Capítulo 12 - Nunca es para siempre

99 19 15
                                    


En ese mismo momento vi en sus ojos la desilusión, el desengaño, la ira. Todas esas emociones cruzaron su rostro en un breve instante.

-¿Eso es verdad, Mayte? ¿De verdad tienes dieciséis?

Yo temblaba como una hoja y las lágrimas corrían por mi rostro. No podía mirarlo a los ojos, solo miraba hacia abajo mientras no paraba de llorar.

-¡Contesta, Mayte! ¿Me has mentido?

Me obligué a mirarlo a los ojos, y ojalá no lo hubiera hecho, porque me habría quedado con el recuerdo de sus ojos enamorados, y no estos ojos fríos como el acero, que me miraban a distancia y rogaban en silencio que le dijera que todo había sido una broma.

-Es verdad, Alex. Tengo dieciséis-, dije, avergonzada.

Fue todo lo que necesitó. Se acercó furioso, señalándome con el dedo, como para decirme algo, pero se detuvo. Caminó tres pasos hacia atrás, se pasó las manos por la cara y pegó un grito.

-¡JODER, Mayte! Dijimos que seríamos sinceros. ¿Sabes qué? Esto fue un error. Nunca debí conocerte. Que seas feliz-. Se frotó el entrecejo con su mano izquierda, respiró profundo y comenzó a caminar para irse. Pero se frenó, y las ilusiones volvieron a mí...por un momento. Se dio vuelta y buscó algo en su bolsillo. Sacó un sobre. Mi carta. <<No, por favor. No lo hagas>>, rogué en silencio. Pero lo hizo.. La rompió en cientos de pedazos, tiró los minúsculos papelitos al aire y se largó. Yo lo llamé y le grité, pero no hizo caso. Hice un ademán de correr tras él, pero mi hermano me tomó con fuerza del brazo, mientras me amenazaba en un susurro:

-Si das un paso más, me voy directo a contarle todo a papá y mamá.

Me quedé petrificada, con lágrimas corriendo por mi cara y temblando mientras lo veía alejarse de mí para siempre. Los trozos de mi carta volaban con el viento hacia distintos lugares, y así me sentía yo, con el corazón roto en mil pedazos.

Mi hermano intentó moverme, pero no pudo hacerlo, no hasta que Alex desapareció de mi campo visual. Cuando dobló en una esquina, me tomó del brazo y me arrastró a casa. Intentando suavizar el ambiente, me hizo aceptar el trato de que yo no insistiera con Alex a cambio de su silencio. Solo pude asentir, se me habían acabado las palabras.

Cuando llegamos a casa mis padres se extrañaron de que estuviera llorando, pero Mauro les dijo que estaba mal por separarme de mi amiga, "Alexandra". Mencionó su nombre de modo reprobatorio, pero lo ignoré. Me metí en mi habitación, cerré la puerta de un golpe, y seguí llorando. Necesitaba hablar con él. Necesitaba pedirle perdón y que entendiera por qué había mentido. Nos iríamos en cuestión de horas, y empecé a idear un plan para verlo.

Guardé de cualquier manera mis cosas en el bolso y la mochila, y me senté en la cama a pensar.

Mauro irrumpió en mi habitación sin golpear la puerta, como siempre.

-¿Que no sabes tocar, Mauro?

-Lo que estés pensando hacer, Mayte, no lo hagas.

-Yo no estoy pensando nada.

-Te conozco. ¿Te crees que voy a comprar tu personaje de niña obediente? Mira, no sé con qué cuentos te llenó la cabeza ese tipo, pero tienes que saber que los hombres de esa edad solo quieren una cosa...Dime, Mayte, él...¿te hizo daño?

-¿Pero de qué cojones estás hablando? Tú no lo conoces, no sabes nada sobre él, así que no te sientas con el derecho de juzgarlo porque...

-Dime ya. ¿Follaste con él?

Lo miré cruzada de brazos, desafiante. No pensaba decirle una palabra. Que sufriera.

-Mayte, por el amor de Dios. Ese tipo tiene, ¿qué?, ¿veinte años? ¿No te das cuenta que está abusando de ti? Por favor, dime que no follásteis.

Aquel veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora