Capítulo 18: La misma parte de una ciudad.

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El lunes, Harry salió de trabajar a las cinco y media, teniendo treinta minutos para ir a por Louis. Primeramente, debía ir a su casa, ya que, ahí tenía las pertenencias que necesitaría para su salida con el chico. Harry nunca había considerado tener una cita con nadie; ninguna chica le emocionaba lo suficiente para extender sus días con ella; no obstante, siempre procuró ser amable y respetuoso. Alyssa le infundió tantas buenas enseñanzas que, no tenerla presenciando sus pequeños logros, era desgarrador.

Esperaba que en alguna parte de su cerebro, aún existiese el vestigio singular de su único hijo. En ocasiones, Alyssa llegaba a identificarlo, pero los momentos eran tan efímeros y poco comunes que, Harry, aprendió a no ilusionarse por ambigüedades.

Condujo su automóvil hasta su hogar y cuando entró, Michael se hallaba allí. Su padre trabajaba como archivista en una compañía que le pagaba una miseria. Harry esperaba ansioso el día que su papá decidiese renunciar y encontrar un mejor trabajo que aquel.

—Michael —habló alto, con su papá mirando televisión. Harry se apresuró a la cocina. No tenía mucho tiempo.

—De haberle yo hablado así a mi padre, me habría corrido de su casa. —Michael entró por la puerta de la cocina y encontró a Harry sacando algunos platillos en recipientes del refrigerador. Michael sonrió, contento—. ¿Puedo saber qué haces?

—Entrenamiento —contestó rápidamente; ordenando los recipientes en una pequeña canastita de madera que encontró en el sótano.

Los platillos consistían en el arroz basmati que tanto le gustaba a Louis; fideos, spaghetti, ensalada y unos jugos; todo lo elaboró una noche antes de pedirle al chico salir con él. Completamente escalofriante, pero cuando se percató de sus acciones apresuradas, Harry ya estaba comprando los utensilios necesarios en el supermercado y cocinando por la noche. Evidentemente, si Louis rechazaba su salida, iría al orfanato para donarles su comida a los niños y niñas. No siempre tenía el recurso suficiente para hacerlo, así que, apreciaba los momentos en los que lo poseía.

—Tú jamás perderías el tiempo cocinándoles a tus compañeros de fútbol —Michael infringió entre su canasta y Harry rodó sus ojos. Debía apresurarse para no dejar esperando a Louis—. Demasiado mundano para ti.

—Ahora, los considero mis amigos cercanos. —Harry crispó una sonrisa tan amplía y su tono tan sarcástico que, Michael se interpuso entre la salida y su hijo.

—¿Es ese chico? —preguntó, feliz. Jamás había visto a su hijo tan emocionado o nervioso por una persona—. Louis.

Harry tenía la pequeña canasta en su mano derecha y suspirando, recargó su espalda baja en la isla de la cocina. Michael era un depredador anhelante por respuestas que Harry no deseaba compartir. No quería que su padre se enterase de lo adictivo que eran los labios de Louis; o lo extraordinario que era él. Si tan sólo, en un pasado, hubiese aceptado sus sentimientos y no los hubiese enjaulado en rejas confeccionadas con acero falso en heterosexualidad, no estaría evadiendo preguntas de su padre. No estaría ridículamente anhelante por tocar los labios de Louis nuevamente.

—¿Qué hay de él? —fingió desinterés.

—Él te gusta.

—No —respondió rápidamente; su mano sujetó con indebida fuerza la canasta.

—Entonces, ¿por qué le cocinas sin que él te lo solicitara? —crispó el costado izquierdo de su boca, eruditamente—. Me llevó una semana convencerte cocinar para mis compañeros de trabajo, porque no lo haces a menos que posees el ánimo. Me tomó una semana para que prepararas un poco de lasaña, y ahora... —Michael paseó su mirada desde el objeto que estribaba hasta la expresión amarga de Harry—; ahora, te tomaste el tiempo de buscar la canasta de pícnic que solíamos llevar al Río Willamette con tu madre.

Under the sheets [ls]Where stories live. Discover now