Jayson Thomas, un hombre reconocido en el Reino Unido, queda encantado con una chica de cabellos rubios después de su segundo reencuentro.
Lea Morgan, es una chica con todos los sinónimos de ''problema''. Es por ello que su padre se ve obligado a m...
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—¡Lo puedes creer!— exclamo sentada sobre mi cama con Cat a mi lado.
Hace dos horas salimos de la universidad, así que decidimos venir a la casa del señor Thomas para ponernos al día. Que, en realidad, he estado maldiciendo por la culpa del dueño de esta mugrosa casa en la que vivo.
—Lea, tranquila.
—No, es que... ¡¿a qué persona se le ocurre poner guardias todo el jodido día y noche, y aparte, poner uno fuera de mi ventana?!
—El señor Thomas— le resta importancia.
—Mensa, no ayudas— bufo.
—Mejor cállate y veamos la película.
—Cállate tú.
—Una cosa— toma el control y le pone pausa a la película que supuestamente estamos viendo—. ¿Quién fue la que se escapó en la noche hace unos días?
—Yo no.
—¡Tú! ¡No yo, no el señor Thomas, así que tú te lo buscaste!— apunta con el control remoto en manos.
—¿Por qué siempre los defiendes?
—Porque me cae bien.
—Y yo soy tu mejor amiga, eso quiere decir que siempre debes de estar de mi lado.
—No siempre— murmura.
—Mugrosa— me tiro arriba de ella, atacándola.
—Es broma, Gatúbela— me empuja. Si no es porque entierro mis manos en las sábanas, hubiese terminado cayendo al suelo por su culpa.
—Por cierto, cuando llegue el señor tomate, tendrás que irte por la ventana— señalo con el dedo la ventana—. Me castigará si se da cuenta que traje visitas.
—Al paso que vas, terminarás castigada por el resto del año— le pone play a la película.
—Cambiemos de tema, ¿qué traes tú con Damián?— tomo un puño de palomitas y las meto a mi boca.
En los últimos días he visto a los dos muy acaramelados. Hasta los he visto agarrarse de las manos, y aún así Cat tiene el descaro de fingir que nada pasa.
Cómo ahorita que me está ignorando.
—¡Estamos viendo una película, cállate!
—Pero... — por accidente sale volando una palomita de mi boca. Esto me pasa por no terminar de masticar y luego hablar.
—Dije cállate— coloca una mano en mi cabeza y otra en mi barbilla, obligándome a masticar—. Calladita te ves más bonita.
—Gracias por la ayuda. Cómo decía— la muy descarada de Cat rueda los ojos—, ¿te acostaste...?
