Capítulo 10 - I don't want to miss a thing

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Dormimos un par de horas, y sobre las cinco y media de la mañana el sol se empezó a colar por las ventanas, que no tenían ninguna cortina.

Me desperecé y bostecé, todo al mismo tiempo, mientras noté que Alex estaba a mi lado, mirándome y sonriendo. Cuando vio que estaba despierta, comenzó a cantar. A capella. ¡Oh! ¡Por! ¡Dios! Si había algo mejor que escuchar a Alex cantar con su guitarra, era escuchar a Alex cantando a capella. Definitivamente estaba perdida por él.

I could stay awake just to hear you breathing
Watch you smile while you are sleeping
While you're far away and dreaming
I could spend my life in this sweet surrender
I could stay lost in this moment forever
Where every moment spent with you
Is a moment I treasure

Don't want to close my eyes
I don't want to fall asleep
Because I'd miss you, baby
And I don't want to miss a thing
Because even when I dream of you
The sweetest dream would never do
I'd still miss you, baby
And I don't want to miss a thing

Lying close to you
Feeling your heart beating
And I'm wondering what you're dreaming
Wondering if it's me you're seeing
Then I kiss your eyes and
Thank God we're together
And I just want to stay with you
In this moment forever, forever and ever

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Podría estar despierto solo para oírte respirar,
mirar tu sonrisa mientras estás dormida,
mientras estás lejos y soñando,
podría gastar mi vida en esta dulce rendición,
podría estar perdido en este momento para siempre,
en dónde cada momento gastado contigo,
es un momento que atesoro.

No quiero cerrar los ojos,
no quiero caer dormido,
porque te echaría de menos cariño,
y no quiero perderme una sola cosa,
porque incluso cuando sueño contigo,
el sueño más dulce nunca evitaría
que todavía te echara de menos, cariño,
y no quiero perderme una sola cosa.

Recostado cerca de ti,
sintiendo los latidos de tu corazón,
y me pregunto qué estarás soñando,
me pregunto si es a mí a quien estás viendo,
entonces beso tus ojos y
doy gracias a Dios porque estamos juntos.
Y solo quiero estar contigo,
en este momento, para siempre, para siempre jamás.

Cuando terminó la canción yo tenía los ojos llenos de lágrimas, que él se apresuró a quitar con sus besos. Estuvimos allí hasta las seis. Limpiamos un poco el desorden, cerramos el candado de la puerta y volvimos al centro.

Caminamos por las calles todavía desiertas y al rato paramos en una panadería para comprar algo para desayunar. Estábamos agotados, pero felices. Esa noche había sido la mejor de mi vida. Me sentía libre y con mucha energía. Nos prometimos que volveríamos a hacerlo antes que terminara febrero.

No queríamos hablar de qué pasaría después. Dolía demasiado pensar en separarnos, pero a su vez, pensar en continuar una relación se veía muy difícil. Más teniendo en cuenta que él creía que yo tenía dieciocho años cuando en realidad tenía dieciséis. Por otra parte, mis padres jamás lo aceptarían. Empecé a hacer una lista mental de por qué podían rechazarlo:

* En primer lugar, por su apariencia física.

* En segundo lugar, por su modo de vestir.

* En tercer lugar, por su modo de ver la vida.

* En cuarto lugar, por su trabajo (o falta de él).

* En quinto lugar, por la ausencia de una cuenta bancaria.

Mucho me temía que la lista podría seguir por muchos puntos más. No es que mis padres fueran monstruos. Es solo que me cuidaban demasiado. Y me sobreprotegían. Y nada era suficiente para ellos. Conmigo también lo hacían.

Traté de disimular mi preocupación cuando Alex me preguntó qué me pasaba. Le dije que nada, pero no me creyó. Una vez más, leyéndome la mente, me acarició la cara, me dio un corto beso y me dijo:

-No te preocupes por el futuro. Recuerda: disfrutemos del momento, es todo lo que tenemos. Mañana ya veremos-.

¿Cómo era posible que supiera lo que me pasaba? Seguramente él debía estar teniendo la misma preocupación, y quería tranquilizarme, y a su vez, tranquilizarse él.

A las nueve de la mañana me dejó en la esquina de casa y se fue, después de coordinar para vernos esa tarde. Yo entré, saludé a mis padres que estaban desayunando en la terraza y me fui directo a mi habitación. Me acosté y me dormí en cuestión de segundos. Lo que había sido una noche estupenda había quedado teñida por el miedo y la incertidumbre.

Me desperté cerca de las tres de la tarde. Comí un trozo de pollo al horno con ensalada, que me había dejado mi madre. Preparé un licuado de frutas, lo puse en una botella térmica, y me fui a la playa.

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Continuaron pasando los días, y el fin de febrero se acercaba con inexorable velocidad. Nuestra relación iba viento en popa. Habíamos superado la incomodidad respecto al futuro, aunque seguíamos sin mencionar el tema. Nos dedicábamos a disfrutar del día a día. Y ese día a día estaba lleno de besos, de caricias, de pasión. Cada vez nos resultaba más difícil mantener las manos quietas, explotábamos de deseo contenido.

El veintisiete de febrero a la noche nos encontramos en la casilla de guardavidas otra vez. En esta oportunidad fuimos directo para allí. Íbamos a pasar la noche juntos, y al día siguiente después del mediodía nos iríamos del balneario con mi familia hacia nuestra casa.

Le había escrito una carta de despedida. Intenté no ser dramática pero fracasé en el intento. Lo importante es que allí le dejé mi número de teléfono, mi dirección, y hasta el número de mi amiga Paula, que se había ofrecido como intermediaria de nuestra relación. Se la di en un sobre que decía en letras grandes: "NO LEER HASTA EL 1° DE MARZO". Tenía miedo de que si la leía antes, no fuera capaz de irme.

Aquel veranoWhere stories live. Discover now