14. Una luz dorada.

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Solo recordaba una luz brillante y como una mano sostenía la suya, desesperado por una conexión al mundo real al que trataba de aferrarse al sentir como el alma se le salía lentamente del cuerpo. Recordaba un dolor desgarrador y la desesperación invadiendo lo poco que le quedaba de cordura.

Todavía sentía un malestar constante mientras dirigía la vista por la habitación donde se encontraba. Era en la que había estado los últimos meses, aquella de colores pálidos y ligeramente decorada por su estadía tanto tiempo, las cortinas abiertas de par en par mostrando la belleza de un amanecer de primavera; la diferencia es que nadie estaba a su alrededor como antes. Un aire solitario comenzaba a invadirlo cuando dirigió la vista al medio bulto en su vientre.

El bebé.

Rápidamente entró en pánico y comenzó a tocar su vientre buscando por señales de su hijo. Le temblaban las manos y sus ojos comenzaban a aguarse cuando sintió el vacío en su vientre. Su instinto le lanzaba imágenes desastrosas e inmundas sobre lo que pudo haberle pasado a su hijo o donde podría estar, su instinto maternal le ordenaba ver a su bebé y sostenerlo entre sus brazos para protegerlo.

Cuándo comenzaba a sentir las lágrimas de la desesperación aproximarse a pasos agigantados vió lo que parecía ser una alucinación. Se quedó perplejo en la camilla viendo la escena debatiendo en su mente sobre si podrían ser alucinaciones hormonales o por la anestesia.

En cuanto entraron por esa puerta sintió una ráfaga de emociones indescriptibles. Cuando esos ojos ámbar encontraron a los zafiros hubo una conexión, como si en segundos se dijeran todo lo que en esos tres meses habían pasado. Esas hebras doradas apenas estaban peinadas hacia atrás, recogidas las más largas en una coleta de caballo baja y desprolija; llevaba una camisa blanca algo arrugada y con las mangas recogidas en los codos junto con unos pantalones negros con un poco de polvo en las rodillas, parecía reciente.

Y el detalle más importante, entre sus brazos llevaba una manta que el reconocía de mucho; esa hermosa manta violeta con diseños de tortuga que tanto soñaba con sostener algún día. Ahora un rubio llevaba un bulto pequeño entre sus brazos tapado por esa manta.

- Ya estás despierto? Parece que ha heredado tu costumbre de dormir mucho- Hablaba con una expresión indescifrable para la mirada incrédula de Jonathan.

Mientras Dio más se acercaba a la camilla, el cuerpo de Jonathan retrocedía inconscientemente. No podía creer que ese rubio estuviera ahí, frente a él, con una extraña expresión mientras arrullaba lenta y levemente al bultito que traía entre brazos.

-... Dio?- Su quijada tembló al preguntar, seguía pensando que la situación era irreal y aún se encontraba en algún tipo de coma- Debe ser mi imaginación jugandome una broma pesada.

No pudo retener mucho más las lágrimas a cántaros que caían una tras otra desde sus mejillas hasta la sábana de la camilla, tenía miedo de cerrar los ojos y que el sueño terminara.

- Jonathan, mírame. Soy yo, de carne y hueso- Afirmó con tristeza en su voz mientras se sentaba junto a la camilla y extendía una de sus manos a tomar la de su Omega- Yo...- Las palabras de atascaban crudamente en su garganta, sentía su mano flaquear al agarre.

El de cabellos azules solo dirigió estupefacto su mirada hacia el agarre y su expresión se cambiaba a una llena de alegría y tristeza. No sabía exactamente qué sentir ante la muestra de su recién aparecido alfa, las palabras no se alcanzaban a formar en su mente por la lucha entre emociones y sus recuerdos de los últimos meses.

- ...Hay alguien a quien tal vez quieras conocer ahora que te veo consciente- las palabras del rubio retumbaron en la cabeza del peli azul llevándolo a la realidad.

Ambitious | DioJona AU (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora