Recuperación

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El tío Arnoldo, al enterarse de los acontecimientos de Puebloyán, al siguiente domingo de los hechos relacionados con la muerte de Arinhayeth, fue a ver a su sobrino para encargarse de todo aquello que estuviera a su alcance. Se imaginó que, al haber perdido a su compañera, Nosly quedaba desprotegido, por lo que él tenía que hacer algo. Recordó, según se lo dijo la última vez que habló Soledad Daniela, que ella y sus hijos estaban pensando, ahora sí, llevarlo para la capital, para su casa, con los suyos, ya que las cosas estaban mejorando.

En anteriores oportunidades el tío Arnoldo impidió que fueran a verlo, y hasta suspendió las gestiones para que se lo llevaran para la capital, buscando siempre evitar dar explicaciones sobre la existencia de Arinhayeth. Siempre presentó pretextos como el tratamiento; las terapias que requerían internados prolongados sin posibilidad de visita; o los riesgos que implicaba un traslado, entre muchas otras estratagemas. En cada oportunidad él se comprometió a cuidarlo, a estar pendiente de todo, a asumir costos; incluso, no hacía más de cuatro meses, última oportunidad que la familia de Nosly manifestó que se lo quería llevar, el tío Arnoldo se las ingenió para evitarlo.

Pero, ahora, dadas las actuales circunstancias y cambios acaecidos con la muerte de Arinhayeth, la situación era otra y tal vez era el momento de hacerlo. Con esa resolución llegó el siguiente domingo a la casa de su sobrino y se lo dijo a la mamá de Arinhayeth, a su sobrina, y a la empleada que lo asistía. Nosly, incluso antes de que su tío hablara, ya había leído sus intenciones, por lo que colocó sus palabras en los labios de la sobrina de Arinhayeth: «Nosotras estamos de acuerdo... sin embargo, le solicitamos, por favor, que no sea tan rápido; al menos permítanos su compañía dos, tres o cuatro meses más... después, ¡que haga Dios su santa voluntad!».

Ese era el tiempo que calculaba Nosly para ejecutar su venganza con la gente involucrada en Puebloyán. Después sería más favorable, para fortalecer y dirigir la arremetida contra las directivas de la UPA en la sede principal, estar en la capital de la República.

Una vez ejecutados los tres autores materiales, dos en Puebloyán y el otro en la capital; así como José Miguel, su primo el concejal, Pablo Robles y el rector regional Caucal, autores intelectuales en Puebloyán; y todos aquellos involucrados de manera indirecta en el complot, Nosly dispuso el regreso a su hogar en la capital, junto con la empleada que lo asistía, para no causarles a su esposa e hijos ninguna incomodidad para su atención.

Antes de su regreso coordinó el traslado de su renta vitalicia por incapacidad física para seguirla cobrando allá. Hizo la transferencia del dominio de la casa que figuraba a nombre suyo y de Arinhayeth, a la madre de esta, con una cláusula de nuda propiedad a nombre de sus tres hijos, comisionando al notario garante para que, a la muerte de la nueva propietaria, ese despacho se encargara de las notificaciones de ley. Por su parte, a su tío Arnoldo le hizo transferir el valor del seguro por pérdida total del vehículo, para que diera la cuota inicial para su nueva casa en Caliventura.

Para entonces, y como resultado de las tres horas de ejercicio físico y oratoria que, a la madrugada, todos los días, practicaba en la intimidad de su habitación, y desde hacía seis meses, Nosly recobró por completo su movilidad, estado físico y expresión oral. Sin embargo, y debido a ese gran esfuerzo mental que venía haciendo a fondo; con gran énfasis y desgaste inusual desde la muerte de su amada para controlar el rumbo de su vindicada causa en contra de los implicados; su memoria agudizó una franca decadencia, en contraste con su poder de penetrar y controlar las de quienes él quisiera. Esto le aterraba. Aún le faltaba orientar y asegurar lo pertinente con los directivos de la UPA en la capital, por lo que decidió acelerar el proceso, sobre todo contra Marty, a quien en un principio sentenció a diez años de tortura mental. Sin embargo, él era consciente, y algo le indicaba, que el tiempo se le acortaba y que Arinhayeth lo estaba llamando con insistencia, lo estaba necesitando allá, donde permanecerían para toda la eternidad, sin que nadie los separara, o eso era lo que él esperaba y pensaba con el deseo enfermizo de la desesperación.

Su regresó a casa fue emotivo para todos. Su esposa, quien envejeció dramáticamente en esos ya casi ocho años desde su secuestro, lo recibió con un beso tierno en la boca, con un «te quiero» y con un «me alegra que estés de nuevo aquí». Emotiva expresión que no esperaba Nosly. Ese gesto le conmovió y comprimió su corazón. Sus dos hijos lo abrazaron y besaron; de igual manera, le dieron la bienvenida. Esa escena familiar no estaba en sus planes. Tuvo la intención de penetrar sus mentes para buscar si aquellas manifestaciones eran o no sinceras; pese a ello se contuvo. Quería que su relación con su familia formal fuera lo más normal posible, sin interferencia de ninguna índole, sin importar las consecuencias. Bastante tenía con el control sobre el accionar contra los directivos de la UPA, como para darle más trabajo a su cansada mente y afligido espíritu. Quería dar por cierto todo lo que su esposa e hijos, último reducto para sus cansados pasos, le profesaran, bueno o malo, y así lo iba a aceptar y dejar.

No pudo evitar las lágrimas cuando en la pantalla del teatro interactivo de la sala de su casa, en donde se veía la televisión, videos y se navegaba por la internet, apareció su hija menor, desde Londres, al lado de su esposo y de su primer nieto. La alegría y la congoja, a la vez, fueron inmensas. Por primera vez en la vida su familia le expresaba cariño, admiración, respeto y, sobre todo, agradecimiento. Sintió que sus piernas, ahí, sentado en esa silla de ruedas, se le entumecían de la emoción, y que lo instaban para que se pusiera de pie y los abrazara, y los besara, y les dijera cuánto los quería y la inmensa falta que le habían hecho durante todo ese tiempo... pero se contuvo.

Nunca supo la razón, mas así lo hizo. Pudo más su afán morboso por coronar su inicua venganza contra los directivos de la UPA, en especial contra Marty, la victimaria intelectual de su amada Arinhayeth, que la necesidad trocada en ansiedad por expresar afecto y amor para sus seres queridos; ellos, sus seres queridos, tal vez sin quererlo, o tal vez por culpa suya, era muy posible, endurecieron, cristalizaron, envilecieron su corazón. Él creía que habían sido tantos, pero tantos, los desaires y las diatribas arteras propiciados por cada uno de ellos, que su alma, en ese momento, experimentó la dualidad del sinsabor y el amor hacia ellos. Sin embargo, en su mente se creó de inmediato el conflicto de saber que su esposa, a pesar de los años de ausencia, a pesar de su manifiesta (como lo creía él) expresión de nunca haberlo querido, se mantuvo firme en sus votos matrimoniales y no permitió que otro hombre cubriera su vacío. Por el contrario, se entregó de manera total y exagerada al cuidado de sus hijos; al punto que hoy, cuando el ebúrneo trasegar de los años le pasaba costosa cuenta de cobro, como si nada, lo premiaba con esa bienvenida, que él no merecía —se recriminó—, pues su corazón ahora le pertenecía, de manera irremediable y completa, a Arinhayeth, quien en esos años de relación lo compartió, de forma indiscriminada, con cuanto hombre se le apareció, justificando su conducta, bien por su ausencia, bien porque sus instintos se imponían sobre su voluntad, bien... por cualquiera otra razón que se le ocurriera en el momento, pero que él le perdonaba y aceptaba.

Conflicto este que sumió a Nosly, en el tiempo que le dejaba libre su empresa vengadora, en profunda angustia, fatal nostalgia, hipocondría sentimental que agravó, quizá por voluntad propia, su amnesia, que para la fecha del suicidio de Marty ya estaba muy avanzada, a tal punto que olvidó, pocos días después, incluso su intención de mantenerse en el mutismo y la autoimpuesta inmovilidad. Por lo que se convirtió en un gran problema para la empleada y, desde luego, para su familia. A cualquier hora del día o de la noche salía de su casa en busca de Arinhayeth, según se colegía de su perorata ininteligible.

Con derrotero inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora