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Sentado en el cómodo sofá de Coffee King, Jungkook recordaba una y otra vez las palabras dichas por el chico de la caja. Sí, debía admitir que le había causado cierto temor. Había logrado intimidarlo lo necesario. Cabe decir que la nariz roja por el resfrío le disminuía puntos; no obstante, su vecino había logrado su cometido amenazándolo.

Y le había brindado también información.

Su amigo, del que solo recordaba su apellido, vivía también con él allí. En su mismo piso, a solo un par de metros de distancia, literalmente. ¿Qué tanto deseaba jugar la vida con él?, se preguntaba, ¿qué tanto más lo pondría a prueba y por qué?

¿Qué pasaría cuando volviese a ver a ese hombre? Quizás si se tomaba más tiempo mirándolo se daría cuenta de que solo había alucinado el rostro de su Younghoon en él, que solo había sido una ilusión, un mal juego de su mente. Eso, o que realmente existiese alguien tan, tan idéntico. Vaya, sonaba casi irreal.

¿Alguien igual a su Younghoon?

Su lindo Younie.

Cerró la puerta de la cafetería y abrió el paraguas para que la reciente lluvia no le empapara. El clima cada vez estaba más loco. Se detuvo en una farmacia cercana a su edificio, y aún con inseguridad, ingresó.

No pasaron más de cinco minutos allí dentro cuando salió con una bolsa que contenía medicamentos para el resfrío. El chico rubio de la caja estaba mal de salud y, si mal no recordaba, también lo había estado el chico del ascensor. En una de las citas que tuvo con Yoongi éste le había dicho que a veces era bueno actuar sin pensar demasiado las cosas, y decidió que esta vez aplicaría las palabras de su hyung psicólogo, porque necesitaba disculparse de alguna forma con el chico que asustó esa vez. No se comería la cabeza pensando en si debía acercarse o no, simplemente lo haría.

Se disculparía de una buena vez por todas.

Ese chico no era culpable de sus memorias. De su mente que le jugaba con crueldad a veces.

Vaya, ¿cómo era posible que una bolsa de jarabes y pastillas le hiciera sentir ansioso? Aunque, no era un nerviosismo malo, de esos que tenía cuando temía o no sabía qué estaba pasando consigo mismo, no. Contrario a eso, sentía que la tranquilidad llenaba su pecho. Comenzaba a sentirse bien con solo pensar en disculparse, sentía que podía superar la depresión, que él podía superar la tristeza. ¿Cómo era posible?

Movió una pierna mientras esperaba a que el ascensor le llevase a su destino. Ya tenía su plan en mente: saldría de allí directo al departamento vecino y les entregaría los medicamentos en señal de disculpas por su comportamiento la semana anterior y luego volvería a su departamento con un peso menos en el corazón. Ah, y después llamaría también a su sobrinito Soobin, ya lo estaba extrañando mucho.

El universo actuó con más rapidez de la que esperaba, pensó, cuando las puertas se abrieron y lo que sus ojos captaron primero fue a un hombre de espaldas en la puerta vecina. Presionó en un puño la bolsa, por un segundo dudando de dar un paso adelante.

—Llaves, llaves, ¿por qué se pierden cuando más las necesito? —Escuchaba la voz de la persona cuyo rostro no podía ver, pero que Jungkook ya sabía quién era. Él se sacudió el cabello que parecía estar húmedo, quizá por la lluvia—. Mimi te va a matar —se decía en voz alta a sí mismo.

Movió las piernas y avanzó hasta su propia puerta, pero se quedó allí parado.

No, Jungkook, vamos, tú puedes. Debes disculparte, tú puedes hacerlo.

All of my LifeWhere stories live. Discover now