Capítulo 10: Protocolo

Comenzar desde el principio
                                    

Tomé lo primero que tuve al alcance que fuera potencialmente peligroso. Una lámpara. A primera vista un poco inofensiva, pese a ello, sabía que con un tanto de firmeza podría dejar inconsciente a alguien.

A medida que avanzaba observaba en todas direcciones buscando una imagen espantosa a mi alrededor. 

Me sentía como en un documental del reino animal tratando de convencerme de que era el depredador y no la presa.

Le imploré al piso de madera que por esta vez me ayudara y no fuera como en las películas de terror, uno de los mayores delatores.

Parece que escuchó mis súplicas porque los crujidos fueron bastante leves a comparación de otras veces, lo que me permitió acercarme con facilidad hasta la razón de mi martirio.

Ahí estaba, una persona alta, de cabello largo grisáceo y una toga que le llegaba hasta los pies. 

Era escalofriante, aunque su figura se me hacía conocida.

Quise acercarme más, pero a último momento el suelo me engañó, provocando que yo diera un respingo y me colocara rápidamente detrás de una columna, el sujeto se volteó en torno a mí, inmutado. Allí la vi.

La misma Ángela que me había atendido hace unas horas se encontraba estática en mi sala. 

No me pudo ver. Por lo que siguió con lo que sea que estaba haciendo frente al cuadro de flores púrpuras.

¿Qué era lo que quería aquí? Ángela sabía bien que nosotros éramos más pobres que ella. 

Recordé que incluso hasta los ricos robaban, así que podía esperar cualquier cosa.

O eso creía, hasta que vi lo que sucedió a continuación.

Sacó algo peludo de su bolsillo, pensé que era un objeto cualquiera. Al achinar mis ojos y agudizar mi oído noté que se trataba de un pollito. 

Su canto era muy sutil como si le hubieran dado algo para que estuviera adormecido.

Era igual a Chopin ¿Había posibilidad de qué fuera él?

El aire estaba demasiado denso y me sentía más torpe de lo usual. Intuía que algo iba a pasar. Esto ya de por sí, era singular.

Mis ojos estaban clavados en sus acciones y pude divisar como sostenía al animal sobre ambas palmas.

Parecía una especie de ritual.

Luego lo sujetó y con una destreza inesperada giró su cuello. Crack.

Un pequeño grito fue expulsado por mi garganta, acto seguido tapé mi boca con intención de contener lo que ya había salido. 

Esta vez al rotar sobre su eje la mujer se vio verdaderamente alterada, el polluelo sobre sus manos se había desvanecido como polvo y con fluidez salió caminando de allí. 

La perdí cuando se adentró en la cocina.

Me mantuve quieta donde estaba por un par de minutos más, en los cuales unos cuantos sollozos se escaparon. Me quedé tratando de entender lo que había ocurrido.

Levane Y Las Almas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora