—Llegamos— estaciona el auto de modo que, un edificio de no mil pisos como supone, queda delante de nosotros.

—Imagine que tú empresa sería como de esas que tienen quinientos niveles.

—Pues la mía no. Bajemos— sale del auto y yo hago lo mismo—. ¿Por qué traes la mochila?

—Tengo cosas por hacer, dah.

—Así me gusta, bonita y estudiosa— me tira un beso, bromeando. Al menos así lo interpreto.

Acelero los pasos al darme cuenta que mis mejillas se comienzan a encender. Jayson me alcanza para presentarme al hombre de seguridad que vigila la entrada principal de la empresa. Después me invita a pasar a la lujosa recepción.

El blanco y rojo reina más que nada en el interior. Hay sillones cómodos para que los visitantes esperen a ser atendidos, también tienen pantallas plasmas que reproducen imágenes de lo que fabrica la empresa, de hecho están colocados justo detrás del mostrador larguísimo que hay. Algunos empleados visten formal, mientras que otros solo traen puesta una polo negra con el logotipo de la empresa.

Jayson me presenta a los pocos empleados antes de guiarme a las escaleras de caracol que te guían a varias oficinas de vidrio. Delante de las muchas oficinas te encuentras con una ventana extendido a lo largo que te permite observar a los empleados organizando la mercancía para después acomodarlas en los camiones de color rojo con el mismo logo de la empresa y múltiples máquinas haciendo su trabajo de fabricación.

—¿Impresionada?

A decir verdad, bastante.

—Lo normal— me encojo de hombros.

Dejando atrás lo impactada que estoy por conocer la empresa de Jayson, seguimos el camino al fondo, saludando a una que otra persona que sale de su oficina o se queda ahí mismo.

Cuando llegamos al límite del segundo nivel, un hombre joven se levanta de su escritorio para recibirnos. Se ajusta los lentes que tiene puestos y dice:

—Señor Thomas, buenas tardes— sus ojos caen sobre mí—. Señorita— me sonríe con amabilidad.

—Buenas tardes— Jayson pasa de largo a su oficina.

—Hola— le devuelvo la sonrisa igual de amable que él. Posteriormente, me meto a la oficina de Jayson cerrando la puerta.

—Bienvenida a mi oficina— quita su abrigo y lo cuelga en un perchero.

Analizo a mi alrededor. Ese mismo vidrio se extiende hasta la oficina de Jayson. Dejo de mirar lo que pasa allá abajo y vuelvo a recorrer con mis ojos la oficina que no tiene nada en especial, a excepción de un cuadro de una mujer. Es una mujer hermosa de cabellos oscuros y piel bronceada. Su sonrisa es muy parecida a la de Jayson.

—¿Te puedo hacer una pregunta?— me dirijo a Jayson. Él asiento moviendo el mouse para encender su computadora—. ¿Quién es ella?— señalo el cuadro.

—Es mi madre— aunque su cabeza está agachada revisando unos documentos, diviso la sonrisa que se formula en sus comisuras.

—¿Tú lo pintaste?

—Así es.

—Te quedó divino.

—Gracias.

Jugando con mis dedos, le doy una mirada más al cuadro. Romina tiene razón, las personas dulces y buenas son las primeras en irse de este mundo, mientras las que verdaderamente hacen daño, aquí siguen, danzando sobre la tierra como si nada.

—Era muy hermosa— digo casi en un susurro.

Él levanta el rostro al instante.

—Si lo era— sus ojos se iluminan de una manera inexplicable, la profundidad que se reflejan a través de sus iris jamás lo había visto, y eso que me fascina mirar sus ojos cafés.

¡Ey! Es Un Amor Entre Nosotros (3 °) ©Where stories live. Discover now