Capítulo 19 - Eclipse

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Como en uno de mis tantos sueños, y con las piernas temblorosas, me acerqué a la sala de donde provenía la canción. Cuando escuché la voz del cantante, no me quedaron dudas. Era él. Su voz estaba más grave, pero la hubiera reconocido aún estando sorda. Era Alex. 

Me apresuré a entrar, pero me quedé al fondo. No estaba segura de querer que me viera. Cuando lo vi, fue como si despertara de un sueño. No lo podía creer. No podía creer que estuviera allí.

Now that I've tried to talk to you
And make you understand
All you have to do is close your eyes
And just reach out your hands
And touch me
Hold me close
Don't ever let me go

No estaba segura de que me fuera a dar la vida para absorber lo que estaba viviendo en ese momento. Mis latidos iban a diez mil por minuto, no podía parar de temblar, y mis sentidos estaban descontrolados.

Lo observé. Los años le habían favorecido más de lo que creía posible. Cuando lo conocí era hermoso, pero ahora, no tenía palabras para describirlo. Sus profundos ojos azules se podían notar desde la otra punta de la habitación. Su cara había cambiado, se lo veía maduro, con más arrugas pero que le quedaban mucho mejor. Llevaba una sombra de barba que le daba profundidad a su rostro. En su oreja ya no llevaba la caravana que había usado años atrás, y su cabello estaba corto, ya nada quedaba de aquellas ondas que tanto había acariciado. Vestía un esmoquin, pero el moño estaba desprendido, al igual que el primer botón de la camisa. Se había puesto cómodo para tocar.

Terminó la canción y sentí que mi alma se apagaba. Me oculté detrás de un hombre alto para que no me viera y lo escuché dirigirse al público que aplaudía sin cesar y vitoreaba con alegría.

–Muchas gracias a todos. Gracias por estar aquí. Tengo que retirarme unos minutos, pero volveré en breve para continuar con esta pequeña muestra musical que signif...

–¡Aquí estás, cariño! Te estaba buscando por todas partes. Ven conmigo, el dueño se va a reunir contigo ahora. Te está esperando.

Anna me arrastró prácticamente por el lugar. Llegamos a una puerta que decía "Acceso restringido". Anna la abrió con una tarjeta especial y me pidió que la siguiera. Yo iba flotando, no podía creer haber visto a Alex después de tantos años. Recé mentalmente por que no se fuera antes de que terminara mi reunión con el dueño. Necesitaba hablar con él de alguna manera.

Con la poca lucidez que me quedaba le mandé un mensaje a Javi para que no se preocupara, diciéndole que iba camino a la reunión.

Finalmente, mis pies cansados encontraron un alivio. Después de atravesar un acceso que daba a la cocina y al otro lado lo que parecían unos baños, seguimos derecho hasta que nos encontramos frente a dos puertas. Anna abrió la primera y apareció una oficina gerencial. Estaba vacía. Había un enorme y moderno escritorio, con una laptop y una lámpara encima. «Muy minimalista para un septuagenario», pensé. El resto de la estancia era muy acogedora, con dos enormes sillones blancos de tres cuerpos, con aspecto de ser muy cómodos. Una pequeña mesita ratona complementaba el ambiente. En un rincón descansaba un carrito con distintas bebidas alcohólicas y un pequeño frigobar descansaba al lado. Algunos cuadros de autores que no logré identificar colgaban de las paredes.

–Ponte cómoda, querida. Ya está viniendo para aquí. Perdona, pero tengo que volver a la fiesta. Tengo que controlar muchas cosas. Quédate tranquila, que saldrá todo bien. ¡Mucha suerte!

No me dio tiempo a agradecerle. Salió volando de la oficina y me dejó parada frente a los sillones.

No sabía qué hacer en ese tipo de situaciones. ¿Debía sentarme o quedarme parada? ¿Debía sentarme frente al escritorio, junto a la puerta de entrada, o en los sillones, en el sector más alejado de la puerta? Decidí que me sentaría en el sillón y en cuanto sintiera la puerta me pararía. Supuse que alguien tendría que traerlo, salvo que pudiera moverse con agilidad en su silla.

Aquel veranoWhere stories live. Discover now