Capítulo 3 - Subidón

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No entendía qué me pasaba. Los siguientes tres días me los pasé pensando en Alex. Era muy raro...¡Ni siquiera era mi tipo! Yo jamás saldría con alguien tan...¿Cuál era la palabra que quería usar? ¿Hippie? No quería sonar prepotente o prejuiciosa, pero los chicos que me habían gustado siempre eran más clásicos. Y con clásicos me refería a chicos clásicos, jugadores de fútbol o de tenis, estudiantes tipo, populares digamos. Por eso no entendía por qué no podía sacar de mi mente a este chico de cabello largo del que solo conocía su nombre. Y su sonrisa. Y sus ojos...

Tratando de pensar en otra cosa, prendí mi walkman, con tan mala fortuna que empezó Subidón, de Fey. Cerré los ojos y escuché la canción, que parecía describir a la perfección cómo me sentía.

Es un colador, mi corazón,
De tanto agujero,
Que has logrado abrir,
Picando en mí,
Como un pájaro carpintero.

No sabía nada de él, y sin embargo, no podía parar de pensarlo.

Los últimos tres días había estado como una acechadora profesional, yendo "de casualidad" al supermercado para ver si lo veía en el puesto de su hermana, pero no había tenido éxito.

Me terminé convenciendo de que no lo volvería a ver, que quizá se había ido del balneario. Nunca llegué a saber si vivía aquí o venía a veces. De hecho, no llegué a saber nada de él.

Y ahí estaba, saltándome mis rutinas, y persiguiendo a ¿un fantasma? Quizá había imaginado que había existido esa especie de conexión, y simplemente había querido ser amable conmigo. Saltaba a la vista por otro lado que él era mucho más grande que yo. Sin lugar a dudas no pensaría perder el tiempo con una chica de 16 años, menos cuando podría tener a todas las mujeres que quisiera.

¡Ay! ¿Pero qué me pasaba? ¿Por qué estaba sintiéndome tan incómoda de pensar en él con una mujer? Definitivamente no estaba muy bien de la cabeza.

De pronto, sentí una gran nostalgia por estar con mi mejor amiga. Paula podría comprenderme. Ella siempre me comprendía. Lamentablemente este verano no la iba a poder ver. Sus padres la habían castigado porque le había ido muy mal en los estudios y se había llevado siete materias a examen. Así que se pasaría todo el verano estudiando y yendo a profesores particulares. Por supuesto le habían prohibido venirse a la playa conmigo, como hacíamos todos los años.

Así que estaba sola. Pero eso no me iba a impedir hablar con ella y contarle todo. Decidí ir hasta el locutorio y llamarla por teléfono. Lamentablemente no la encontré, estaba en la academia preparando uno de sus exámenes. Mientras volvía a casa me convencí de que era lo mejor. ¿Qué le iba a decir? ¿Que había creído tener algo con un chico que me había regalado una tobillera? Es que eso no tenía pies ni cabeza.

Seguí caminando hacia casa, eran las seis de la tarde, y ese día no habíamos ido a la playa porque el día estaba fresco. Frené en una esquina porque estaban cruzando unas bicicletas, cuando sentí una voz que me hizo temblar de pies a cabeza.

-¡Vaya! No sabía que los ángeles veranean en Costa Brava...

Aquel veranoKde žijí příběhy. Začni objevovat