El inicio de la Triada

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El día de la reunión privada con Connor había llegado la penúltima semana del año. Me había contactado directamente por teléfono privado y me había enviado la dirección donde nos encontraríamos. Por esta razón, manejaba el carro deportivo nuevo; éste no era negro como el anterior, pues había elegido uno color blanco. Mi destino estaba en la ciudad Cristal-Centro, en la capital, en una especie de zona residencial. Ya había cruzado la frontera después de más o menos una hora y media de viaje y ahora tomaba el distribuidor vial gigantesco que ayudaba a llegar de manera rápida casi a cualquiera de las zonas más importantes de Cristal-Centro. En realidad, había aceptado la petición de Connor sin cuestionamientos y no tenía una idea clara sobre lo que hablaríamos.

Al pasar toda la zona norte, por fin arribé al centro de Cristal y me dirigí por una avenida rumbo al sector residencial que era llamado Milán. Me paré en la caseta de seguridad y con sólo dar la dirección no hubo más preguntas ni la requisición por parte de los guardias para presentar una identificación. El sitio era una especie de suburbio privado, con sus propias calles que llevaban a nuevos pórticos para llegar a circuitos más particulares. Había un montón de árboles que daban la sensación de que estaba en otro Distrito. Hasta había un un lago, una cabaña y una especie de puente, por lo que supuse que la gente que vivía ahí tenía bastante dinero.

En cinco minutos más pasé el portón de seguridad del circuito de nombre Brunné y estacioné el carro frente a una casona elegante de tejas cafés. El estilo de la casa era sencillo en comparación a otras de la vecindad. Tenía dos puertas; una que conectaba con la cochera y otra que parecía dar a la planta alta que estaba unida a un jardín exterior. Cuando bajé del carro, no encontré un timbre y vi el sedán negro de modelo viejo que Connor solía emplear. El auto estaba estacionado en la cochera atrás de una camioneta grande, negra y lujosa. La primera suposición fue que no estaríamos solos. De pronto, la puerta alta fue abierta y Connor dio unos pasos rumbo al recibidor pequeño. El muchacho portaba un abrigo negro muy sencillo, su cabello estaba un poco despeinado y traía unas botas oscuras de invierno. Yo subí por las escaleras y saludé al chico. En esta ocasión vestía mi gabardina larga que hacía juego con una imagen más clásica y madura.

—Llegas tarde —Connor habló con tranquilidad notoria—, entra.

No discutí. Aunque ya estaba acostumbrado a nuestra interacción seca, todavía no tenía humor para jugar con él como lo había hecho en el pasado.

El interior de la casa era elegante y estaba dividida en segmentos profundos y altos sin un orden tradicional del primer o segundo piso. Las paredes eran opacas y el suelo también era de un tono grisáceo. Bajamos rumbo a una sala de invitados extensa y noté la diferencia. Los pisos cambiaban a un tono más claro, así como las paredes, los muebles eran de colores dorados y compaginaban con los adornos como cuadros, estatuillas y otras cosas en tonalidades de oro y bronce. Había un ventanal extenso al frente que permitía la vista a un jardín hermoso que tenía caminos de piedra, una fuente y hasta una zona alta exterior. De inmediato, noté que en la mesa de centro había una charola con una tetera, tres tazas y bocadillos como galletas. Tres tazas... justo como lo había intuido, no estaríamos solos en esa reunión.

—Siéntate. —Indicó Connor al acercarse a la mesa de centro—. Dumá quiere conocerte.

¿Dumá? Jamás había escuchado el apellido en el país, aunque conocía un poco sobre la familia de este nombre que vivía en Cadenas. Sabia que eran dueños de industrias locales en varias ciudades fronterizas del norte, pero su negocio más importante en la actualidad era la pesca. Claro, todas transacciones legales. Sin embargo, por abajo del agua, la Familia Dumá era maestra en el tráfico ilegal de mercancías variadas.

Obedecí, así que me senté en el sillón de doble cojín. Connor comenzó a servir el té de una manera casi ceremonial. Nunca había visto al adolescente hacer este tipo de cosas. En realidad, no era tan sorprendente ya que Connor había recibido educación refinada como un niño rico. Unos segundos después, escuché unos pasos provenir de la puerta de la derecha y vi a un hombre adentrarse a la sala. Era un sujeto grande, de cuerpo ancho y regordete, vestido con una especie de toga formal que hacía juego con el estilo de mafioso del siglo pasado y con sus manos llenas de anillos distintos. El tipo tenía la tez blanca, mostraba un bigote bien estilizado, sus cejas eran gruesas y la boca un poco alargada. Tenía los ojos de un azul claro que combinaba con el cabello y bigote de un color castaño claro. Aunque sus facciones no eran de un hombre mayor a los treinta y tantos, su gordura provocaba que aparentara una edad superior. ¿Él era Dumá?

El Dragón del EsteWhere stories live. Discover now