La Mujer (parte 2)

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Un cuarteto de violines mal afinados y ni hablar de la pésima sincronización para su oído agudo, los meseros pasan entre las mesas con fino equilibrio, sosteniendo charolas con botellas de distintos champagne o vinos, platillos ostentosos que cuestan más de lo que deberían pagar por ellos, pero a la gente le gusta vivir de apariencias. Para eso viven, para eso visten, para eso existen, para brindar un espejismo que alimente las frivolidades que llenan la retina de las personas insulsas, una delgada mano con tinta roja en las uñas lo detiene por la característica bufanda.

—Señor Holmes, pensé que tendría que ir yo misma por usted, olvidaba lo lento que puede llegar a ser— sus ojos curiosos recorrieron ese rostro níveo lleno de seducción una vez más, los labios rojos delineados perfectamente, puede imaginarla pasando la tinta por las finas líneas que podrían incitar a ser besadas, una sonrisa ladina le decora la cara.

—Soy un veneno mortal señor Holmes, cuide bien sus pensamientos, ¿cenamos? — Sherlock no puede evitar sentirse nuevamente como ese pequeño niño de rizos rojizos que jugaba a los piratas, todo su intelecto parece reducido al lado de la imponente "Mujer", aunque sabe que ellos juntos son incapaces de superar a su hermano Mycroft.

—¿Cuál es el caso? Póngame al tanto y lo resolveré probablemente antes del primer tiempo— Irene sonríe, el brillo en sus hermosos orbes verdes destella como si hubiese encendido algo dentro de sí.

—Pensé que era demasiado obvio y que llegaría aquí con ello resuelto, pero comprendo, tendré que explicarle ¿con que ejemplos prefiere? ¿primer grado o algún dibujo de parvulario? — la mirada de recelo por parte del consultor de detective no se hace esperar, eso simplemente evoca una risa genuina por parte de la elegante mujer.

—Sin rodeos señor Holmes, esta en juego la vida de una persona— agradece con la mirada el que dos copas de vinos sean puestas al centro y posteriormente llenadas hasta donde es conveniente.

—¿Y qué hacemos perdiendo el tiempo en este sitio? — Sherlock hace ademán de querer levantarse, pero Adler enarca una ceja y eso es suficiente para que el de rizos vuelva a su lugar.

—La persona en cuestión sabe como detener el suceso que lo llevará a la pronta muerte, pero no quiere ejecutar la acción que lo salvará— menciona Irene y se lleva a los labios de manera sofisticada la copa de vino, degustando con delicadeza el licor borgoña.

—Si lo sabe y no lo hace es porque es imbécil y no debemos meternos en eso, no pierdas mi tiempo con tonterías de gente ordinaria— la risa de La Mujer lo descoloca, une las yemas de los dedos y con la frente fruncida le sostiene la mirada a quien lo ve fijamente de regreso.

—¿Qué es tan divertido? — cuestiona sin comprender la reacción de su acompañante.

—Eres un novato Sherly, juegas a ser consultor de detective y ese tal Lestrade te deja serlo, Mycroft te cuida como el cachorrito que eres, pero cuando te doy un caso para resolver en menos tiempo que lo que dura una campanada, te acobardas y tiras, ¿cómo dicen?... la toalla— Irene sonríe con galantería —aunque eso no me molestaría si me permite un par de bofetadas en esas afiladas mejillas— Holmes se acomoda el cuello del abrigo.

—Te di la respuesta, no comprendo la comedia dentro de esto y si me permite tengo cosas mas importantes que hacer que fingir que quiero estar en este sitio—

Sherlock se levanta de la silla y se gira, dándole la espalda a la mesa, pero la voz melodiosa de Adler hace que se detenga en seco cuando ni siquiera ha osado a avanzar un paso.

—Yo tengo la respuesta señor Holmes, pero acompañaré a que usted descubra y una las piezas, partiremos de la pregunta clave, ¿le parece? —

El de rizos la ve por sobre el hombro.

—Encuentre la respuesta a este cuestionamiento distinguido consultor de detective— Siente el aliento cálido de Irene cerca de su mejilla, las manos de La Mujer posándose con seguridad sobre sus hombros.

—¿Por qué no impides la boda, Sherlock? — susurra y el castaño siente como sus latidos se detienen por segundos. 

¿Por qué no impides la boda, Sherlock?Where stories live. Discover now