Nostalgia social

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Aún estaba oscuro cuando Nosly se quedó solo, sobre la berma de la Panorama, una vez la flota emprendió hacia la terminal de la ciudad de Puebloyán. El olor a contaminación que escupía el Río Caucal penetró hasta sus entrañas; entonces, la sensación de náusea conquistó sus papilas gustativas, pero él se concentró en su objetivo y controló, de esa forma, la humana reacción. Un taxista que a esa hora se desplazaba rumbo a la terminal de buses para recoger las primeras carreras de los pasajeros que llegaban de Pastocuy, Caliventura y la capital del país, pitó y Nosly le hizo la señal de pare.

—Lo vi bajarse de la flota y se me hizo extraño que lo hiciera en este lugar poco recomendable —le dijo el taxista una vez Nosly estuvo sentado en la silla derecha y trasera del vehículo.

Nosly le intentó justificar que se había confundido. Que creyó haber llegado al centro de Puebloyán, para donde iba, y que por eso se apeó. El taxista lo dejó en la puerta del Hotel Olivares, diagonal al Puente del Abajadero, muy cercana de la Torre de la Catedral, en el sitio al que Nosly le indicó que lo llevara. En aquel hotel él se quedó, años atrás, cuando visitó la ciudad en una comisión oficial. Una vez entró y se registró le solicitó al adormilado recepcionista para que a las nueve de la mañana lo despertara y le llevara un buen desayuno. Volvió a identificarse con la postal de ciudadanía que usó, tanto en la posada en Sogamayor, como en el hotel del centro en la capital del país.

Esa noche, antes de acostarse, tomó un lápiz y un papel que encontró en la mesa de noche, y escribió, aturdido por la desesperación y el desconcierto, la narración Versos sin dueño:

"Nocturnal y fantasmal visión del viento ido y la pasión ausente. La brisa del olvido arrebató con furia la esencia vital del arroyo, taciturno en el valle, insolente en el vertiginoso descenso por la agreste ladera de los versos muertos y sin dueño; quedo, solitario, triste y cansado en el delta mortal del avieso final adornado por guirnaldas de filosas espinas y guijarros fieros.

¡A frágiles dioneras quebrantó el infiel destino! ¡A floridos geranios azotó el vendaval siniestro de la indiferencia! ¡Sutiles flores perecen, dispersas, en la vorágine incierta de las esperanzas yertas! ¡Versos muertos! ¡Versos sin dueño! ¡Lamento del alma! ¡Desilusión de vida! ¡Pasión estéril! ¡Ilusión fallida! ...sueños en duelo... adiós y olvido.

Difusas formas matinales, en el feroz averno del dolor y la nostalgia, se esfuman, taciturnas, por sobre la emoción y la alegría insípidas de los atorrantes años vespertinos que a dentelladas salvajes avanzan indómitos a la siga de ese opaco, profundo, trémulo y fúnebre océano de la angustiada y recóndita huida, do ululan perennes el ansia y el hálito postrero de fingidos adioses...

Fraguado en el dolor trágico de un pasado de acíbar, con un presente de ocaso y un futuro de angustia y olvido, crepita el más intestino de los deseos por acallar y refrenar el grito del día, presagiado por el alba, que arrogante, de nuevo, amenaza, por sobre la voluntad de vida, triunfar al filo de la oscura noche... de la cual, el espíritu compungido se resiste al abandono.

Miradas sin destino, sin objeto, errabundas, distantes y arrulladas por el hálito ebúrneo de la tristeza infinita, la soledad inclemente y la nostalgia austera; miradas consumidas en la introspección del tiempo, refundido en la bruma asfixiante de la agonía y la farsa humana, pululan por doquier, cuales versos sin dueño, versos muertos, lamentos del alma, desilusión de vida, pasiones estériles e ilusiones fallidas; sueños en duelo.... adiós y olvido".

Una vez terminó, Nosly leyó el escrito; inspirado, tal vez, por el olor agreste del Río Caucal que lo recibió al apearse del Expreso Bolívar; luego, lo dobló y guardó en el bolsillo de la camisa. Se desnudó, se bañó, se acostó y se durmió de inmediato, ya que en la flota la señora con la que le tocó compartir silla le impidió pegar el ojo, aunque, de todas formas, con o sin esa señora, tampoco hubiera dormido. La muerte de su madre, la preocupación por los posibles retenes a lo largo del recorrido y la causa incierta y desconcertante de la venta de la casa por parte de Arinhayeth; la cual, como lo había proyectado él, le garantizaría su sustento de por vida; le impedían sosegarse, estar en paz. Así mismo, la incertidumbre de cómo reaccionaría ella al verlo, ¡después de tanto tiempo!, le causaba un aguijonazo en la parte baja del vientre cada vez que lo pensaba.

La consigna que Nosly le dio al recepcionista delhotel fue olvidada por este a las siete de la mañana cuando fue relevado, razónpor la cual solo hasta las once y cuarto el estridente sonido de una bocina deun bus en la calle lo despertó de forma abrupta. Llamó, sin enojo, a larecepción y solicitó que le prepararan un desayuno. Se levantó, se bañó, secambió y fue al restaurante del hotel; allí tomó caldo con costilla, trespequeñas y vernáculas empanadas de color amarillo, las que acompañó y comió conun café oscuro. A las 12:49, pasado el mediodía, llegó el taxi que solicitó enla recepción para que lo llevara hasta La Bocana, en la entrada de Timbianí. 

Con derrotero inciertoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt