━━ TWENTY EIGHT

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┏━━━━━━━━━━━━┓ CAPÍTULO VEINTIOCHO
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—SIEMPRE TENÍAMOS LA INTENCIÓN DE DECIRNOS ADIÓS, ¿No es así?—La voz de Regulus es ronca, espesa por las palabras que se obligó a tragar

Maxwell sonrió con tristeza, sus ojos son cálidos, a los que Regulus se había acostumbrado tanto. Siempre son cálidos, acogedores y decididos.

El asintió.

—Sí, eso creo

—Te amo—admite Regulus, con la mano agarrando su varita con tanta fuerza que su puño se estaba volviendo blanco—Te amo demasiado

Maxwell dio un paso adelante hasta que apenas quedaron centímetros entre ellos. Con los ojos cerrados, plantó un beso en la frente de su amante.

—Lo sé, lo sé. Yo también te amo

—No me obligues a hacer esto, por favor—suplica Regulus, con lágrimas cayendo libremente por sus mejillas

El chico sonrió tristemente de nuevo como si no tuviera otra opción. Regulus supo entonces que Maxwell lo había aceptado, aceptado su muerte como si fuera su destino.

—Es irónico, ¿No? ¿Cómo la esperanza nos mantiene respirando sólo para matarnos al final? No me queda ninguna esperanza, Reg. Mi vida termino, la tuya no. Tienes que seguir adelante

Lentamente, la mano de Maxwell cubre la de Regulus. Lentamente, levantó la varita hasta que apuntó exactamente donde estaba su corazón.

—Te amo

Regulus no pudo controlar sus sollozos.

—Por favor, Max, por favor no me obligues a hacer esto

—Tiene que hacerse, Reg

—Niño de oro, niño león—susurró Regulus entre sollozos y los labios de Maxwell se alzaron en una sonrisa—Dime cómo es conquistar

—Niño valiente, niño roto—responde Maxwell, su voz igual de suave—Dime cómo es quemarse

Y muy lentamente, sin apartar los ojos de los del chico más joven y sujetar con fuerza la mano a la suya, murmuró las palabras.

Avada kedavra

Regulus se despertó empapado de sudor frío, su pecho palpitaba y todo su cuerpo temblaba. Se frotó los ojos llorosos y miró el reloj para ver que solo eran las dos y diez de la mañana.

Se permitió un momento para calmarse, inhalando y exhalando. Cerró los ojos con fuerza, apoyándose en la cabecera para calmarse mientras se obligaba a concentrarse en el fuerte latido de su corazón contra sus oídos.

Tomó más de un momento, por supuesto.

Regulus aprendió temprano en la vida que sus propios demonios personales eran casi imposibles de ahuyentar, especialmente bajo la luz de la luna sin nada más que la compañía de sus pensamientos. Pero finalmente, se calmó lo suficiente como para salir de la posición fetal en la que de alguna manera se había encontrado.

Sabiendo que no había forma de que pudiera volver a dormir, Regulus dejó escapar un suspiro antes de quitarse las mantas, sin dejar que sus ojos se dirigieran a la varita que descansaba sobre su mesita de noche, la misma varita que había matado a su antiguo amante.

HURRICANE, james potter ✓Where stories live. Discover now