Capítulo 36

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—No hay moros en la costa es momento de que te muevas—el murmuro de mi amigo apenas y se nota.

Que lleve los bolsos me facilita a mi caminar con el andador. Hemos mantenido un muy buen ritmo en cuanto a las horas que han transcurrido dentro del Coliseo, Hoyuelito tardó toda la tarde en cruzar el río en una balsa improvisada, se dió vuelta tres veces y estuvo a nada de ahogarse en cada una.

Adrián estaba completamente desesperado porque la ayuda no llegaba nunca y por otro lado Apolo disfruto de las enigmáticas imágenes de mi pobre amigo tragando agua sin parar.

Además después tuvo que dormir por cuatro horas para recuperarse, así que partimos recién a las cuatro de la madrugada nuestro pequeño viaje hacia el río. No creo que lo crucemos, pero para mí será aliviante viajar a través del agua.

La corriente no es fuerte, está pasiva, aunque mi amigo prefiere ir por la orilla de tierra, ya no tiene ganas de saborear lo que es un posible ahogo.

—Ve a camuflarte, no te preocupes por mí. No va a pasarme nada dentro del río—yo me quedo con los auriculares porque son a prueba de Agua y magníficamente el teclado también.

No separamos unos metros entre la maleza y el agua. Encontrar a Rizitos no es una opción aún, lo positivo es que no me separaré del engendro del Aire hasta que mis pies no toquen la nieve.

—Podrás estar comunicada con el autista. Vincularemos el micrófono izquierdo con el del y mantendrás el contacto con Apolo—explica Adrián— Nuestra comunicación no será intervenida por ningún otro artefacto, será el único que no tienes permitido apagar por nada del mundo—enfatiza en su última declaración.

Definitivamente aún no perdona mi imprudencia.

—A sus órdenes viejo mandón—refunfuño.

Lo primero que escucho son las carcajadas de Fotsis.

—¿Viejo? Soy cuatro años mayor que tú nada más—es gracioso reconocer que no le gustó para nada mi pequeña broma.

—Un veterano—añado intentando quitarle el hierro a mí competición y hacerle pensar qué estoy tranquila cuando en realidad siento que en cualquier momento voy a morir.

Me doy cuenta que en estas circunstancias necesito una razón para seguir adelante y no tiene que ver con mi vida, sino con otras. Me alienta pensar que puedo salvarle la vida aunque sea un inocente en el campo de batalla.

Mi gran amigo del alma entendía las rarezas que pasaban por mi cabeza, me transformaba en un juez, porque defendía a los débiles, pero a los que veía iguales a mí si los atacaba.

—¡Joder niña tienes talento para molestar a este Adrián Celopata Doskas!—su humor logra que vuelve a la realidad.

Entre broma y broma el tiempo transcurre y avanzamos metros y luego kilómetros, cada vez más cerca del siguiente enemigo.

Las pocas veces que hablé con Hoyuelito advertí que su voz se notaba temblorosa, y un tanto entrecortada. Porque si yo siento que esto es un calvario para él no es nada mejor.

Mis heridas agradecen que no salga del río, tuve que inyectarme contra las posibles infecciones que tuviese el agua. Jared fue el de la idea de agregar unas cuántos medicamentos de notoria necesidad.

Nuestro plan es ir en dirección a la Base que desactivé, sin embargo ya nos advirtieron que nos encontraríamos con más de un oponente y todos son una amenaza.

Un hombre del Aire, una chica del Fuego y un hombre del Agua.

Los que me preocupan son los del Aire y Agua, ya que están más cerca de lo que me gustaría. El del Elemento de mi amigo se encuentra a un kilómetro del cuartel y la del mío va por la zona que recorre el autista.

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