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—¡Jimin, Jimin, Jimin, Jimin!

Un grito emitido por Taehyung a lo lejos ahuyentó a Jimin, quien, recostado en la cama en su habitación, se sobresaltó y cayó con torpeza. Tae volvió a pegar un grito al entrar a la pieza y su amigo lo miró horrorizado, sin saber qué sucedía.

—¡Jimin!

—¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—¡Jimin! Jimin, ¡adivina qué!

La sonrisa de pícara de Taehyung le quitó preocupación al rubio e hizo que éste refunfuñara al mirar su mascarilla en el suelo. Se agachó a recoger el pedazo de tela bañada en avena y miró con mala cara a su mejor amigo.

—Más vale que sea algo bueno, Kim Taehyung, estás interrumpiendo mi sesión de amor propio.

—¡Jimin! Vamos, es en serio, ¡adivina!

—No sé, uhm... ¿ya salieron los resultados del sorteo de libros?

—No, todavía falta un poco. Es otra cosa, ¡adivina!

—Tae, paciencia no es una virtud con la que cuente, amor.

El menor renegó por unos segundos por su poco esfuerzo, pero terminó sentándose en la cama junto a él, sin dejar de sujetar su teléfono con emoción. Jimin alzó una ceja. ¿Qué podría traer tan animado a su tigrecito?

—¿Tienes una cita con Jungkook?

—¡Oye! —El de la idea rio al recibir un golpe sin fuerza en el brazo. Taehyung puchereó negando con las manos—. Claro que no, ya hablamos de eso.

—Por eso prefiero a Bo-

—Ya tengo trabajo.

Jimin calló. Giró ligeramente la cabeza y parpadeó, esperando a que Taehyung repitiera lo que acababa de decir.

—¿Qué, qué?

—¡Tengo trabajo! No, corrección: ¡tenemos!

—¡¿Tenemos?!

Kim se echó a reír en la cama al ver el rostro confuso de su amigo, hasta que éste le pidió explicaciones y se aclaró la garganta para cesar las carcajadas.

—No me mientas o lloro, Taehyung.

—¡No miento! ¿Recuerdas la cafetería a la que fuimos esa vez? La última, que está a unas cuadras.

La sonrisa que Jimin tenía y las ideas del posible increíble trabajo en el que estarían juntos, se desvaneció en una mueca de inconformidad. Taehyung lo tomó del brazo y lo sacudió un poco para que no se desanimara... Ya sabía que pondría esa cara.

—Vamos, Jimin...

Jimin rechistó sin hacerle mucho caso.

Aquella noche habían conversado unos minutos con la dueña del negocio y todo parecía ir bien (pensó que tampoco podía exigir demasiado siendo un simple universitario en Seúl); el sueldo no estaba mal y parecía suficiente por trabajar unas horas en una cafetería no tan concurrida. Una de las trabajadoras se les acercó ofreciéndoles con amabilidad unas tazas de café; era muy joven y parecía bastante nerviosa por el temblor en sus manos, lo que produjo que en un mal movimiento dejara caer la bandeja estrepitosamente.

Jimin casi ahogó un grito al sentir el café caliente en la pierna y ella gritó del susto.

—¡Perdón! ¡Lo siento mucho, señor! —Las manos le temblaron mucho más. Jimin se levantó rápido y no se quejó al verla tan nerviosa—. ¡Lo siento, señor!

All of my LifeWhere stories live. Discover now