Ella guarda el bello recuerdo de su "bestia" y el, la promesa silenciosa de que algún día su "pequeño gorrión" regresará a él. Solo que esta vez no lo dejará escapar y hará hasta lo imposible por atraparla y mantenerla dentro de su jaula de oro.
Dos...
Entro al camerino improvisado para la sinfonía, tras pasar todo el maldito día de un lado a otro practicando y afinando detalles para la presentación de hoy. Ha sido tan ajetreado que de milagro me dio tiempo de llegar a casa por mi vestuario y lavarme el culo.
Todos mis compañeros ya están en el lugar preparándose para el gran evento. Al fondo diviso a mis mejores amigos, así que apuro el paso hasta donde se encuentran.
–Hola Chicos—saludo, sentándome en la silla junto a ellos.
—Al fin llegas Sou— habla Johao, terminando de acomodar el cabello de la pelinegra.
—Ni me lo recuerdes, casi me quedo dormida luego de la ducha, solo me senté cinco minutos en la cama y el cansancio casi me vence—contesto.
—Tranquila nena, lo importante es que ya está aquí—suelta Reeley, guiñándome un ojo.
Luce preciosa con ese vestido azul, resaltando el oscuro de su cabello y ojos.
—Ah que esperas para vestirte, mueve ese culito Souja, que no hay tiempo que perder—me apresura el brasilero.
Ruedo los ojos con fastidio, por que en verdad necesito descansar un poco, me siento como si me hubiera pasado un camión encima.
Unas palmadas me sacan de mis agotados pensamientos.
—Pero para ya mujer—vuelve a decir mi amigo.
—Ya voy, Dios que intenso—giro en dirección al baño, para vestirme.
Luego de varios minutos, salgo enfundada en mi vestido color oro.
—¿Qué? — digo mirando a mis amigos que me ven como si tuviera un tercer ojo.
—Te ves maravillosa—Ree es la primera en hablar.
—Maravillosa es poco querida, esta esplendida, rica—señala el ojiverde, sonriendo de oreja a oreja—ven siéntate, hora de arreglarte esas greñas y darle color a ese rostro.
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El Central Park luce hermoso, adornado con luces blancas que cuelgan de todas partes, mesas acomodadas estratégicamente alrededor del escenario donde se llevaran a cabo las prestaciones.
Todo perfectamente decorado en matices pasteles en alusión a los colores del Hogar Corpus, de lejos diviso a algunos de los pequeños que ríen y revolotean por el lugar encantados con todo lo que ven. Aquella imagen me pone nostálgica, pensar que muchos de ellos posiblemente no encuentren un hogar tan pronto y de todas las carencias que se viven día a día en estos centros de acogida.
