CAPITULO 26

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ALLISON MILLER

Susan estaba justo frente a mí, trabajando para desatar el amarre que aprisionaba mi mano izquierda. Una debilidad me había invadido, dejando mis piernas adormecidas y mi cuerpo pesado.

—¡Sí! —exclamó Susan con un tono victorioso.

Finalmente, el nudo cedió, liberando mi mano de su restricción a la camilla. La mano de Susan se posó sobre la mía y gentilmente me ayudó a levantarme.

—Despacio, con cuidado —aconsejaba Susan, sus palabras resonaban con calma y apoyo.

Me senté con precaución y me deslicé hacia el borde de la camilla, finalmente poniéndome de pie, aunque tambaleante.

—¿Puedes caminar? —preguntó Susan, preocupación en su voz.

—Creo que sí —respondí incierta, dando un par de pasos mientras me aferraba a ella para mantener el equilibrio.

—Está bien, sujétate de mí —indicó Susan, firme en su apoyo.

Juntas avanzamos, dejando atrás la cama en la que había estado confinada. Pronto llegamos a una puerta disimulada detrás de montones de cajas.

—Siéntate aquí —ordenó Susan con determinación.

Miré hacia la puerta cerrada, mi mente luchaba por encontrar una solución para escapar de ese lugar.

—Está cerrada, ¿cómo se supone que saldremos? —pregunté con cierta ansiedad.

—Soy muy hábil abriendo candados —declaró Susan, su confianza evidente.

Observé cómo sacaba un fino gancho de su cabello y lo insertaba en el candado. Cautivada, seguí sus movimientos mientras maniobraba hábilmente el gancho hasta que el candado cedió. Una sonrisa compartida selló nuestro pequeño triunfo y me puse de pie, apoyándome en la pared.

—Vamos, ya casi escapamos de aquí —sus palabras estaban llenas de esperanza.

De repente, un grito lleno de ira resonó detrás de nosotras, seguido del estallido de disparos. Susan volteó su mirada hacia atrás y me tomó del brazo, urgente.

—Vamos, apóyate en mí —dijo con determinación.

Me apoyé en ella, y juntas comenzamos a correr, guiadas por el instinto de supervivencia. Los gritos airados de hombres persiguiéndonos nos impulsaban a mantenernos en movimiento.

—¡Vuelvan aquí! ¡Malditas perras! —sus voces resonaban como un coro amenazador.

Mis pulmones ardían mientras el miedo nos empujaba más allá de nuestros límites físicos. Nuestro trayecto nos llevó a una puerta que daba a un pasillo, que recorrimos con velocidad hasta llegar a su extremo. No había puerta visible, solo una ventana en lo alto.

—¡Mierda! —exclamó Susan con frustración, enfrentándonos a una barrera inesperada.

—Por la ventana —señalé con urgencia.

—Necesitamos algo para subir —dijo Susan, su mente trabajando rápidamente.

—Los tanques de basura —señalé con certeza.

Con determinación, Susan arrastró los tanques hasta debajo de la ventana, escaló sobre ellos y abrió la ventana con cuidado.

—Listo, ven —me llamó, su tono vibraba con anticipación.

Me levanté lo más rápido posible y, al avanzar hacia ella, escuché los pasos acercándose de los hombres que nos perseguían.

—¡Corran, están escapando por la ventana! —sus voces nos seguían, irritadas por nuestra audacia.

DEFENDIENDO A UN CRIMINALWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu