CAPITULO 18

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ALLISON MILLER

Riki tomó un momento para pensar y asintió con decisión.

—Al demonio los Kozlov, voy a ayudarte a encontrar a la niña. —afirmó—. Pero no le digas nada a Adam, no quiero escuchar sus sermones. —advirtió—.

—No te preocupes, no pensaba hacerlo.

—Bien, entonces empecemos. —anunció caminando hacia su computadora—. Cuando Adam me pidió localizar a la niña, logré rastrearla hasta aquí. —señaló la pantalla del monitor—.

—¿Pittsburg? ¿Qué harían en Oklahoma? —pregunté desconcertada—. Creí que vivían en California, pero apartadas.

—Yo pensé igual porque cuando Adam le enviaba dinero a Susan, ella siempre retiraba el dinero en un máximo de 2 horas.

—¿Eso quiere decir que estaba cerca de él?

—Exacto, todo este tiempo estuvo viviendo cerca de nosotros.

—Pero ¿entonces qué hacen en Pittsburg?

—Investigué a Susan y resulta ser que su familia era de McAlester, una ciudad en el condado de Pittsburg.

—¿Y hace cuánto tiempo están allá?

—Ahí es donde se pone interesante. Hace una semana ingresó una niña de 8 años llamada Madeline Davis, al parecer la niña está recibiendo algún tipo de terapia física allí.

—¿Pero cómo sabes que es ella? Podría ser cualquiera....

—Eso creí la primera vez, pero descubrí que Susan usaba el apellido de soltera de su madre, es decir, Taylor. Pero legalmente lleva el apellido de su padrastro.

—Que es....

—Davis. —afirma—.

—Creo que ya me perdí —comenta Alex confundida.

—A ver si te entendí. Me estás diciendo que el apellido legal de Susan es Davis, como el de su padrastro, pero que siempre usaba el apellido de soltera de su madre. ¿Y que ahora es el que lleva la pequeña Susan?

—Exacto, sé que suena complicado, pero es la verdad.

—Claro, tiene sentido. La abuela debió creer que los tipos que mataron a Susan vendrían por su nieta, y por eso hizo el cambio de identidad.

—Pero todavía no entiendo, ¿cómo es que están en dos ciudades a la vez?

—Yo tampoco, pero la única información que conseguí fue que ingresó al hospital San George, aquí en California.

—Entonces habría que acceder al registro del hospital. —sugerí—.

—Y allí encontrarías los datos de la niña, incluyendo....

—¡La dirección verdadera! —enfatizé—.

—Sí, pero, ya lo intenté varias veces y no pude entrar al sistema del hospital.

—Tú no, pero sé de alguien que podría entrar y conseguir la dirección de Susan.

Me volteé y miré a Alex, quien estaba sentada en el viejo sofá.

—Ni lo pienses. —advirtió—.

—Alex, vamos—supliqué—. Es la vida de una niña la que corre peligro, necesito que vayas a ese hospital y consigas la dirección de la pequeña Susan.

—Ali, ¿y si me descubren? —me podrían quitar mi licencia—.

—¿Ósea que te enfrentaste a un criminal y a tipos armados, pero temes entrar a robar información de un paciente, con la certeza de que si te descubren te despidan? —pregunté—

DEFENDIENDO A UN CRIMINALWhere stories live. Discover now