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ᴍɪᴄʜᴀᴇʟ ʜᴀᴅ ғɪʀsᴛ sᴀᴡ ʜᴇʀ ɪɴ ᴛʜᴇ ᴇᴀʀʟʏ ᴍᴏʀɴɪɴɢ ɪɴ ᴀ ʟᴏᴡʟʏ ʟɪᴛ ᴘᴜʙ

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ᴍɪᴄʜᴀᴇʟ ʜᴀᴅ ғɪʀsᴛ sᴀᴡ ʜᴇʀ ɪɴ ᴛʜᴇ ᴇᴀʀʟʏ ᴍᴏʀɴɪɴɢ ɪɴ ᴀ ʟᴏᴡʟʏ ʟɪᴛ ᴘᴜʙ.

Ella fue cautivadora en todos los sentidos. Desde la suave dureza de la curva de su vestido hasta la forma en que su cabello la seguía mientras se balanceaba de un lado a otro. La sensación de ser finalmente libre fluyó a través de ella, moviéndola instintivamente al jazz fuerte que sonaba como una pista personal de acompañamiento, y se le agregaba ritmo con el chasquido de sus tacones afilados. Pasó poco tiempo antes de que se diera cuenta de la presencia de ella.

Era como si él fuera el último hombre en percatarse, no como lo habían hecho todos los demás en el Carlson en cuanto ella cruzó el umbral del sitio.

El pub era notoriamente malo. No podría describirse como otra cosa. Era el lugar donde cualquier menor de cuarenta años en Birmingham iría a olvidar sus miserables vidas bebiendo su peso corporal en alcohol. El bar estaba descuidado y tanto la gente como las bebidas eran baratas. Valentine no lo era pero ciertamente no lo le importaba.

Estaba casi tumbada contra la barra mientras esperaba su bebida, con los brazos cruzados, las piernas juntas contra el taburete. Ignorando la sombra de los hombres detrás de ella, sonrió, sintiendo una nueva presencia a su lado. Una persona que le había interesado toda la noche.

Un chico notoriamente diferente.

—Así que el niño finalmente se armó de valor para hablar conmigo.

Valentine persuadió, su voz sonaba vertiginosa por el efecto que recibió de su estallido de imprudencia al salir de la casa.

Michael resopló levemente ante su comentario, arqueando una ceja cuando su bebida fue colocada frente a él. Ella lo estaba mirando con ojos oscuros, desafiándolo a que se acercara toda la noche y apenas lo había hecho, horas más tarde.

Era obvio que ella era el tipo de mujer que enredaría a cualquier persona, y Michael había sentido que ella le había hecho un encantamiento tan pronto como entro allí.

Michael tenía un aire de arrogancia que la convenció en hablar con él. Los labios manchados de vino se separaron voluntariamente, dejando que sus palabras se deslizaran entre ellos con poco esfuerzo.

—¿Y?

Ella murmuró, mirándolo fijamente y esperando cualquier signo de reacción que siempre venía con su primer nombre, definitivamente había escuchado la delicadeza francesa detrás de su discurso. No hubo mirada de reconocimiento u horror o sorpresa o incluso lujuria añadida.

Michael no sabía quién era ella, no la quería por la dificultad de su nombre y tampoco le temía por eso mismo.

—Michael.

Se presentó, mirándola mientras ella levantaba su vaso, vertiendo el resto del líquido oscuro por su garganta mientras se ponía de pie. Valentine caminó tranquilamente hacia el medio del piso una vez más, mirando hacia atrás solo para ver a Michael sentado, mirándola solamente.

Había una intriga común, un interés mutuo que Valentine nunca había sentido antes. Era nuevo, en comparación con la lujuria artificial que la seguía en cada esquina.

—¿No vienes?—preguntó, su voz llegó a la barra.

Michael se encontró de repente con ella, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura, dejándola acercarse más a él, con sus manos alrededor de su cuello. Eran similares en altura, pero Valentine descubrió que el dominio habitual que tenía se le escapaba de las manos con el mero toque de sus duras manos. Todos los ojos estaban puestos en la pareja. Era adictivo y Michael ansiaba llamar la atención. Era lo que había deseado desde que se había convertido en sí mismo.

El sentimiento de deseo, de la envidia y la pasión de los demás.

El nuevo Michael no ansiaba nada más, y ese era el hombre en el que se había convertido.

—¿Por qué no te conozco?—ella le preguntó, mirándolo a los ojos, buscando algo que le dijera que estaba mintiendo con su nombre o todo en general, como cualquier otra persona en su vida.

—Iba a preguntar lo mismo sobre ti.

Michael respondió.

La elevación de sus nombres era algo que ambos tenían en común. Era tanto una maldición como un regalo. Algo de lo que ambos regocijaban y escondían. Si hubieran reconocido sus nombres, las cosas habrían sido diferentes sin lugar a dudas.

—Vayamos a algun sitio.

Ella le susurró al oído, su cálido aliento le hacía cosquillas en la prominente línea de su mandíbula. En un segundo, él la estaba siguiendo, con la mano agarrada por sus dedos suaves pero firmes, y sacándolo del pub.

No había esperado que ella lo condujera suavemente hacia los túneles junto al canal, llevándolo fácilmente en las sombras oscuras de la débil luz de la luna que se deslizaba hacia abajo a través de espesas y permanentes nubes. Pero ella lo empujó contra la pared, dejando que sus brazos se deslizaran por su costado, sintiendo su corazón latir ansiosamente contra su pecho.

Le metió la mano en el bolsillo y sacó el reloj de bolsillo que Polly le había regalado hacía tan sólo una semana; era de su padre. A la vista de las tres en punto, su corazón dio un vuelco y lo empujó suavemente hacia su bolsillo. Valentine lo sujetó por la cara y le habló al oído.

—Reúnete conmigo aquí mañana por la noche.

Michael la observó mientras se alejaba apresuradamente, memorizando el arco de sus caderas y la ligereza de su paso, como si llevara años caminando sobre la punta de los dedos de los pies. Fue solo cuando el brillo de su piel de porcelana había desaparecido en la negrura de su entorno, Michael volvió a respirar. La mujer era como ninguna otra.

El hecho era innegable.

Era un diamante, aunque toscamente tallado, que de alguna manera se perdió entre la arena y el carbón de Small Heath. Apenas habían hablado, pero sintió que no era necesario pronunciar palabras. Sus miradas conmovidas decían más de lo que su magro discurso jamás podría.

En una sola noche, sintió que conocía a esa extraña más que a nadie en su vida.

Fue solo cuando giró sobre sus talones, listo para caminar a casa, que se dio cuenta de que ella no le había dado una hora certera.

𝐃𝐎𝐋𝐋𝐀𝐑 𝐌𝐀𝐍 ━ MICHAEL GRAYWhere stories live. Discover now