Capítulo 12

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"Solo se muere cuando se olvida, y yo nunca te olvido"

-Coco.

Es curioso la forma en la que percibimos la muerte, como un gran peso en la espalda que nunca podemos llegar a arrancar. Sabiendo que algún día nos consumirá pero con la esperanza de que tarde lo suficiente como para escapar. "De la muerte no se puede escapar" Dicen. La muerte te sigue como el placer más intenso que puede llegar, como el sol en un día de verano que arde sobre tu piel con la intensidad de mil soles. La muerte es miedo y el miedo es dolor. 

Nos pasamos desde que nacemos imaginando que pasará el día que llegue ese demonio con alas negras y nos arrebate lo único que algún día creímos que nos perteneció, pero igual el demonio no es demonio sino ángel de alas rotas vagando por el abismo del recuerdo y el olvido. 

Algunos desean que llegue, otros le temen y muchos anhelan su efecto, el ángel de alas rotas te acecha en las sombras esperando su gran momento. Puede llegar mientras duermes, cuando cruzas la carretera, en un viaje de ensueño, un día de pesca, en tu aburrido trabajo, junto a tu amable esposo, habiendo pasado unos largos años o en cambio sin poder llegar a disfrutar de una agradable niñez. La única certeza de la muerte es que no tiene preferencias de ningún tipo, ni joven ni anciano ni rubio ni moreno ni alto ni bajo ni grueso ni delgado ni rico ni pobre ni feliz ni triste ni amable ni borde ni bueno ni malo ni futuro ni pasado... Solo abismo, solo oscuridad y cuando te fundes en ella... llega la paz y el desaliento de tus amados.

Quizás tenerle miedo es lo más sensato, pero tenerle miedo desde que momento y sobre todo a qué precio. Cuando tenemos diez años sufrimos porque les llegue a nuestras personas más cercanas, cuando cumplimos los treinta ya hemos visto el efecto que ejerce y el dolor que arrastra y solo podemos plantearnos preguntas sin respuestas, a los cincuenta ya comienzas a plantearte seriamente su efecto, cuando llegará y comienzas a cambiar hábitos de tu vida cotidiana para alargar todo el tiempo posible vuestro encuentro, a los setenta piensas en ello solamente temiendo si tus seres queridos podrán vivir con ello, si consigues llegar a los ochenta simplemente dejas correr el tiempo y esperas con los brazos abiertos su llegada y cuando llega... Bueno, eso no lo sabe realmente nadie. Solo sabemos lo que arrastra consigo.

La muerte es enemiga de muchos y amiga de otros muchos pero su peso es como tu propia sombra, ojalá los humanos no fuéramos tan frágiles pero la verdad es, que somos como el cristal un mal golpe y ya te encuentras en el olvido, te recogen del suelo te tiran a la basura y en unos cinco minutos nada hace referencia a que tú has estado allí.

Si  has tenido la suerte de no haber perdido a nadie durante toda tu vida ni animal ni persona tienes la certeza de que en algún momento pasará.  Hacerme un favor, pensar en una persona ya sea abuelo, abuela, hermana, hermano, amigo, amiga, tío, tía, padre, madre, hijo, hija, perro, gato... Solamente imaginar que eso pasa. Aunque sepas que eso todavía no ha pasado todos sabemos que en algún momento pasará y sufriremos, porque dolerá con la intensidad de mil espadas cortando tú piel y en el fondo de tú corazón una llama te abrasará lentamente hasta que decidas que es el momento de coger la manguera.

Podría despedirme diciendo que es el ciclo de la vida que aunque nadie a mi alrededor halla fallecido no me aterra la idea, que no pensemos que solo disfrutemos... Pero sería mentira. En algún momento vamos a pensar en nuestro ángel de alas rotas y solo podemos darle la mano y caminar juntos hacia el abismo.

-Cerré el ordenador.- Me dispuse a coger la mochila y colgarla sobre mis hombros, mientras eche una rápida mirada en el espejo de cuerpo entero situado a un lado de mi escritorio. Hoy en especial me había decidido por un conjunto que apreciaba, como nos encontramos en la época donde comienza ha hacer algo de frio me decidí por unos vaqueros anchos de color negro, un cinturón canela, un top de tirantes básico de color canela a conjunto con el cinturón y por último una trenza que lucia hermosa sobre mi espalda. No solía maquillarme pero hoy había decidido ponerme mascara de pestañas y aprovechando que se me habían cortado los labios cacao de fresa.

Sueños quebrados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora