—Nos vemos después, Heath —Blake expresó y se acercó a la puerta.

Comprendí que era hora de partir. Di unos pasos rumbo a la puerta y me quedé frente a Blake. Blake tocó la perilla de la puerta, pero yo acorté la distancia y besé su boca con suavidad. La respuesta de Blake fue suave y poco deseosa. De algún modo pensé que era para evitar los sentimentalismos que tanto juzgaba de mí y acepté su resolución.

—Nos vemos pronto —dije con calma. Abrí la puerta y sonreí—. Suerte.

Sin otra palabra más, abandoné la habitación. Y, a pesar de que había deseado sentirme como un enamorado empedernido, lo único que percibía en mi interior era inseguridad. Mi cuerpo se sentía como cortado, como recién salido de una enfermedad de gripe común, pues mis músculos pesaban y casi podía asegurar que yo era ajeno a mi propia persona. ¿Eso era el amor? Había esperado algo distinto, algo así como alegría, o una sensación abrumadora y cálida en el interior, pero nada de eso merodeaba.

*****

Al llegar a la camioneta en el estacionamiento del hotel, entré y cerré la puerta. Respiré con profundidad y deseé hablar con alguien. Una vez tomé el teléfono celular, busqué en los contactos y sin pensarlo me detuve en el nombre de Charles. Empero, no marqué. Recordaba nuestra última conversación y creía que si confirmaba mi relación con Blake no haría más que obtener una frase de decepción por parte de Charles.

Desistí de la acción inicial, así que encendí el motor y manejé rumbo al exterior del hotel. Preferí evitar una discusión con Charles en estos instantes y comencé a formular frases para explicar mi situación. Al detener el vehículo en un alto, dudé. ¿Por qué debía dar una explicación? Unos segundos después, renegué. No podía creer que pensara eso de Charles.

Con tranquilidad, continué el camino por unos minutos y calmé mis pensamientos. Presté atención a los alrededores y descubrí que un coche me seguía. Hice un cambio a la derecha sin marcar la dirección y el otro carro imitó el rumbo.

Sin titubeos, saqué el teléfono y marqué el número de Charles.

—¿Heath, pasa algo? —sonó la voz de Charles por la bocina del altavoz.

—Me están siguiendo —avisé con relativa calma—. Llegaré a los almacenes del sur. Manda a Jenny y Prim. Nos vemos en unos quince minutos.

—Entendido. No te pares hasta que hayan pasado los quince minutos.

—Sí, los esperaré.

Al colgar el teléfono, di varias vueltas por las calles de manera discreta. Pensaba con rapidez para reconocer a los posibles enemigos. Sabía que los payasos de Don B eran menos meticulosos. Por otro lado, los asesinos de Jamie preferían el estilo con más sigilo. Aunque todavía no había una razón oficial para matarnos, era probable de que Jamie buscara eliminar a sus competencias lo antes posible.

Pasados los quince minutos, que habían sido como horas debido al estrés por descubrir a los seguidores, arribé hasta los almacenes del sur. El edificio era como una vieja construcción hecha para guardar cajas de remolques grandes. La fachada todavía no era arreglada por la compañía de construcción que trabajaba para nosotros en aquellos momentos debido a que no era una urgencia.

Bajé de la camioneta con rapidez y entré a la bodega por una puerta metálica común. Escuché a tres vehículos arribar casi al mismo tiempo y saqué la pistola. Me moví hasta una de las ventanas. Esperaba encontrar en el exterior un conflicto.

Charles ya había bajado de su coche de modelo viejo y apuntaba con su arma detrás del cofre del carro. Jenny había estacionado el sedán negro que usaba para paseos casuales y aguardaba detrás de un costado junto a Prim. El carro misterioso era lujoso y de color rojo vino. De éste un hombre se había bajado y alzaba las manos para advertir de su supuesta intención.

El Dragón del EsteWhere stories live. Discover now