Pentagrama para una obra de arte mayor
Sinfonía telúrica,
obra magna de la naturaleza,
¿dónde te encuentras?,
¿O es acaso cierto lo que dice
la otoñal vieja cuando fui a visitarte?:
No insistas en cambiar mi parecer,
mi hija no será para ti,
jamás aprobaré yo una relación así.
¿Así?, ¿Qué significa así?,
¿Acaso me estará prejuzgando
esa decrépita anciana cuyos cabellos
han sido arrancados por el tiempo?
No, yo creo que siente es envidia, pues
ve que su hija es más bella de lo que ella
fuera en su otrora juventud;
se siente relegada a un segundo plano
en nuestra vida moderna, donde a los viejos
no se les tiene en cuenta pero son necesarios.
¿Será acaso tu ilustre madre una ramera sin oficio?
No, no creo, para decir eso
se deben tener pruebas
para que el jurisconsulto ante una eventual demanda
en contra mía pueda creer que estoy diciendo la verdad.
Tú nunca has sentido que la verdad
te asfixia hasta dejarte lívido en el suelo,
lívido como una estatua de mármol, inamovible,
que nunca podrá ver otro paisaje que aquel
que sus amos decidan dejarle ver.
La angustia, ese sentimiento tan poco venturoso,
que la gente decide que penetre las grietas
de su alma con tal de no hacer nada, ¡cobardes!,
¿Cuántas veces no han visto a una mendiga
con su hijo cargando un trozo de pan,
y no han hecho nada para remediar su situación?
Inconcebible es sin duda alguna,
que la bruma de la soledad no abrume en estos tiempos
hasta dejarnos perdidos en un páramo de duda,
¿por qué dejamos entonces que la inequidad
nos esclavice hasta el límite de matar a nuestros hermanos?
Ya sé, tú nunca podrás disfrutar
del placer de arrebatar un pedazo de pastel
de una torta de cumpleaños,
porque tu estómago empezaría a segregar
jugos gástricos que te harían perder el delicado
sentido del orden. "Y eso no está bien para una modelo",
dice tu madre.
Tu madre, esa mujer que te llevó
en el vientre durante nueve meses,
me pregunto yo, jamás te contó
que una chica necesita comer,
ya que de lo contrario se vuelve flaca
y pierde su belleza.
O acaso eres tú,
mimada niña, quién no ha hecho caso
a los mandatos de tu corpulenta madre,
cargada de hijos,
que lleva a cuestas más años que tú.
Entra en razón, ¡por Dios!,
que tu belleza se extingue cada día
cual un árbol que hecha sus hojas al viento.
Tus fláccidas mejillas me enamoraron,
y tus labios elegantones fueron mejor
que el terciopelo suave esa noche que nos amamos
sin reproche ni control.
Adiós pronto diré a este país,
acompáñame si quieres porque no volveré aquí;
aunque mi vida se llene de laureles, nadie reemplazará
la confianza que puse en ti.
Por lo tanto puedes estar tranquila, espérame si quieres,
que adónde vayas, estoy seguro, serás feliz.
Joan Sebastián Ascanio Paba
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Poemas Sinfónicos
PoetryUna serie de poemas que hubiera querido que fueran canciones,pero la falta de plata no me permitió hacerlo.Espero que, ustedes, lectores, los disfruten.