24. Vuelve

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"Historias como la nuestra,

nunca nos permitirán decir adiós,

solo un hasta luego"

R.G

Ermac

Camino de un lado al otro por el largo pasillo del hospital, los ojos curiosos me miran aterrados, al contemplar mi aspecto, yo en su lugar también estuviera asustado, mi cuerpo esta amoratado y mi piel al igual que mi ropa cubiertos totalmente de sangre.

La sangre de mi hermano, aprieto los puños a mi costado, evitando soltar un grito de rabia, desesperación y dolor. Recordar cómo se desvaneció entre mis brazos, no sin antes despedirse, me partió el alma, una que pensé que no tenía.

El maldito no puede morir, tiene que salir de esta como la bestia hija de puta que es, no puede dejarme solo, ¿Qué voy hacer sin él? es mi hermano, amigo y confidente. Sin mi pastelito el mundo no tiene sentido, y aunque tenga que traerlo a rastras del jodido infierno lo haré, con tal de que el desgraciado envejezca a mi lado.

Como lo prometimos de niños.

Levanto la vista hacia la puerta donde indica área de choque, las manos me tiemblan y siento que la vista se me nubla de la impaciencia que me cargo, nadie sale a darme noticias de mi amigo. Tomo asiento, el cansancio haciendo mella en mí, tomo el celular, miro la pantalla de manera insistente, esperando que Milena y Nicola me avisen que ya están aquí, no puedo con esta mierda solo y acepto que estoy cagado de miedo por perder al único ser que quiero y admiro en esta puta vida.

Tres jodidas horas llevo esperando, desde que ingresaron a Kenzo al quirófano y me cerraron la puerta en mis narices, en su momento quise meterle un tiro entre ceja y ceja al enfermero por su acción, pero comprendí que no podía seguir a mi amigo esta vez y que debía esperar que los médicos hagan su trabajo.

Salvarlo.

No sé por qué, pero la pelinegra llega a mis pensamientos, esa mujer se ha marcado a fuego lento en mi piel, hasta colarse a donde jamás debió llegar mi corazón, sin pensarlo dos veces marco su número.

—Hola—contesta del otro lado de la línea, su voz aplacando un poco mi angustia.

—Te necesito pulguita—digo con voz quebrada, sin poderlo evitar.

—¿Sucede algo? —su voz se tiñe de preocupación.

—Tuvimos un altercado con los italianos—suelto sin más.

—¿Estas bien, estas herido? —me ataca con varias preguntas a la vez.

Una leve sonrisa jala de mis labios, al saberla preocupada por mí.

—Si nena, yo solo tengo un par rasguños, pero Kenzo—hago una pausa, un nudo escociendo en mi garganta.

—¿Qué pasa con el griego?

—Lo ha herido y esta debatiéndose entre la vida y la muerte, Ree—hablo tan rápido que no estoy seguro de que me haya comprendido.

De fondo puedo escuchar la voz de la violinista, que pregunta alterada que es lo que está sucediendo a la pelinegra.

—¿Dónde estás? —pregunta mi chica, a la vez que la oigo tratar de calmar a su amiga.

—En el Memorial Hospital—contesto de inmediato.

—Vamos para allá—cuelga sin esperar respuesta de mi parte.

Suelto un suspiro, y paso mis manos por mi cabello de manera incesante. La incertidumbre me está matando y el hecho de estar solo no ayuda en nada.

Ébano +21 (Libro I Bilogía Claroscuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora