Amores encontrados

18 0 0
                                    

Que Soledad Daniela lo contradijera en todo, lo cual conllevaba a que nunca lo apoyara, y que (al parecer) no lo amara, pese a haberle dado sus tres hijos, así como soportado tanto tiempo, Nosly, al final, lo asimiló, se resignó y perdonó. Como había dispensado a su padre cuando su madre le contó, muy niño, que desde su concepción aquel hombre pretendió y la presionó para que suspendiera el embarazo. Y ese fue el pretexto perfecto que aquel esgrimió para eludir su responsabilidad paterna y, desde luego, su promesa y palabra de hombre. Esta era la razón por la cual Nosly, cuando daba su palabra, pese a las circunstancias y penalidades que le implicara cumplirla, siempre lo hacía, en especial si se trataba de promesas y responsabilidades de amor y sentimientos. No quería, en absoluto, reproducir el miserable ejemplo de su progenitor.

La tercera situación que deleznó su matrimonio, esa que Nosly jamás le perdonó a su esposa, fue, en última instancia, la razón del fin. Ella sabía que Nosly tenía su talón de Aquiles en el amor por su madre a quien él adoraba, la defendía y apoyaba al precio que fuera. Tal vez por ello no dudó en golpearlo ahí; donde sabía que más le dolía. Sí, ese fue su mayor afán y estrategia: molestarlo, ofenderlo, afectarlo y desquitarse con él de su rabia e incoada frustración. Para tal lid, aprovechó, no solo la compra de la casa que por aquella época hizo su esposo, sino la cercanía de su suegra; pues a pesar de su férrea y altanera oposición, Nosly llevó a su madre a vivir con ellos en un apartamento independiente que tenía, en el tercer piso, aquel recién adquirido inmueble. Una vez allá, Soledad Daniela enfiló su arsenal de odio contra su suegra. Comenzó haciéndolo cuando las dos se quedaban solas, pues no quería que sus hijos se enteraran de tal actitud. Luego, y ante el silencio de la anciana, quien nunca le dijo nada de eso a Nosly para evitarle un dolor y un problema con su esposa, lo siguió haciendo, aún más evidente. Como vio que no pasaba nada y que Nosly, o no se enteraba, o hacía omiso caso de las agresiones, terminó haciéndolo, de manera tenue al principio, en su propia cara. El atribulado Nosly entendió de inmediato la estrategia de su esposa, por tal quid, y como primera medida, sin enfrentarse a ella ni reclamarle en absoluto, le solicitó a su madre que se mantuviera alejada de Soledad Daniela, que rompiera toda relación y contacto con ella, y que permaneciera en su apartamento. Que ni se asomara por el segundo piso donde, en un amplio y cómodo apartamento, vivían ellos. Al principio fue un verdadero trauma para la anciana, pues la soledad y el aislamiento la afectaron más que las seguidas ofensas y leves agresiones físicas que en adelante llegó a recibir de su nuera. Incluso, de sus nietos. Afectación causada, pese a las diarias visitas que solía hacerle Nosly en la mañana, antes de irse para el trabajo, y en las noches cuando regresaba. Algunos meses después la anciana se acostumbró a la soledad y a la distancia, pero se le atizó la depresión.

Como segunda medida, y una vez él consolidó, aparentemente, su relación con Arinhayeth, y tras comentarle al respecto a su madre, aunque con discreción, le compró una casa. Allá, en tal inmueble, las reunió, las llevó a vivir bajo el mismo techo para tratar de reconstruir sus vidas; las de los tres, pensó Nosly, aunque él no abandonó su formal hogar, ni a su esposa. La compra y la unificación de las dos mujeres que ahora constituían su razón de ser se efectuó tres meses antes de ser secuestrado. Desde el inicio de las agresiones, es decir, desde la compra de la primera casa para su esposa e hijos, hasta el traslado de su madre con Arinhayeth, pasaron casi doce años. Sin embargo, fueron los últimos siete los más delicados en cuanto al maltrato proferido por Soledad Daniela y sus hijos a su suegra y abuela, respectivamente.

Ese: el ataque moral y físico, en particular el de su esposa contra su adorada madre, entre las tres situaciones, fue lo más grave e imperdonable, lo cual, al final, desgarró su matrimonio; primer proyecto inconcluso en la vida sentimental de Nosly. Proyecto que, y a pesar de todo, nunca clausuró; pues él era un hombre de palabra y le había jurado a Soledad Daniela estar siempre con ella, con independencia de las condiciones y de las circunstancias que se les presentaran. Sí, se lo había prometido: «Estaré a tu lado hasta el fin de nuestros días». Y tal promesa la iba a cumplir al precio que fuera. ¡Y la cumplió al pie de la letra!

¡Él era un hombre de palabra!

Con derrotero inciertoKde žijí příběhy. Začni objevovat