Capítulo 8 - Robarte un beso

107 22 17
                                    

El viernes llegó más rápido de lo que pensaba. Me encontré con Alex a las nueve de la noche en la plaza del centro. Como no sabía dónde íbamos a pasar la noche, fui preparada. Llevé unos pantalones de jean, unas zapatillas y una remera de manga corta. En una mochila puse un canguro bastante abrigado y una fina manta en la que podríamos acostarnos. Pero conociendo a Alex, ya tendría todo previsto.

Apenas llegamos me tomó de la mano y caminamos hacia un parador cercano al puerto. Allí funcionaba un restaurante que elaboraba todo tipo de platos con mariscos.

El lugar era acogedor y a la vez informal. Me alegré por eso porque vestida de jeans y zapatillas no hubiera podido entrar a algún lugar más lujoso. Alex también llevaba un pantalón de jean con una camisa de manga larga, que llevaba remangada hasta los codos. Calzaba zapatillas, y como abrigo tenía un cárdigan negro atado a la cintura.

-Espero que te gusten los mariscos- dijo mientras tomábamos asiento.

-Me encantan-, respondí.

-Mejor entonces, porque estamos en el mejor lugar de toda la costa para comer mariscos. Este lugar es genial. Cocinan de maravilla, y cuando se hacen las doce, corren todas las mesas y ponen música. Me encantaría bailar contigo-.

Yo sonreí y le respondí que a mí también me gustaría bailar con él.

Llegó el camarero y nos recomendó la paella para dos. Ambos accedimos y esperamos la cena. Para beber pedimos vino blanco y agua mineral.

Tenía razón. La paella fue un manjar, al igual que el vino, casaban a la perfección. Cuando llegó la hora del postre, ya estábamos repletos, entonces pedimos para compartir. Ordenamos un volcán de chocolate con helado de vainilla que estaba para chuparse los dedos. Alex me dio en la boca cucharadas del volcán y del helado y ese fue otro momento íntimo y hermoso que compartimos.

Al rato se acercaron amablemente a pedirnos que nos levantáramos de nuestra mesa porque iba a armarse la pista de baile.

-Bueno, cariño. Llegó el momento de bajar todo lo que comimos-.

Me reí y lo seguí.

Me llevé otra sorpresa con él, porque bailaba a la perfección. Lo había juzgado mal, pensando que como le gustaba el rock no sabría bailar nada más. Estaba equivocadísima. Llevaba el ritmo con una gracia impresionante, y me dejó de boca abierta con su movimiento de caderas. Me seguía sorprendiendo. Todavía no podía comprender del todo a Alex. Era increíble, cuando creía que descubría algo sobre él, aparecía con otra cosa que me desconcertaba. Era una caja de sorpresas.

En el parador era "Noche tropical'', entonces toda la música era del género salsa, merengue, o cumbias. De más está decir que nos reímos hasta el cansancio, bailamos mucho y nos divertimos. Las horas pasaron volando, y cuando miramos el reloj eran las dos de la mañana.

-¡Menos mal que me preguntaste la hora! Casi me olvido. Ven aquí.- Me tomó de la mano y me acercó a una baranda de madera que daba al agua del mar. Me acerqué al borde y él me abrazó por detrás. -A partir de las dos y trece minutos, comenzará a verse en el cielo un eclipse de luna. Pensé que sería hermoso compartirlo contigo. Una manera de recordar para siempre esto que tenemos.-

Sus palabras hicieron que se me llenaran los ojos de lágrimas. No quería que pensara en olvidar, en un final. No cuando apenas habíamos comenzado.

-No quiero que digas eso. No quiero pensar en el final, Alex-.

-Yo tampoco, pero todo puede pasar, cariño. Es una posibilidad. Puede pasar cualquier cosa. Aunque algún día esto terminara, me gustará recordar este momento para siempre.-

-Es hermoso, Alex. Nunca lo olvidaré-

Como si de magia se tratara, comenzó a sonar una canción de los Salsa Kids, "Robarte un beso". Alex volvió a abrazarme por detrás mientras esperábamos el eclipse. Comenzó a cantar en mi oído.

Quiero robarte un beso
Hacer de ese instante uno eterno
Robarle la ternura
De tu boquita llena de dulzura
Subir al firmamento
Envuelto en la fragancia de tu pelo
Dormir en tu silencio
Soñando cuando me digas 'te quiero', amor.

Como si de la película Titanic se tratara, giré mi cabeza hacia la derecha y quedé apoyada en el pecho de Alex. Levanté la mirada y nuestros azules se encontraron. No hubo necesidad de palabras. Era el momento. Pero antes de acercarse, me habló con suavidad.

-Hay una antigua leyenda Celta que dice que cuando una pareja se da su primer beso en una noche de eclipse lunar, su amor durará para siempre... así que aquí estamos... Quería que esta noche fuera especial, y quiero que esto dure para siempre. Y quiero robarte un beso, Mayte-.

Giré mi cuerpo hasta quedar frente a él, incrédula:

-¿Estuviste esperando el eclipse para besarme por primera vez?-

-Bueno... quería garantías- bromeó con una sonrisa y se acercó a mí. Me tomó la cara con sus manos y supe que iba a pasar.

De pronto ya no sonreía. Sus ojos azules estaban fijos en mi boca. Se pasó brevemente la lengua por su labio inferior, e instintivamente abrí los míos, invitándolo a acercarse. No sabía bien qué era lo que estaba haciendo dada mi poca experiencia, temblaba como una hoja, mi único beso había sido un fracaso. ¿Y si lo arruinaba? Me puse más nerviosa todavía. Pero en cuanto su boca se posó sobre la mía, todos los miedos desaparecieron.

Sus gruesos labios besaron primero con suavidad, contenidos, para ir dando paso de a poco a algo mucho más salvaje, lleno de pasión. Su lengua se posó con lentitud en mi labio inferior y la mía le dio permiso, entonces comenzó un beso mucho más profundo e intenso, una sensación que nunca creí que pudiera sentir, que iba más allá del acto físico del beso. Implicaba el cuerpo, el alma, el espíritu. Cuando Alex tocó mis labios todo se transformó, sentí que estaba en mi hogar, que estaba donde siempre había tenido que estar. No había punto de comparación con mi beso anterior. Sin lugar a dudas éste era mi primer beso. Todavía no había terminado y ya me sentía triste porque no quería alejarme de él.

Apenas nos separamos, me sentí vacía. Alex sonrió y me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja.

-Bueno...¿Qué te pareció?- me preguntó.

Yo estaba embriagada por las emociones. Me sentía plena y feliz, enamorada. En mi mente estaba empezando a parecerme real la posibilidad de que llegáramos a algo serio, definitivo tal vez.

Sí, sé que tenía solo dieciséis años, pero ¿quién sabe? A veces ocurre.

Como toda respuesta me abalancé sobre él y volví a besarlo. Superó la sorpresa inicial y me tomó de la cintura con fuerza, empujándome con fuerza contra la baranda de madera mientras yo colgaba mis brazos de su cuello. Este segundo beso fue mucho más largo e intenso, tanto que ambos estábamos sin respiración cuando nos separamos.

Aquel veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora