada por el torrente de emoción que brotaba entre nosotras.

—Lo sé—suspiré, imaginando ya los pasos iniciales en un nuevo capítulo de nuestras vidas. —Me encantaría comenzar a comprar ropita. Ahora que me siento más tranquila, quiero tener ese gesto para mi bebé.

—Por supuesto, hagamos compras para el bebé—respondió Alex, sumándose a la complicidad de nuestros planes futuros.

Después de haber saciado nuestros antojos, nos encaminamos hacia el apartamento de Alex. Pero algo en su actitud me llamó la atención; la vi inquieta, como si una sombra se hubiera posado en su espíritu.

—¿Pasa algo?— pregunté, detectando su inquietud latente.

Ella no dejaba de escudriñar el espejo retrovisor, su expresión concentrada. —¿Por qué cambiamos de ruta?—inquirí, observando cómo nos desviábamos del camino previsto.

DEFENDIENDO A UN CRIMINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora