17. Negocios

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"Déjame arder en el infierno de tus ojos,

hasta consumirme atada a tu alma"


Kenzo

Voy perdido en mis pensamientos, observando el cielo gris a través de la ventanilla de mi jet privado.

Dos días ha pasado desde que Souja salió hecha una completa furia de mi casa, tras ver las muestras de afectos de una de mis sumisas. No he sabido nada de ella y eso me tiene con un genio de los mil demonios, me molesta no tener noticias de lo que es mío, ella lo es desde el día en que la vi en el orfanato, con sus grandes pardos asustados y sus rizos revueltos.

Nuevamente esa sensación de vacío me oprime el pecho, con ese sentimiento que no sé cómo describirlo, a mi memoria vuelve su rostro compungido y sus ojos rojizos decepcionados, pero que en ningún momento dejaron derramar una sola lágrima. No negaré que por un momento sentí arrepentimiento. Pero yo soy el puto capo de una de las mafias más temidas del mundo, no puedo doblegarme y mucho menos dejar que una mujer tenga tal poder sobre mí, hasta el punto que haga que sienta la imperante necesidad de ir tras ella. Aunque ella no es cualquier mujer, es mi mujer la que quiero a mi lado gobernando y la que quiero preñar, dándome herederos para mi imperio.

Pero como la hago entrar en razón y que me acepte tal cual soy, no puedo bajar mis murallas y demostrar ante los enemigos que tengo una debilidad, mucho menos por un coño.

Me niego totalmente a dejar mi estilo de vida, ella debe comprender y amoldarse a mí, no yo a ella.

—¿Señor desea algo de beber? —habla la azafata, batiendo sus pestañas de forma coqueta.

Ya me la he cogido varias veces, pero hoy no tengo ánimos de metérsela, ya que mis pensamientos están totalmente perdidos en la violinista.

Mi pequeño gorrión no escaparás esta vez de mí.

—Un vaso de Whiskey—pido, dirigiendo mi mirada al rubio que va con audífonos puestos y ojos cerrados frente a mí.

Pateo uno de sus piernas con mi pie, sacándolo de su letargo.

—¿Qué pasa pastelito? —habla un poco asueñado—¿Para qué me despiertas? —mira a la rubia de arriba abajo.

—¿Quieres algo de beber? —le hablo serio.

—Para esa pierda me levantas, demonios Kenzo—se queja el rubio—aunque pensándolo bien tráeme un poco de agua, siento la garganta seca, ah y de paso me puedes dar una mamada—ríe mostrándole todos sus dientes a la azafata, que se sonroja como pendeja, como si jamás se la hubiera chupado a alguno de los dos.

—Listo señor, ya regreso—dice devolviendo sus ojos a los míos.

Al cabo de un rato regresa con un vaso a medio llenar para mí y una botella de agua para el rubio, que ya empezó a sacarse la verga sin el menor pudor.

Tomo el trago que me entrega la rubia, que también le entrega su pedido al rubio, se arrodilla frente a él que se acomoda reclinando el asiento, dejando su polla a la total disposición de la rubia que no demora en empezar a llenarse la boca con el miembro de mi mano derecha.

Vuelvo mi vista al cielo, mientras escucho los gruñidos del ojiazul que no para de decir obscenidades y darle órdenes a la aeromoza que gime atragantada.

Vuelvo mi vista al cielo, mientras escucho los gruñidos del ojiazul que no para de decir obscenidades y darle órdenes a la aeromoza que gime atragantada

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Ébano +21 (Libro I Bilogía Claroscuro)Where stories live. Discover now