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Es viernes, hoy los chicos han venido a entrenar a la cancha, incluso Logan, quien no me ha mirado una sola vez, solamente mira la pantalla de su celular sin prestar atención a lo que dicen sus amigos

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Es viernes, hoy los chicos han venido a entrenar a la cancha, incluso Logan, quien no me ha mirado una sola vez, solamente mira la pantalla de su celular sin prestar atención a lo que dicen sus amigos. Zach y yo estamos en las gradas, él está fumando y yo estoy a su lado comiéndome una paleta de cereza.

No pude evitar recordar las palabras de su tío el día que me citó en la dirección, —Se ha comportado diferente estos últimos meses, ya no discute con los profesores o con sus compañeros, ya no se mete en peleas fuera del internado y está intentando dejar de fumar.

¿Hablaba en serio? ¿Zach quería dejar de fumar... por mí?

Me quedé mirándolo más de cuenta, él lo notó y enarcó una ceja sin apartar sus ojos grises de los míos. No me cabía en la cabeza la imagen de Zach sin un cigarro entre los labios, era como imaginar un invierno caluroso o una tormenta de nieve en primavera, cosas que eran imposibles de ver.

—¿En serio estás intentando dejarlo? —le pregunté directamente y me crucé de brazos esperando que me respondiera.

Zach se me quedó mirando entre confundido y pensativo, y sin divagar tanto preguntó:

—¿Dejar el qué?

—El cigarro, ¿piensas dejarlo? —repetí mi pregunta señalando el cigarrillo que tenía en la mano.

—¿Por qué me preguntas eso de la nada? —cuestionó confuso frunciendo el ceño.

—¿Por qué no respondes mi pregunta? —exclamé manteniéndole la mirada.

Él se llevó el cigarrillo a la boca e inhaló un par de veces, después soltó el humo y volvió a mirarme, —Porque lo que dijiste es una estupidez, si tuviera un buen motivo para dejarlo créeme que lo haría, pero no lo tengo —respondió tranquilamente.

—¿Y si yo fuera ese motivo? —le pregunté mordiéndome el labio.

Al escucharme Zach alejó el cigarrillo de su boca y humedeció sus labios, encogió los hombros y me dedicó una sonrisa de lado que me derritió el corazón.

—Ya lo eres —dijo en un susurro apenas audible.

De un momento a otro sentí como su mano rozó mi nuca, su contacto frío hizo que me estremeciera, mi fuerza se debilitó cuando lo vi acercándose lentamente a mi rostro.

No me lo pensé mucho cuando salté sobre él y le di un abrazo con tanta fuerza que los dos casi caímos gradas abajo. Comencé a reírme a carcajadas cuando él ahogó un grito de sorpresa sujetándome por la cintura para retenerme a su lado.

—Melodie, joder, que susto me has dado, casi no alcanzaba a sostenerte —se quejó apretándome contra su cuerpo. Le toqué la punta de la nariz y le sonreí divertida—. Vale, fue un poco gracioso.

—¿Un poco? Debiste ver tu cara —seguí riéndome de él abiertamente y pude darme cuenta que él también quería reírse, pero estaba conteniendo su sonrisa.

PerdiéndonosWhere stories live. Discover now