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—No debiste ofrecerte a la bruja

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—No debiste ofrecerte a la bruja. — reclamo Aslan con un deje de enojo, la reina estaba sentada en un cojín frente a él. — Con mi vida hubiésemos cerrado el trato.

Fayna solo un suspiro y hablo.

—Ambos sabemos que no se conformaría solo con la tuya. — tomo el puente de su nariz entre sus dedos. — Esa bruja quiere verme muerta desde hace más de un siglo, la profecía dice que ayudare a los Pevensie, tal vez esa sea la forma de ayudarlos, salvando a Edmund, debemos confiar en que la magia insondable te salvara.

—Eso es lo que me preocupa, si yo muero está bien, solo no poder salir de mi nación, no sabemos si la magia también te perdonara... — No temía por su vida, temía por la de ella.

—Porque al no haber acabado con ella y haberle perdonado la vida aquella vez puede considerarme traidora. — completo lo dicho por el rey. — Eso ni siquiera nosotros lo sabemos.

—El pueblo sabe que no eres una traidora, fuiste creada para reinar con bondad y así lo has hecho, esa bondad fue la que te hizo creer que ella cambiaria. — consoló.

—Esa bondad destruyo mi pueblo, si la magia me perdona créeme, no volver en confiar en nadie que haga algo así a Narnia. — aseguro. — No tengo miedo. — sonrió para tranquilizar al León. Aslan se puso de pie y camino hasta a ella para apoyar su melena en su cabellera, ambos abrazándose.

El león si temía, quería a la pelirroja más que a nadie.

—De no volver aquí, te veré en mi nación. — ambos sonrieron cortamente. Aslan fue el primero en levantarse. — ahora deberíamos ir a la celebración, los narnianos querrán celebrar como en los viejos tiempos. — animó. Sabía que a ella siempre le gustaron esas fogatas.

Y sí, todos estaban felices porque el hijo de Adán viviría, ninguno en el pueblo sabía que su amada soberana podría morir. El ambiente feliz se sentía por todos lados, o bueno, casi.

Si esta sería su última noche, seria mejor que la celebrara al máximo.

Ambos salieron de la carpa sonriendo, como si todo estuviera bien. El campamento al verlos hizo una reverencia y los recibieron con sonrisas.

"No te quiebres, ellos dependen de ti." Era lo que la reina siempre se repetía. No podía permitirse el volver a fallar.

—Fay. — nada más llegar las dos Pevensie arrastraron a la pelirroja con ellas mientras Aslan hablaba con Oreius.

Las hermanas jalaron a su amiga hasta llegar con los dos Pevensie restantes, lo que no esperaba es que Edmund se lanzara a abrazarla.

—Gracias, gracias, gracias. — hablo el pequeño con voz ahogada.

Los Pevensie cada vez entraban más en el corazón de Fayna.

—Tu no tuviste la culpa. — consoló mientras se separaba. — Tal vez ya lo sepan, pero se celebrará la llegada de Edmund, y bueno, es una forma de recibir de nuevo la primavera.

—¿Cómo lo que nos contaste? — Pregunto Lucy con ilusión a lo que Fayna asintió con sonrisa emocionada.

Las hermanas se alejaron a su carpa con el pretexto de cambiarse de ropa y Ed, entendió la indirecta. El pelinegro no era tonto, no tardo en notar que su hermano tenía un pequeño flechazo con la muchacha de cabellos rojizos.

—Edmund. — fingió voz chillona. — A si, ¡ya voy señora Castor! — corrió hacia donde estaba el matrimonio de los castores sintiendo las miradas extrañadas de su hermano y los animales.

—Peter. — lo llamó. — acompáñame, quiero hablar de algo contigo. — hizo una seña con la cabeza.

Lo guio hasta el lago en donde la noche anterior la encontró.

—¿Qué querías decirme? — inquirió cuando ambos se sentaron en el pasto.

—Aunque Aslan y yo conseguimos salvar la vida de tu hermano, la guerra sigue siendo inevitable. — su semblante era serio, pero sin perder su calma habitual. — Seré sincera contigo, no será fácil y aunque no me grada la idea, deberás saber clavar una espada sin miedo, sin titubear. Pero también tendrás que saber dirigir a tu ejército y crear tácticas de guerra.

—¿Tu no lideraras el ejército? — preguntó con un toque de temor.

Peter un tenía miedo, si, había matado a Maugrim, pero no ni la mitad que liderar a todo si ejército a la victoria o a la muerte. Confiaba en ambos reyes, pero aún no sabía si confiar en si mismo.

Por su parte, Fayna no quería hablar sobre su posible muerte por el sacrificio.

—Yo te enseñare todo lo que sé, pero debes creer en que puedes hacerlo. — evadió la pregunta. — Y te enseñare desde ahora, no sabemos cuándo la bruja dará la declaración de guerra.

Toda la tarde, Peter aprendio a moverse con armadura y crear tácticas de acuerdo al campo de batalla.

Fayna admiraba su determinación, notaba que estaba entregado todo para salvar Narnia, de algún modo le recordaba a ella cuando comenzó siendo una guerrera del ejercito de Aslan, entrenado día y noche, avanzando al mismo tiempo en magia y armas, e incluso el aprender a combinarlas.

Recordaba cada noche en la que se quedaba en vela leyendo libros de magia, todas las veces que lloraba a oscuras por la presión puesta en ella, temía tomar el mando del reino y no hacerlo bien. Pero al final lo logró, al notar que estaba lista el pueblo insistió para ascenderla al trono y así el león lo hizo.

Jamás se enamoró, siempre se dijo así misma que debía enfocarse en Narnia, no en algún chico, para ella no valía la pena.

—Fayna, ¿Alguna vez te has enamorado? — La pregunta de Peter la desconcertó. Ambos tenían la respiración agitada por el entrenamiento.

—No. — contestó sin pizca de mentira y atacó al muchacho. — Supongo que jamás preste atención esas cosas.

—Pero me extraña que lleves siglos gobernando, ¿Jamás te pretendió alguien? —

Ni siquiera él tenía idea del por qué se tomaba el atrevimiento de preguntar tales cosas.

—Pues no, los narnianos siempre me trataron como reina o amiga, jamás con segundas intenciones. — se limitó a contestar.

—¿Por qué nos confiaste tu ejercito? — decidió cambiar de tema.

La verdad es que Peter siempre se preguntaba por qué Fayna les tenía la confianza de dejar que manejaran sus tropas, así como confiar en que ellos sabrían reinar.

—Puedo ver que se esfuerzan, Peter. — sonrió poniendo su mano sobre la de él, para ella solo significaba apoyo, pero para un muchacho humano no era lo mismo. — La profecía no se equivocó al enviarlos, están destinados a esto y tengo fe en ustedes.

El adolescente se sintió realmente bien al saber que alguien creía en él, siempre se había esforzado para que alguien se sintiera orgulloso de él, jamás espero que fuera alguien que conoció en un reino mágico que su hermanita encontró.

Ambos, al notar que anochecía se dirigieron a donde los narnianos habían recocido leña para una hoguera y puesto piedras y troncos grandes a base de asientos.

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𝐓𝐇𝐄 𝐏𝐇𝐎𝐄𝐍𝐈𝐗 𝐐𝐔𝐄𝐄𝐍 ༒ Las crónicas de NarniaWhere stories live. Discover now