La Mujer (Parte 1)

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"Vayamos a cenar" De: La Mujer

No era la primera vez que leía aquella oración, dejó el teléfono sobre la chimenea y de dispuso a tomar el violín, cerró los ojos y sintió cada nota ejecutada en su instrumento principal, el vibrato controlado a pulso, el arco manejado con tal maestría que podría decirse que prácticamente cobra vida solo, Sherlock se mantiene frente a la ventana, la lluvia cotidiana en Londres y la falta de sol nunca habían sido un problema, el trance idóneo estaba sucediendo en ese preciso momento, sin necesidad de recurrir al palacio mental, sin la adrenalina por un caso nuevo...

Eso se repitió en la cabeza del rizado, sin la adrenalina por un caso nuevo, abrió los ojos de golpe, el agua se introdujo al departamento por la puerta del ventanal mal cerrada, dejó el violín a un lado y cerró con seguro aquella puerta cristalina, con delicadeza, como si le importara no hacer ruido, entonces el peculiar sonido de alerta del celular resonó nuevamente en aquella estancia, dirigió la mirada hacia el objeto y lo tomó.

"Señor Holmes, descubrió que no puede resolver todos los acertijos" De: La Mujer

Sherlock apretó por segundos el celular, la mano comenzó a temblar, se sentó en el sillón que le correspondía, o al menos ese orden quedó registrado en su cerebro, ahora que vivía solo podría hacer lo que le viniera en gana en ese espacio, pero ese espacio en lugar de sentirse suyo, hace tiempo que se sentía ajeno; el detective consultor sintió como el aire se acumulaba en sus pulmones y exhalo, casi como si hubiera olvidado como funcionaba eso por instinto.

"Acompáñeme a cenar, hay un caso que ha desconcertado a la mente mas brillante que conozco, supongo que usted podría participar, seria un juego de niños, sabe donde encontrarme Señor Holmes" De: La Mujer

Justo cuando la droga se veía como lo mas tentador para experimentar una sensación nueva o apagar las que yacían en su cuerpo, aparecía La Mujer, aquella persona capaz de sentir como digna rival en el área de resolución de acertijos, Sherlock echó un vistazo al violín, después al teléfono, respiró pausadamente, un nuevo mensaje llegó.

"Sherlock, ¿serias capaz de ser un buen amigo una vez y ayudarme a elegir mi traje?" De: JW

La decisión estaba tomada entonces, Sherlock sonrió.

— Saldré señora Hudson, no me espere despierta — informó Sherlock bajando las escaleras tras unos veinte minutos del último mensaje recibido.

— Sherlock, tengo una vida propia — refunfuña la casera limpiándose las manos en el delantal.

— ¿Dónde esta mi abrigo? — el rizado parece esperar que su indumentaria aparezca si mantiene fija la mirada en el perchero de la entrada.

— Lo guardé en el ropero de la entrada — señala la señora Hudson que mantiene una sonrisa esperanzadora viendo al detective.

— ¿Podría dejar té preparado arriba? — menciona el rizado al ponerse el abrigo y su acostumbrada bufanda.

— No soy tu ama de llaves cariño, pero haré té para ti y para John, unas galletas les vendrían bien — la mirada de la señora Hudson refleja emoción, Sherlock que empezaba a gesticular frenó cualquier intento de señal facial.

— Tengo un caso señora Hudson — dice al aire al tiempo que gira la perilla de la puerta.

— ¡Sherlock! — reprende la casera.

Sherlock sale del edificio y la puerta se cierra con ayuda del viento, el detective se acomoda el cuello del abrigo y detiene un taxi, mete las manos a los bolsillos de la prenda, John toma decisiones todo el tiempo, irse al ejército, mudarse con él y combatir el crimen, después la elección de la boda... John está bien, puede elegir un simple traje. 

¿Por qué no impides la boda, Sherlock?Where stories live. Discover now