18. Secretos

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"Déjame decirte con mi cuerpo, lo que mis labios

Se niegan a admitir"

R.G

Dominico

El sutil rechazo de la violinista llamo mucho mi atención, son muy pocas las mujeres que se me niegan. Aunque no es algo que me interese mucho, debo ser paciente y tratar de llegar a ella de otras formas, quizás fui muy directo y tal vez ella es del tipo de mujer a la que le gusta ir con calma.

La falta de horas de sueño me está pasando factura. Es increíble como una mujer tan pequeña, como mi frágil flor tiene tanto poder sobre mí a tal punto de trasnocharme por no sentirla a mi lado durante la noche. No fui por ella porque demoré demás de lo esperado hablando de varios temas con Dante y tampoco quería perturbar su sueño. Por la hora que llegue a casa deduje que ya debería estar descansando.

Pedí que mi desayuno fuera traído específicamente por ella, a mi despacho, para así tener un poco de privacidad y poder sentir el tacto por el que tanto aclamó mi cuerpo anoche.

Unos toques en la puerta, me avisan de su llegada.

—Adelante—doy la orden para que entre.

La dueña de mis desvelos, entra con la cabeza agachada, sostenido la charola en la que trae mi comida, en ningún momento sus ojos hacen contacto con los míos, mientras camina en dirección al escritorio para dejar todo allí.

—Aquí esta su desayuno señor, ¿Necesita algo más? —dice retorciéndose los dedos.

Frunzo el ceño, ¿Señor? que carajos le sucede, después de una noche de no dormir a mi lado, lo mínimo que espero es que salte sobre mi como suele hacerlo cada vez que estamos lejos o llamarme de aquella manera que me encanta escuchar, solo cuando esa palabra sale de sus dulces labios. En cambio, no me mira, no hay alegría por verme, y mucho menos palabras dulces.

Un silencio incomodo se instala en el ambiente y puedo jurar que hasta donde estoy puedo escuchar el retumbar descontrolado de su corazón.

¿Qué tiene?

Cuestiona mi mente preocupada, doy un paso para acercarme a ella, pero su vista se alza y lo que veo no me gusta en absoluto, sus hermosos ojos esta hinchados ¿Acaso estuvo llorando, por qué?, el dolor que se refleja en ellos, hacen que mi pecho se apriete sin saber el motivo.

Me quedo estático ante esta imagen tan decadente por parte de ella.

—¿Sucede algo Sabina? —cuestiono con voz suave.

—Nada que deba preocuparle señor—contesta, aparatando sus ojos de los mío, mirando quien sabe que sobre mi hombro.

—¿Cómo me dices eso pequeña? —me desespero un poco, pero logro controlar mis impulsos de tomarla y estrecharla entre mis brazos.

—Los problemas de la servidumbre, no deben ser de su interés Don—habla, sus palabras frías.

Esta no es ella.

—Sino necesita más nada, me retiro—da la vuelta dispuesta a marcharse.

—Flor—la llamo como sé que le gusta.

—Le agradecería por favor, que me deje de llamar de esa manera—suelta tajante, dejándome impresionado por sus palabras—y tampoco deseo que se acerque a mí de nuevo, de manera inapropiada, usted es mi jefe y yo una sirvienta más en esta casa—su voz se quiebra un poco al mencionar lo último.

Siento que mi cuerpo se estremece, algo desconocido recorre mi pecho hasta alojarse allí donde bombea desmedido mi órgano vital, llenándome de un sentimiento nunca antes vivido. Miedo, miedo de perderla, miedo de pensar que ya no estará para mi durante las noches, miedo de que sus sonrisas, besos y caricias sean para alguien más que no sea yo.

Ébano +21 (Libro I Bilogía Claroscuro)Onde histórias criam vida. Descubra agora