Capítulo 21 - Volverte a ver

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El sábado amanecí temprano. Le mandé un mensaje a Paula preguntando si estaba despierta. Necesitaba contarle lo que había pasado la noche anterior.

No aparecía en linea, y tampoco me había leído el mensaje. Supuse que estaba aprovechando que los niños dormían y estaría durmiendo ella también.

Me puse a preparar el desayuno mientras escuchaba música. Necesitaba ocupar la mente en algo que no fuera Alex. Para colmo solo pensaba en pintarlo, o sea que ni siquiera podía utilizar mi vía de escape favorita: la pintura.

Estaba haciendo jugo de naranjas cuando me llegó una notificación de mensaje a mi celular. Me abalancé sobre él pensando que sería Paula, pero no era ella. Era un número desconocido. Abrí la aplicación y leí el mensaje.

***Hola Mayte. Soy Alex. Este es mi número, por favor agéndalo. Me gustaría verte, necesitamos hablar. Anna me dijo que tendría que reunirme contigo para ver tus obras y escoger las que expondremos. ¿Qué dices? ¿Le hacemos caso? Espero tu respuesta, bonita.***

Basada en mi comportamiento de la noche anterior con Javi, no estaba segura que fuera una buena idea acceder a verlo. Lo más sano sería seguir el vínculo laboral a través de Anna. Por otra parte, tenía curiosidad, quería hablar con él y que me pusiera al día de su vida. Había muchas cosas que hablar, muchas cosas que perdonarnos. El problema es que con Alex carecía de autocontrol, y si todo seguía como siempre, a él le pasaba igual; me temía que acabaríamos terminando lo que empezamos en aquella casilla de salvavidas hace catorce años.

No quería estar sola con él en casa, pero menos quería que se encontrara con Javi, así que le respondí, escueta, el mensaje.

*** Hola, Alex. De acuerdo. Veámonos el lunes a las 10 de la mañana. Mi atelier está en mi departamento: Calle de los Cerezos 235. Departamento 702. Te espero.***

Inmediatamente me llegó la respuesta.

***Vale. Me queda perfecto. Este fin de semana estoy con Leandro. El domingo de noche lo llevo con su madre. Nos vemos el lunes. No puedo esperar 😉***

No sé por qué, pero me alegró saber que tenía al niño el fin de semana y el domingo lo llevaba con su madre. Eso significaba que estaban separados. Debería haberme entristecido por el pobre Leandro, pero no sucedió. Intenté no machacarme demasiado con lo que significaba aquello. Yo no podía estar pensando en el estado civil de Alex. No cuando yo sí tenía claro mi estado civil. O no.

Presa de una fiebre de inspiración, me metí en el altillo del departamento, donde tenía mi atelier, y comencé a pintar. No fui consciente del tiempo que pasó hasta que miré por la ventana y vi que era de noche. Había estado ahí más de diez horas. Sin paradas para comer ni para ir al baño. Inspiración, que le dicen. No me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba hasta que vi las pizzas que estaba preparando Javi. Me senté en una banqueta de la cocina y devoré la mitad de una. Me estaba quemando, pero no me importaba.

Esa noche miramos una película acostados en el sofá. Javi se quedó dormido a mi lado y yo me dediqué a observarlo. Era muy guapo, aunque lo opuesto a Alex. De cabello oscuro, ojos marrones, muy alto. Y excelente persona. No se merecía mis dudas. No se las había merecido nunca, y menos ahora que la sombra de Alex rondaba continuamente por mi mente. Antes era un fantasma. Ahora era de carne y hueso. Y el lunes vendría a casa.

El domingo lo pasamos en casa, yendo de la cama al sillón, y viceversa. Ni siquiera cocinamos, pedimos comida china, la favorita de Javi. Yo estaba muy nerviosa por el día siguiente. Tanto que no le conté nada de la visita de Alex. Quería serle sincera, pero primero quería encontrarme con él y tener esa charla que nos debíamos. Después probablemente seguiríamos cada uno con su vida y yo no tendría que decirle nada a Javi.

El lunes me desperté con la alarma de Javi. Se levantó, se duchó y fue a la cocina a desayunar. Todos los días se iba de casa a las ocho en punto, y regresaba después de las seis de la tarde. Trabajaba como sub-gerente de un banco, lo que lo mantenía muy ocupado, especialmente ahora que el gerente estaba por retirarse y Javi era el candidato al puesto.

Me levanté y ordené la casa. Lavé los trastos, aspiré la alfombra, lavé ropa y barrí las escaleras que iban al atelier. Necesitaba estar ocupada esas dos horas. Cuando faltaba media hora me di una ducha y me vestí. Elegí un look casual, para que diera la impresión de que estaba en mi casa. Bueno, así era. Me puse unos jeans y un jersey de manga corta con cuello amplio que me dejaba un hombro al descubierto y el ombligo al aire. Me até el cabello en una coleta alta. Me quedé descalza, como solía hacer en casa.

A las diez menos cinco sonó el timbre y las mariposas de mi estómago se descontrolaron. Le abrí para que subiera y lo esperé en el umbral de la puerta. Cuando se abrieron las puertas del ascensor y lo vi aparecer, me desintegré. Vestía unos jeans y una camisa negra ajustada, pero así vestido se parecía mucho más al Alex verdadero. Sonreí de oreja a oreja al verlo y lo invité a pasar. Antes de entrar me tomó de la cintura y me plantó un suave beso en la mejilla.

–¿Quieres beber algo? –pregunté, súbitamente acalorada.

–Agua está bien, gracias.

Le serví un vaso con agua y lo invité a pasar al living. Se sentó en el sofá grande, entonces yo me senté en el individual. Necesitaba guardar las distancias.

–Alex...– intenté decir algo pero me callé. Simplemente no sabía qué decir. A veces las palabras sobran. Y a veces no.

–Mayte. – Alex estaba serio. Muy serio. Jugaba con sus manos continuamente. No lo recordaba tan nervioso.

–Dime.

–Te amo.

Definitivamente en esta ocasión no sobraban las palabras.

Aquel veranoKde žijí příběhy. Začni objevovat