»17

3.2K 150 1
                                    

-Ya cuando quieras puedes soltarme. Si no es que quieres pasar toda la noche así conmigo. A mí no importaría eh.

Confundida dejé de abrazarle y bajé de la moto. En el mismo sitio de antes, debajo del árbol. Estiré mi falda y coloqué mis botas, luego levanté la vista y otra vez me estaba observando curioso. Fruncí el ceño y se encontró con mi mirada.

—Debo admitir, que ese uniforme te sienta bien.

—¿Qué? - pregunté atónita. Su boca se fue curvando, formando una risa algo pícara.

—Hay Espósito, Espósito...que ingenua eres. — carcajeó rozando mi hombro mientras caminaba en sentido contrario a mí. Un pequeño escalofrío.

—¿A qué juegas? — me giré rápidamente.

—¿A qué juego? — giró.

—Eso te he preguntado.—  asentí mirándole a los ojos.

—Yo no juego a nada. —avanzó un paso. — ¿Y tú? - elevó una ceja.

—¿Tú crees que yo querría jugar a algo contigo Espósito?

—¿Y tú crees que yo dejaría que jugaras conmigo Lanzani?

Peter se quedó observándome nuevamente, con aquel rostro con el que miraba a las plásticas. Un rostro totalmente extraño que no encajaba para nada entre él y yo. Lo observé seriamente y luego, comencé a caminar a paso ligero.

—Vamos por aquí. — dijo tirando de mi brazo una vez más.

—Me va a terminar saliendo un cardenal. — solté su mano y lo miré con furia. Él rió falsamente.

—¿Se puede saber a dónde vamos? — pregunté. Caminábamos sin rumbo y en torno a otra dirección que no era la entrada de la universidad.

—¿No querrás entrar por la entrada no? — me miró. — Nos verían.

—¿Y a donde vamos?

—¿Por qué haces tantas preguntas?

Respiré hondo, resignada y le seguí. Era de noche, aquello estaba muy oscuro y Peter caminaba rápido.

—¡Te quieres esperar!

—¡Quieres caminar más rápido!

—¡Joder Peter!

—¿¡Qué!?

—¡ Las clases de piano!

—¿Y eso a que viene ahora? —paró.

—¿Nos la cargaremos? —pregunté asustada.

—No. — sonrió. — Anda, vamos. — Volvió a tirar de mi brazo.

Caminamos por un pasto, que apenas se podía ver. Las plantas me hacían daño en mis piernas desnudas, algunas llegándome a picar.

—¡Ah, mierda! — grité y llevé la mano a mi rodilla.

—¿Qué pasa? — preguntó alarmado acercándose.

—Nada. — lo observé.

Miré mi rodilla y la acaricié. Volví a mirarlo y seguí caminando aguantando el escozor mientras el bufaba algo que no logré escuchar.

Caminamos unos cuatro minutos más, hasta encontrarnos una gran valla. Lo miré.

—¿Te ayudo? — preguntó.

—¿Qué? — pregunté alarmada.

—Supongo que necesitarás ayuda para subir. — carcajeó. Miré la valla. Casi dos metros.

Desafío al corazón»Laliter  [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora