CAPÍTULO 3 : Frustración y heridas

1.9K 78 4
                                    


ALLISON MILLER

El lugar tenía una tranquilidad que contrastaba con el torbellino de emociones que me abrumaba. Adam, con su presencia imponente, se sentó frente a mí, sus ojos revelando un destello de curiosidad mientras me observaba.

—Vaya lugar...  ¿vienes aquí seguido?—preguntó, rompiendo el silencio con su voz grave y controlada.

—De hecho, solía venir a menudo, pero ya no lo hago—respondí, sintiendo una ola de melancolía al recordar los días más simples.

—¿Por qué?—indagó, su curiosidad palpable en la forma en que inclinaba ligeramente la cabeza.

Solía venir con un amigo, pero tras su muerte dejé de frecuentar este lugar—confesé, sintiendo cómo el dolor de aquel recuerdo aún me pesaba.

—Lo siento—dijo él, y aunque sus palabras fueron simples, su tono llevaba un matiz de sinceridad que no esperaba.

Asentí en silencio mientras me sentaba, apreciando la manera en que la luz suave de la librería le daba un matiz más humano a su figura. —Bien, cuéntame qué pasó esa noche y sé específico—pedí, preparándome para enfrentar lo que fuera necesario.

—¿De verdad quieres los detalles? No quiero hacerte sentir incómoda—comentó, y su consideración, inesperada pero genuina, me hizo dudar por un instante.

—Necesito saber qué hiciste, dónde estabas, con quién estabas y a qué hora. Así que sí, quiero detalles—insistí, sabiendo que la verdad era esencial, sin importar cuán incómoda pudiera ser.

—Bien—aceptó él, y su conformidad me hizo consciente de la seriedad de la situación.

—Ahora, grabaré la conversación para luego tomar nota de la línea de tiempo de esa noche. ¿De acuerdo?—dije, tratando de mantener una voz firme mientras sacaba mi celular de mi bolso y lo colocaba sobre la mesa. Noté cómo Adam trataba de ocultar una sonrisa, como si supiera algo que yo no, y disfrutara de mi inocencia.

—Puedes concentrarte, por favor. Quiero que seas sincero—solicité, mirándolo directamente a los ojos.

—Como ordene, jefa—comentó él, su tono serio y su mirada fija en mí.

—Bien, empieza... ahora—anuncié, activando la grabación.

—Estaba en mi casa viendo mi programa de cocina y recibí un mensaje—comenzó él, y no pude evitar sonreír al oírlo mencionar su programa de cocina. No parecía el tipo de hombre que se sentaría a ver un programa de cocina, ni siquiera el tipo que miraría la televisión en general.

—¿Ocurre algo?—preguntó, notando mi sonrisa.

Aclaré mi garganta. —No, continúa—pedí, tratando de mantener la profesionalidad.

—Tomé el celular y vi que era un mensaje de texto. Era un número desconocido—continuó él, su voz tranquila y mesurada.

—Bien, sigue—animé, aunque una parte de mí se preguntaba cómo era posible que alguien como él, tan calculador y prudente, decidiera seguir las instrucciones de un mensaje sospechoso.

—El mensaje contenía una dirección. Era un viejo almacén en las afueras de la ciudad, así que me vestí y llamé a mi amigo Riki—declaró. —Él es el dueño de un bar muy famoso en la avenida Rut.

—¿Así que recibes un mensaje sospechoso con una dirección y lo primero que haces es ir al lugar?—pregunté, incrédula ante su osadía.

—Por supuesto—respondió él, su seriedad inquebrantable.

DEFENDIENDO A UN CRIMINALWhere stories live. Discover now