Capítulo 13

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— Espero, querida —dijo el señor Oh a su esposa a la mañana siguiente mientras desayunaban— que hayas encargado una suculenta cena, porque tengo motivos para creer que tendremos un invitado –

— ¿A qué te refieres, querido? No creo que vaya a presentarse nadie, a menos que Kyungsoo decida visitarnos. Además, estoy segura de que mis cenas son lo suficientemente suculentas para el, dado que es un solteron de veintisiete años y, por tanto, sólo puede esperar muy poco más que un mendrugo de pan regado con una copa de soledad –

— La persona a la que me refiero es un caballero, un extraño –

— ¡Un caballero y un extraño! —exclamó la señora Oh con ojos chispeantes—¡Estoy segura de que se trata del señor Kim!, pero... ¡Cielo santo! ¡Qué mala suerte! Hoy no hemos comprado pescado. Baek, cariño, toca la campanilla, debo hablar inmediatamente con Hill –

— No se trata del señor Kim, necia —replicó su marido – es una persona a la que no he visto en mi vida –


Después de divertirse un rato con la curiosidad de su esposa y sus hijos, el señor Oh les explicó:


— Hace aproximadamente un mes recibí esta carta; y hace quince días la contesté. Es de mi primo, el señor Kim, el cual, cuando yo haya muerto, puede echaros de esta casa cuando le plazca –

— ¡Dios bendito! —exclamó su esposa—. No menciones a ese hombre tan odioso. ¡Me parece la mayor injusticia del mundo que a tus hijos les arrebaten su propiedad! –


Yoongi y Sehun trataron de explicar que los cinco hermanos eran más que capaces de defenderse solos; que, en caso necesario, podían ganarse la vida medianamente bien trabajando de guardaespaldas, asesinos o mercenarios. Pero ese era un tema que la señora Oh no conseguía asimilar, por lo que siguió despotricando contra la crueldad de arrebatar una finca a una familia de cinco hijos, a favor de un hombre por el que nadie sentía el menor afecto.


— En efecto, es una vil injusticia — dijo el señor Oh — y nada podrá librar al señor Kim de los remordimientos de heredar Longbourn. Pero si me dejáis que os lea su carta, quizás el tono de la misma suavice vuestra opinión sobre él -


Hunsford, cerca de Westerham,

Kent 15 de octubre


Estimado señor:

La desavenencia que persistió entre usted y mi llorado padre me produjo siempre una gran consternación. Mi padre era un gran guerrero, al igual que usted, y sé que recordaba con afecto la época en que ambos peleaban juntos, en los tiempos en que la extraña plaga no era más que una contrariedad aislada.

Desde su muerte he deseado con frecuencia subsanar esa enemistad, pero durante un tiempo mis dudas me lo impidieron, temiendo que pareciera irrespetuoso hacia la memoria de mi padre el que yo tuviera tratos con alguien a quien él había jurado castrar algún día. No obstante, he tomado una decisión al respecto, pues después de ordenarme sacerdote, he tenido la fortuna de contar con el patronazgo de la honorable lady Catherine de Bourgh...


— ¡Cielos! — exclamó Sehun —. ¡Trabaja para lady Catherine!

— Permíteme terminar — dijo el señor Oh con severidad –


... cuya habilidad con la espada y el mosquete es incomparable, y que ha matado a más innombrables que ninguna otra mujer que conozco. Como sacerdote, considero mi deber promover y establecer la bendición de la paz en todas las familias. Si no tiene inconveniente en recibirme en su casa, será para mí una gran satisfacción visitarlo a usted y a su familia el lunes 18 de noviembre, a las cuatro, abusando probablemente de su hospitalidad hasta el sábado siguiente. Le ruego que transmita mis respetuosos saludos a su esposa y a sus hijos.


Se despide de usted cordialmente su amigo, Kim Jong-in


— De modo que hoy a las cuatro llegará ese caballero que desea hacer las paces — dijo el señor Oh mientras doblaba la carta — Parece ser un joven muy escrupuloso y educado, a quien sin duda nos conviene frecuentar, especialmente dada su amistad con lady Catherine –


El señor Kim llegó a las cuatro en punto y fue recibido con gran cortesía por toda la familia. El señor Oh habló poco, pero los jóvenes no pararon de parlotear. El señor Jong-in no parecía ni necesitar que le animaran a conversar ni propenso a guardar silencio.

Era un joven de 25 años, bajo. Tenía un aire grave y solemne, y un talante ampuloso. Poco después de sentarse felicitó a la señora Oh por sus hermosos hijos; dijo que había oído hablar de su belleza, pero que en este caso los elogios no hacían honor a la verdad; y añadió que estaba impaciente por contemplar una exhibición de su legendaria habilidad como guerreros.


— Es usted muy amable, pero preferiría verlos con unos maridos que, con unos mosquetes, pues el día de mañana no tendrán un céntimo. Las cosas han sido dispuestas de forma muy extraña –

— ¿Se refiere al vínculo al que está sujeta esta propiedad? –

— En efecto, señor. Debe reconocer que es un asunto muy perjudicial para mis pobres hijos –

— Soy muy sensible, señora, a la apurada situación de mis estimados primos, y podría abundar en el tema, pero no deseo parecer impertinente y precipitarme. Pero les aseguro, señoritos, que he venido dispuesto a admirarlos. De momento no diré más, pero quizá, cuando nos conozcamos mejor... –


El anuncio de que la cena estaba servida interrumpió a Jong-in. Los hermanos se miraron sonriendo. No eran los únicos objetos de la admiración del señor Jong-in, que examinó y elogió el salón, el comedor y los muebles. Sus comentarios sobre cuanto veía habrían complacido a la señora Oh de no tener la mortificante sospecha de que el clérigo estaba calibrando sus futuros bienes.


El señor Jong-in elogió también la comida, y preguntó a cuál de sus bellos primos debía el placer de degustar una cena tan exquisita.

Olvidando brevemente sus modales, Yixing tomó su tenedor y saltó de su silla a la mesa. Baekhyun, que estaba sentado junto a el, le sujetó del tobillo antes de que su hermano se abalanzara sobre Jong-in y, presumiblemente, le clavara el tenedor en la cabeza y el cuello por semejante ofensa. Yoongi y Sehun volvieron la cabeza para que el señor Jong-in no viera que se reían.


La señora Oh sacó al señor Jong-in de su error, asegurándole no sin aspereza que podían permitirse contratar a una cocinera, y que sus hijos estaban demasiado ocupados entrenándose en las artes mortales para trajinar en la cocina.

El señor Jong-in rogó que le perdonaran por haber disgustado a Yixing. Este le aseguró, suavizando el tono, que no se sentía ofendido, pero el señor Jong-in siguió disculpándose durante aproximadamente un cuarto de hora.

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