Por la Sra. Hudson

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Holmes tropieza con el sofá que de mala manera interrumpe su ensayo general de lo que seria bailar de manera correcta el vals o cualquier canción de salón, no maldice si quiera, solo pone mala cara y le reclamaría al pedazo de madera adornado de no ser por la risa que escucha de fondo, se acomoda la bata de dormir y con expresión seria pero claramente seria le dirige la mirada a la señora Hudson.

—Traje un poco de té, querido, no sabía que estarías tan ocupado — Sherlock acepta la taza intentando ocultar la vergüenza que siente en el momento, la señora Hudson finge no notar el sonrojo creciente en esas mejillas mas pálidas de la nieve.

—Siempre estoy ocupado— responde distante el de cabello rizado, se sienta en su acostumbrado sillón y se permite recargarse, pensándolo bien, hace más de una hora que no tomaba descanso, Sherlock se había propuesto de manera estricta el lograr un baile impecable de salón.

—¿Ensayas para el evento, Sherlock? — él aludido deja la taza de té sobre la bandeja, clava la mirada en aquella pequeña mesita de madera tallada cuidadosamente, como si un caso dependiera de ello y tras algunos minutos regresa la mirada a la señora sentada frente a él.

—Ensayo para el baile señora Hudson, ensayar para el evento implicaría...—

—Sabes a lo que me refiero Sherlock— el rizado cierra su bata de dormir y cruza la pierna, sostiene la barbilla en la mano izquierda.

—Hace preguntas muy obvias— la señora Hudson sonríe y toma un poco del té.

—Lo obvio no lo preguntó Sherlock, cabe en mi la prudencia— el detective consultor pasaría eso por alto en alguna otra ocasión, pero la mirada y gesticulación de la señora Hudson le intrigan, es algo que no sabe leer, que podría, pero prefiere evitarlo, así que se limita a fruncir el ceño y hacer la mirada pesada.

—Impides nombrar al evento por su nombre principal, te encierras aquí y tocas el violín, creas nuevas melodías y haces ensayos generales, haces un montón de diseños para las servilletas, pero rechazas las llamadas de John cuando quiere que lo acompañes a la prueba de pasteles, es algo obvio, ¿verdad Sherlock? —

El de cabello rizado baja la mirada y relaja la postura, toma nuevamente la taza de té y en un descuido la deja caer.

—Eso irá directo a tu renta, jovencito— reprende la señora Hudson, Sherlock no hace ni intento de recoger los trozos de la taza, se queda estático y al parecer mudo, no tiene expresión en el rostro.

La señora Hudson toma la bandeja y sale del departamento, antes de cerrar la puerta, gira para darle una última mirada a Sherlock.

—No es de mi incumbencia, pero ¿por qué no impides la boda, Sherlock? —

La puerta hace un ruido incomodo al cerrarse, el detective echa un vistazo al sillón de John, se pasa ambas manos por el rostro, se pone de pie, listo para tomar el violín, pero gira la vista a su celular que notificó con el peculiar sonido de gemido. 

¿Por qué no impides la boda, Sherlock?Where stories live. Discover now