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En general, la habitación estaba zumbando con personas y conversaciones felices y no pudo evitar la forma en que sus hombros se relajaban de inmediato.

—Buenos días— saludó Olivia, un ceño fruncido en su rostro mientras solucionaba el desastre de chocolate que James había hecho en la isla de la cocina —Dieciocho años juntos y todavía estoy limpiando sus cosas

—Confía en mí, eso nunca cambiara— intervino Molly

Regulus simplemente dejó escapar una pequeña sonrisa cuando las dos mujeres hablaron sobre las molestas peculiares de sus esposos.

El menor de los Black se preguntó si el dolor se detendría, si el anhelo desapareciera alguna vez. Se preguntó si alguna vez dejaría de desear haberlo hecho.

Quería estar molesto porque Maxwell había dejado levantada la tapa del inodoro o tenía los pares de calcetines incorrectos. Quería despertarse con los pies fríos porque su amante había retirado todas las mantas. Quería experimentar todos los peculíes problemas de la vida matrimonial y estar tan frustrado con su esposo que todo lo que podía hacer era suspirar.

Quería quedarse dormido en los brazos de su marido y despertarse en el borde de la cama y quería las peleas y que lo conociera mejor que el mismo se conocía.

Regulus siempre había estado celoso de sus amigos. Está celoso de la forma en que James envolvía sus brazos alrededor de Olivia, celoso de la forma en que Molly y Arthur compartirían miradas, celoso de la forma en que Remus empujaba a Samuel lejos debido a la molestia.

Pero era algo con lo que debería vivir. El dolor y el anhelo se han convertido en una parte de él como lo son sus piernas y brazos.

Y supone que es mejor que nunca tener que experimentar un amor tan fuerte que puedas sentirlo en cada átomo de tu cuerpo. Un amor tan fuerte que ni siquiera el tiempo en sí puede desaparecer el dolor.










































SIRIUS BLACK NUNCA CIERRA LAS PUERTAS DEL TODO. Las mantiene abiertas, siempre dejando un pequeño peek en su habitación. Siempre hay una silla frente a la puerta, una mesa a su lado y hasta los muertos de la noche, lo verá sentado allí, leyendo un libro o entreteniéndose con magia.

Los niños solían preguntar por qué. ¿Por qué prefiere la silla incómoda antes que su cama o por qué se queda despierto toda la noche, solo mirando al vacío?

Y la respuesta es... Que Sirius Black está esperando.

Está esperando una carta que nunca llegará, una persona que nunca regresará, una mujer que nunca volverá a ver. Pero él sigue esperando.

Diecisiete años después, desde que murió Katherine Summers, todavía está esperando.

A veces el se arrepiente. A veces, él desea haber huido con ella, al demonio con los demás y los hubiera dejado luchando solos en la guerra.

Luego, ve hacía la ventana y ve a Huxley lanzándole arena a Amara. Él observa como George llora de la risa una vez que Mari comienza a perseguir al hombre lobo. Ve a Fred y Max a unos pocos pasos detrás de ellos, sus brazos se entrelazan con fuerza, sus cuerpos tiemblan de la risa mientras miran a Amara, mientras esta cae.

Sin molestarse en levantarse, la niña simplemente se sentó cruzando las piernas y sus brazos y haciendo pucheros mientras miraba a los cuatro niños hasta que Huxley finalmente se disculpó y la ayudó.

Sirius no puede evitar que una sonrisa se enganche en su rostro mientras observaba la escena y se dio cuenta de que valió la pena.

Habían luchado y habían perdido, pero ganaron.

Kat sabía el costo de quedarse, de luchar en una guerra y, sin embargo, había luchado hasta que ya no pudo. Ella había luchado con su vida por una causa en la que creía. Ella murió para que la generación después de la de ella pudiera vivir y Sirius está casi disgustado consigo mismo por querer robarle ese acto heroico.

Sirius vive una vida feliz. Está rodeado de personas que ama, personas que igual lo aman. Y eso es más de lo que otros pueden decir. Sin embargo, cuando el sol se mete y la casa comienza a tranquilizarse lentamente y todos comienzan a ir a la cama, una vez más coloca una silla frente a la puerta y tiene un té calentando sus dedos.

Cuando se abre la puerta, no es quien está esperando. En cambio, su hermanito menor le da una sonrisa cálida, colocando su propia silla al lado de suya. Y juntos, los dos esperan.

Esperan a que la pena se vaya, esperan por el momento en que finalmente puedan cerrar la puerta. Sin embargo, sabiendo que nunca vendrá.

HURRICANE, james potter ✓Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu