11. Estrella en su mano.

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Cuánto había pasado desde que dejó ese apartamento? No lo recordaba, su mente se había desconectado de su cuerpo desde entonces; nada funcionaba realmente bien en su cerebro.

El alcohol había nublado su vista desde el segundo día, la oscuridad el tercero y el silencio lo había dejado sordo desde el primer día. Sus instintos lo habían vuelto de esa forma, su mente había exprimido su cuerpo con todas sus fuerzas; si seguía de pie era porque el recuerdo de esa tarde lo obligaba a caminar, lo obligaba a vivir con el remordimiento de sus acciones y el dolor de ese momento.

Ese dolor que sabía que no se iría aunque se bañara en sangre y tratará de expiar sus pecados en la cima de una montaña, no lograría dejar esos recuerdos atrás. Hiciera lo que hiciera, el rostro de Jonathan Joestar lo perseguirá como un fantasma sediento de su dolor y arrepentimiento.

Esa tarde se había grabado en su cabeza como fuego, dispuesto a lastimarlo cada vez que se repetía una y otra vez el recuerdo constante de esa vez. Lo vivía repetidas veces en el día; recordaba vivamente como había despertado por el sonido de voces en la sala, se asomaba a la puerta de la habitación para ver de qué se trataba girando el picaporte silenciosamente y encontrando en las palabras de Jonathan algo que lo lastimó de manera tan profunda que llegó a sentirse rechazado y odiado, una escena que hizo saltar sus más internos impulsos de su instinto. Estaba herido, sabía ahora que lo que había dicho su Omega no era más que la verdad.

Conforme caminaba por los pasillos oscuros de esa vieja casa de campo comenzaba a recordar más y más, los espectros de infancia aparecían en su mente y se ubicaban en el viejo recinto. Se paraba a presenciar esa oscura y fría habitación con la puerta abierta, esa cama matrimonial cubierta de una suave colcha con diseños fríos de lirios.

En esa misma habitación podía volver a ver a una Omega retorcerse con las manos de su alfa en su cuello, la expresión de ese rubio al que alguna vez respetó y esa familia que más de una vez amó. Todo se recreaba frente a sus ojos y volvía a destruirse, tan vívido como alguna vez había sido.

Negaba mientras volvía a sentir un dolor punzante en su cabeza; el dolor era una mezcla del insomnio, la resaca y la incertidumbre de la soledad que ya no se sentía como una fortaleza, sino como un recuerdo de una daga atravesando su pecho. Esa soledad a la que estaba acostumbrado alguna vez ahora lo dañaba como ningún otro veneno, lo atormentaba como un mal recuerdo y le hacía sentir como si le faltará una parte del alma.

Esa parte del alma que nunca tuvo, pero ahora sentía que le faltaba.

Mientras caminaba debilmente por esos pasillos oscuros y solitarios recordaba anécdotas y momentos que una vez lo hicieron sentir bien, pero ahora lo herían como nunca.

Bajar las viejas escaleras de madera fue tortuoso, en cada foto colgada en la pared veía a esos ojos que compartían color con los de él. La odiaba por ser débil, pero nunca se había sentido más identificado con una persona en toda su vida. Caía en cuenta cada día más de que se detestaba por su debilidad, detestaba haber salpicado con su oscuridad a ese Omega de ojos zafiro y esa sonrisa dulce que no denotaba otra cosa que amabilidad.

Se sentía odiado.

Se sentía odiado por el mismo, y eso era lo que lo hería más.

Si no se quería a él mismo, si el mismo no sobresale. Quien lo haría? Quien lo pondría en un altar si no lo hacía él?

Al darse cuenta sintió un chorro de sangre caer sobre su frente, sangre fría y con un olor conocido para él. Ese olor que anhelaba desde hace días y por el que crujían sus huesos. Cuando levantó lentamente la mirada a la pared vio en el ella colgada la cabeza de esa persona por la que oraba, esa persona con una expresión amable que había aceptado su inmundicia y suciedad.

Ambitious | DioJona AU (omegaverse)Where stories live. Discover now